viernes, 19 de junio de 2015

San Romualdo Camaldulenses

De: http://evangeliodeldia.org/
San Romualdo, abad
San Romualdo, anacoreta y padre de los monjes Camaldulenses, que, habiendo nacido en Rávena, deseoso de la vida y disciplina eremítica, viajó por Italia durante varios años, durante los cuales fundó pequeños monasterios y promovió la vida evangélica entre los monjes, hasta que terminó su labor en el monasterio de Val di Castro, en el Piceno.

Fundador de los Camaldulenses. Año 1027.

San Romualdo, de la familia de los Onesti, duques de Ravena, probablemente nació en el año 950. La afirmación de su biógrafo, san Pedro Damiano, de que vivió hasta la edad de 120 años es ahora rechazada universalmente. Aunque creció como un joven mundano, esclavo de sus pasiones, algunas veces aspiró a ideales más elevados. Su padre, cuyo nombre era Sergio, había determinado decidir en un duelo la disputa que tenía con un pariente por una propiedad, y Romualdo fue espectador involuntario del encuentro. Sergio mató a su adversario y Romualdo, horrorizado, huyó al monasterio cercano de Sant' Apollinare-en-Classe. En esta casa pasó tres años en tal fervor y austeridad, que su observancia se convirtió en un vivo reproche para ciertos monjes relajados e infieles, que se exasperaron aun más cuando les censuró su conducta. Entonces, con el consentimiento del abad, abandonó el monasterio y se retiró a las inmediaciones de Venecia, en donde se sometió a la dirección de un ermitaño llamado Marino. Con él, Romualdo hizo grandes progresos en el camino de la perfección. Se dice que Romualdo y Marino tuvieron algo que ver con el retiro del dux de Venecia, san Pedro Orseolo, a Cuxa, y que allí vivieron por un tiempo como ermitaños. El ejemplo de san Romualdo tuvo tal influjo sobre su padre Sergio, que éste entró al monasterio de San Severo, cerca de Ravena, para reparar sus pecados. Después de algún tiempo tuvo la tentación de regresar al mundo, por lo que su hijo fue allá para disuadirlo de romper su propósito. Lo consiguió, y Sergio permaneció en el monasterio hasta el fin de su vida.

Parece que Romualdo pasó los siguientes treinta años fundando ermitas y monasterios por toda Italia. Permaneció tres años en una celda cercana a la casa que había fundado en Parenzo. Allí trabajó por un tiempo, experimentando gran sequedad espiritual, pero un día, de pronto, cuando estaba recitando las palabras del Salmista, «Te daré entendimiento y te instruiré», Dios lo visitó con una luz extraordinaria y un espíritu de compunción que desde entonces nunca le abandonó. Escribió una exposición de los Salmos llena de pensamientos admirables. Con frecuencia pronosticó cosas futuras, y daba consejos a todos los que iban a consultarle, inspirado por una sabiduría celestial. Siempre había anhelado el martirio, y por fin obtuvo licencia del Papa para predicar el Evangelio en Hungría; pero fue atacado por una grave enfermedad tan pronto como puso los pies en el país, y como el mal volvía cada vez que intentaba actuar, sacó como conclusión que esto era una clara indicación de la voluntad de Dios de que no lo quería ahí. Muy conforme, retornó a Italia, aunque algunos de sus compañeros fueron a predicar la fe a los magiares.

Posteriormente permaneció por bastante tiempo en Monte di Sitrio, pero allí fue acusado de un crimen escandaloso por un joven noble a quien había censurado por su vida disipada. Aunque parezca extraordinario, los monjes creyeron el embuste, le impusieron severa penitencia, le prohibieron que celebrase misa, y lo incomunicaron. Todo lo soportó en silencio por seis meses, pero entonces Dios lo amonestó para que no se sometiera más a sentencia tan injusta, pronunciada sin autoridad y sin sombra de fundamento. Pasó seis años en Sitrio guardando silencio estricto y aumentando sus austeridades en lugar de relajarlas, no obstante su ancianidad. Romualdo tuvo alguna influencia en las misiones a los eslavos y prusianos a través del monasterio de Querfurt en Pereum, cerca de Ravena, que Otto III fundó para él y san Bruno, en 1001. Un hijo del duque Boleslao I de Polonia era monje en este monasterio, y en nombre de su padre le obsequió a Romualdo un magnífico caballo. Él lo cambió por un asno, y declaró que se sentía más unido a Jesucristo, montado sobre tal cabalgadura.

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