sábado, 6 de octubre de 2007

Reflexiones pastorales acerca del aborto, agosto 2006

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO

Palabras de monseñor Oscar Domingo Sarlinga, obispo de Zárate-Campana al final de la celebración de consagración e inauguración del nuevo templo de Jesús Misericordioso
(Garín, partido de escobar, 5 de agosto de 2007)

Excmo. Señor Nuncio Apostólico, Mons. Adriano Bernardini, Mons. Alberto Perlasca, Secretario de Nunciatura,

Sr. Ministro de Desarrollo humano, Sr. Intendente Municipal, Autoridades civiles; queridos sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, queridos hermanos y hermanas en el Señor, que tan numerosos han acudido a la inauguración de este nuevo Templo:

Hemos consagrado e inaugurado este nuevo Templo dedicado al mismo Señor Jesucristo Resucitado, el Misericordioso. Nuestra humanidad está muy necesitada de la Misericordia divina, y sobre todo de hacer carne en nuestra vida concreta, personal y comunitaria, ese Amor insondable que procede del Corazón de Cristo. Es el sentido más profundo de la reciente Carta Encíclica que nos ha dirigido el Santo Padre Benedicto XVI: «Deus Caritas est». Es motivo de una gran alegría el recibir (y por vez primera, en la historia del partido de Escobar) al Señor Nuncio Apostólico, quien representa ante nuestra Iglesia y ante el Estado Argentino al Santo Padre, Benedicto XVI, Vicario de Cristo. Él ha venido acompañado por el Secretario de la Nunciatura, Mons. Alberto Perlasca. ¡Sean bienvenidos en el Nombre del Señor!.

Jesús Misericordioso nos protege. En la visión que da origen a esta devoción, que la Iglesia ha aprobado durante el Pontificado del Papa Juan Pablo II, el mismo Jesuscristo, en su Amor por nosotros, se refiere así a Santa Faustina Kowalska: «Di a la humanidad angustiada que se refugie en mi Corazón Misericordioso y Yo lo llenaré de paz». «La Humanidad sólo encontrará paz cuando se vuelva con confianza a Mi Divina Misericordia». Es, en última instancia, el mensaje mismo, esencial del Evangelio: Confiar en Jesucristo y entregarse de lleno a su Amor Misericordioso, con la fe y las obras.

Al mismo tiempo, esta celebración nos hace sentirnos profundamente «Iglesia de Cristo», Iglesia extendida en el universo y realizada también aquí, en la Iglesia local, en esta porción del Pueblo de Dios, con su presbiterio, con su Obispo, con todos los medios de entrega generosa y confiada a la nueva evangelización. Como nos lo recordaba el Papa Pablo VI: “(…) Los primeros cristianos expresaban gustosamente su fe profunda en la Iglesia, designándola como extendida por todo el universo. Tenían plena conciencia de pertenecer a una gran comunidad que ni el espacio ni el tiempo podrían limitar: «Del justo Abel hasta el último elegido», «hasta los confines de la tierra», «hasta el fin de los tiempos». Es así como el Señor quiso a su Iglesia; universal (…), grey al cual un solo Pastor apacienta” (1).

En ese sentido, como Pastor diocesano, los exhorto sinceramente a vivir como buenos hijos de Dios, unidos por el vínculo del Amor y de la Paz, entregados a la evangelización y a la promoción humana que de ella proviene. Es el sentido fundamental y esencial que hemos querido darle a toda la pastoral de la diócesis: «evangelización y promoción humana integral».

No puedo dejar de agradecer, profundamente y desde el alma, a cuantos, con su generosidad, hicieron posible este hermoso Templo, obra del Pueblo de Dios: a la familia donante, que ha querido no ser nombrada, a todos los fieles laicos de aquí, quienes, desde esta parroquia, dieron de su trabajo, mano de obra, preocupaciones y desvelos, a quienes entregaron «la ofrenda de la viuda» que Jesús alaba en el Evangelio, incluso privándose de lo necesario, y a la solícita preocupación del Padre Pablo Iriarte, que desde el inicio vio la iniciativa episcopal con alegría y con proyección pastoral. Todo esto es evangelización; Dios lo ve y Él no se deja ganar en generosidad. Pido para todos y cada uno el evangélico «ciento por uno».

Dentro de la proyección evangelizadora, vemos como obra extraordinaria de la Providencia que el Santo Padre Benedicto XVI, el pasado 28 de junio, en la Basílica de San Pablo Extramuros, haya convocado a un año jubilar dedicado al apóstol San Pablo (del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009), al celebrarse los dos mil años de su nacimiento. Será para nosotros un Año especial de misión (que ya hemos comenzado este año en la ciudad de Campana y que culminará en octubre del 2008), de manifestación, en el corazón de los cristianos, en sus palabras y en sus obras, del Amor Misericordioso de Cristo, para una transformación interior de la humanidad. Sólo las transformaciones interiores, en y desde el corazón, en sentido bíblico, dan fruto auténtico.

En el Amor confiamos: ¡JESÚS, EN VOS CONFÍO!.

Con la ayuda de la Santísima Virgen María, la Madre de Luján, de Itatí, del Divino Amor. (A continuación el Sr. Obispo leyó la Bendición especial enviada por el Santo Padre Benedicto XVI, y anunció a la feligresía del don preciado realizado por el Señor Nuncio, de un cáliz de plata para el nuevo Templo parroquial).

Notas:

(1) PABLO VI, Exh. Apost. Evangelii nuntiandi, 61.

Mons. Oscar D. Sarlinga, obispo de Zárate-Campana