sábado, 24 de diciembre de 2011

Mensaje de Navidad de Mons. Oscar Sarlinga, Obispo de Zárate-Campana

Imagen del Belén en la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor en Belén de Escobar
Queridos hermanos y hermanas
Queridos hijos en el Señor,


Con amor les dirijo este mensaje, el cual, en el discurrir de los pensamientos, pareciera que se hizo como una carta pastoral o una larga meditación. Pero verán que no lo es, quiso ser un mensaje espiritual, en el que trasunté algunas cuantas cosas que fui viendo, con la ayuda de la oración y que quise transmitirles para la cercana Navidad. Lean lo que puedan, no he querido ser abstracto ni académico, sino pastoral, y si fui en algo académico, ha sido sin voluntad expresa. Tomen de este mensaje lo que puedan o lo que el Señor les mueva a tomar, y si aún así no lo hacen, recen por mí. Yo lo hago por todos ustedes.

La Luz del Señor es eterna, la Eternidad ha irrumpido ya en el mundo con el Divino Niño, porque, como dice la Escritura, “(…) Yahvé será tu luz eterna, y tu Dios tu esplendor” (Is. 60,19-20).

Es Navidad, queridos hermanos, estamos casi en los umbrales del 2012. “Ayer”, por expresarnos así, comenzábamos el 2011, era “anteayer”, también metafóricamente, cuando estábamos esperando el año 2000. El tiempo transcurre de modo inexorable, y esto sí que ni alguien afectado de complejo de psicológica omnipotencia lo podría negar con convicción, porque nadie, nadie le puede poner oposición a esta verdad fáctica: tempus fugit. En cambio, ¡qué alegría nos proporciona sabernos imbuidos de Eternidad!.

LUZ, PERDÓN Y ALEGRÍA NATALICIOS

Creo que una urgencia de nuestro tiempo es que los cristianos, con humildad, nos levantemos, brillemos con la luz de Cristo y, asumamos la “dramática” urgencia del anuncio natalicio. Allí veo un elemento qua coadyuvaría a que la “nueva evangelización” cobre renovado vigor. La fortaleza y la serenidad del ánimo por la luminosa esperanza en las gracias especiales que recibiremos en el tiempo de Navidad favorecen, alientan en nosotros el profetismo de nuestro espíritu, el munus propheticum, pues si somos humildes de verdad “y en la verdad”  Dios nos dará “nataliciamente” el don de conocimiento para el bien, toda luz, todo perdón, toda alegría, aun en medio de pruebas e incluso de sufrimientos. Prepararse para el tiempo litúrgico de Navidad (mucho más que para una mera fiesta del almanaque) es cosa seria, cosa de fuertes y de mansos, de seres que quieren “renacer de lo Alto”.

Nos preguntamos: ¿podemos re-nacer, nacer de nuevo?. Físicamente no, en estas mismas coordenadas de tiempo y lugar. En la bienaventurada esperanza, sí. La Luz de Belén re-nace en verdad en nosotros, y nos hace re-nacer en el Espíritu, si ponemos las debidas disposiciones a la acción todopoderosa de Dios. La actitud para renacer es de esperanza: ¡levantemos el corazón!.  Acontece que, por no dejarnos iluminar por Dios, por no permitir que el suave poder del Espíritu del Señor disipe tinieblas, es que pululan tantas “obras de la carne” (en sentido paulino), envidias, venganzas, frustraciones interminables, desánimos, todas ellas penosas manifestaciones causadas por el orgullo. En última instancia causadas por no haber “puesto el rostro en tierra” (humus, tierra, de donde proviene humilis, humilde).

Sí, curiosamente, porque “poner rostro en tierra” es la mejor actitud para ver al Niño naciente con el mismo fulgor con que lo adoraron los Magos o vieron los Apóstoles a Jesús resplandeciente en el Tabor, con el mismo fulgor velado como lo vieron María Santísima y San Juan junto a la Cruz.  Es la humildad la que puede darnos la visión espiritual, sin ella, toda visión es “puramente humana”. Humildad es, en ese sentido, tener conciencia de que todo nos ha sido dado, que nada hay que no hayamos recibido, que hemos de vivir en fortaleza, vivir en verdad, nuevamente dicho, “poner el rostro el tierra”. Es virtud medicinal, la medicina de Dios.

MEDICINA DE DIOS

El orgullo es como una peste. Infectó al ser angélico –porque él quiso, en su autocomplacencia e insano remedo de querer ser como Dios. Ese ser no cesa de envidiar la obra de Dios en nosotros. Aborrece especialmente la Encarnación y la Cruz; nos induce a la soberbia, que es la que caracteriza a él y constituye la antítesis de la humildad del verdadero Omnipotente, que es el Señor. Dios nos lo enseña, cual Maestro, el camino de la humildad. Es la lección fundamental y primera que nos da el Altísimo, como la lección basal, de su “misterio”: Él se hizo hombre. Se humilló. Sería ideal que profundizáramos en ese itinerario de humildad.  Ojalá demos algunos pasos vivos en su aprendizaje. Cuesta. Y nadie aprende humildad sin sufrimiento. El orgullo y el rencor que con él viene son dolencias espirituales básicas que nos conducen al vacío y a la nada.

Más aún, como “dolencia-madre”, pecado generador, el orgullo engendra todos los demás. Así, ¿qué duda cabe que el ejemplo de la humildad de Dios constituye, a la vez, como lo refiere San Agustín, la medicina fundamental de la cual tenemos tanta necesidad hoy en día? . ¿Nos dejaremos curar, sanar, por el Divino Niño, que es ya desde su cuna el Divino Médico?. Está en nosotros, pues Dios nos hizo libres. Poderosa medicina es la confianza en Dios. Si no confiamos, trastabillamos y caemos. En el fondo hay orgullo cuando se sucumbe al miedo, a los terrores que pudieran crearse en nuestro espíritu ante una eventual desolación.

Como nuestra confianza puede ser muy pobre, no siempre vemos que Dios nunca se desentiende de nosotros, Él, que tuvo la humildad de hacerse Hombre, el Emmanu-El, y está con nosotros siempre, al punto que pareciera que el profeta Isaías, en su iluminada exhortación se dirigiera a particulares circunstancias de nuestras vidas: “¡Levántate, brilla, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos; pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y acudirán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora” (Is. 60,1-2). Amanecerá el Señor y nos dará su medicina, crecerá el resplandor de nuestra aurora (siempre desde la Gracia y en unión con la Cruz). Bebámosla, la medicina, es el “kairós”, el momento propicio, no lo desperdiciemos.

JAMÁS SUCUMBIR AL MIEDO, EN EL NIÑO ESTÁ LA OMNIPOTENCIA DIVINA

Navidad es fragilidad y fortaleza. Fragilidad del Niño recién nacido. Fortaleza de Dios hecho Hombre. Navidad es antídoto frente al caer en el paralizante temor, so pena de abrirle las puertas a un misterioso e inicuo poder de tinieblas, antitético de la Navidad. Diversos poderes que no vienen de Dios pueden pretender hacernos sucumbir al miedo, “a los lobos”, al desánimo, o a rapacidades diversas que pueden acecharnos con contrariedades que intenten desanimarnos.

Contrariedades varias no nos faltarán. No menores, entre otras, pueden ser los procederes de quienes, lejos de acrecentar la vida de la Iglesia como misterio de comunión, direccionen más bien su vida por “amor al poder”, dificultando así un renacimiento en la evangelización y misión. Es una actitud difícil de detectar, cuando está, se encuentra como muy replegada dentro, y esto en el ámbito que fuere, incluso con ribetes surrealistas: no olvidemos el espléndido relato del reyezuelo del planetita que describió Antoine de Saint-Exupéry en “Le petit prince”, es la descripción de una actitud, con psicológica penetración de parte del autor.

Entregarse al “amor al poder” no es otra cosa que el afloramiento del egoísmo. El “poder del amor” es unirse a la Cruz y el Amor de Cristo. Si no entregamos de lleno la vida al “poder del amor” nos  empobrecemos, no cumpliremos misión, y se producirá escándalo, más temprano o más tarde. Si queremos ser “dueños” per se vamos por mal camino. No creamos que esto pueda ocurrir sólo o principalmente en “los grandes ámbitos”. Puede darse también en ámbitos muy pequeños y poco valiosos a los ojos del mundo. Es una cuestión de espíritu, de actitud. Más que patrones, somos administradores, y tenemos que serlo “fielmente”. En este trayecto, no pocas veces las luchas que tenemos que afrontar en este mundo en el desenvolvimiento de nuestra misión pueden intentar agobiarnos y obnubilar nuestra vista, hasta pretender querer hacernos perder en parte el rumbo. El Soberbio por excelencia, nuestro enemigo, se alegrará mucho de ese daño, si lo pudo inducir, porque habrá hecho descender obscuridad y confusión, que es lo que se dedica a hacer y lo que lo complace.

Es verdad que no es fácil darse cuenta de todo ello ni advertirlo en sí mismo (tanto puede llegar a estar cauterizada la conciencia) porque es cierto que hay quien no llega a apercibirse del todo acerca de cuánto así obra. Ocurre que para “verse a sí mismo” también hay que asumir una actitud  valiente; no es fácil mirarse en el intimior intimo meo (la expresión es de San Agustín), necesitamos para ello el don del Espíritu.

Un “efecto espejo” o “mirroring effect” ayudará, pero no alcanzará si nos reducimos al ámbito psicológico. Aquí hay que invocar los dones del Espíritu Santo, en especial el discernimiento, y rogar a Dios que nos dé un espíritu de servicio, que aleje de nosotros la soberbia, y nos una a su Cruz gloriosa, aunque tengamos que sufrir, cual espiritual abono para obtener esa gracia, aunque tengamos que expiar.

INCLINAR LA CABEZA BAJO LA PODEROSA MANO DE DIOS

Navidad conlleva como actitud, dijimos, “levantar el corazón”. Levantamos el corazón inclinando y agachando, a la vez, nuestra cabeza bajo la poderosa mano de Dios, cual signo de confianza en Él y en su ternura; hay que aceptar para ello vivir una ascesis, pues existe un no pequeño trecho entre “concebir intelectualmente” que somos “servidores”, y el aceptarlo vivencialmente. Aceptar esta realidad que implica una ascética significa que sea la Palabra de Él la que se haga en nosotros, a imitación de las virtudes de María Santísima.

Por ello, para que se disipe la tiniebla, para que nuestros ojos contemplen el misterio de la Navidad, amanece el Señor, Sol que nace de lo Alto. Conseguiremos compenetrarnos del espíritu de Navidad, más que alzando ansiosas miradas, inclinando la cabeza delante de la poderosa y amorosa mano de Dios para así abrirnos al don de la Fe, de la confianza. De este modo el Niño Jesús, nos hablará, sí, nos hablará al interior, incluso recién nacido, desde su pesebre, con inconfundible acento, a la vez penetrante y suave, y nos exhortará, nos enseñará, con tan sabios sones, que si tomáramos a fondo conciencia no podríamos desechar de ningún modo su palabra de bienaventuranza, y ya, desde entonces, nos inundaría una felicidad que nadie nos podría quitar: “bienaventurados aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lc. 11, 28).

¡Bienaventurados!. Ésa es epifánica palabra veritativa y de bondad que nos dirige para nuestra vida, para toda la vida que ya hemos vivido (y de la cual ni un solo instante podemos cambiar) y para la vida por vivir. El Niño lo ve todo, ve nuestro decurso vivido, lo ve todo y en todas sus dimensiones, lo ve así, desde Niñito, desde su humana pequeñez, en un humilde pesebre, y posando sus ojitos sobre dicho decurso histórico y vivencial, y mirándolo con Amor, lo sana, si es que nos dejamos obrar por su medicina. Ya desde el pesebre la misión del Niño empezó a ser epifánica, ya entonces "(…) se manifestó la bondad de Dios nuestro  Salvador y su amor a los hombres” (Tit.3,4).  ¿Lo creemos?. Sí, pienso que lo creemos, pero tengo la certeza de la necesidad de clamar: Señor, creemos, ¡pero aumenta nuestra fe!.

UNA ESPIRITUAL SEMIÓTICA

Una espiritual semiótica, no obstante, es lícito efectuar, en el sentido siguiente. El preguntarnos qué significa para nuestros cristianos (¿quizá también para quienes están más cercanos en nuestras parroquias?) la Navidad, el Misterio de la Natividad o Nacimiento. ¿Cuál es su significación vivencial para nuestra sociedad?. El Papa Benedicto XVI nos exhortó hoy mismo, en la audiencia del miércoles, con paternal dulzura: "En la sociedad actual, donde por desgracia las fiestas que se avecinan están perdiendo progresivamente su valor religioso, es importante que los signos externos de estos días no nos alejen del significado genuino del misterio que celebramos" , afirmó. A la vez nos animó a vivir con gozo el nacimiento de Cristo y aseguró que Dios está cerca de cada uno de nosotros "y desea que lo descubramos, para que con su luz se disipen las tinieblas que encubren nuestra vida y la humanidad" . Toda tiniebla se disipa si en el corazón que recibe a Cristo naciente nace el clamor de Navidad. Prestemos atención a su paterna palabra: “que se disipen las tinieblas que encubren nuestra vida y a la humanidad”.

El Papa Paulo VI, quien en distintos momentos de su magisterio, con la profética y literaria expresión que lo caracterizaba, hacía referencia al “drama” y a lo “dramático”. Visualizó muchas veces las distintas dimensiones del “drama” humano y de la redención. Traigo a colación cuando dijo una vez que el anuncio navideño, visto en todas sus implicancias, conlleva un “drama”, a saber: “Pero aquí nuestro gozoso anuncio natalicio suscita un nuevo drama. Un drama en el cual nosotros todos estamos comprometidos, como vigorosamente nos lo recuerda San Pablo: ¿quién es el que cree en lo que escucha de nosotros? (Rom. 10, 16) –y proseguía, preguntándoselo, el Papa- ¿quién acoge nuestra evangelización?” . Porque la tentación del desánimo acecha; el Padrenuestro nos renueva.

El desánimo se disipa cuando el clamor de Navidad nos mueve a que renazca en nosotros el espíritu de alabanza. Se trata de alabar (y de obrar), ello es obra del Espíritu. Se trata de gozar de la alabanza divina, y también, corresponsablemente, de asumir el desafío, el reto, de evangelizar desde esa alabanza y desde esa alegría que brota del corazón evangelizado.

Es verdad, en este “maravilloso y dramático” mundo, algunos nos escuchan y otros no, algunos facilitan que podamos cumplir una misión, otros no hacen una cosa ni otra, y otros, para qué decirlo, no trasuntan precisamente una ayuda. Asumamos esto también con el realismo de la esperanza, no caigamos en idealismos filosóficos.

Muchos, muchos acogen la evangelización, muchos se acercan y están junto a Cristo y rezan por nosotros, muchos que están visiblemente en la Iglesia y muchos que ni figuran en nuestros cerebrales registros, muchos que sólo el Señor conoce, y los conduce con su Amor. Dios obra siempre y misteriosamente; es más impresionante de lo que podríamos barruntar lo que el Espíritu Santo está obrando, incluso en estos tiempos en que se dan no pocas tinieblas (y las vemos concretamente, no es un cuento).

¿Cuál es el criterio de genuinidad que hemos de asumir en nuestra misión, entonces?. ¿Cómo puede renovarnos la Navidad?. Porque nosotros mismos tenemos que ser honestos en esto. Pienso que un aspecto en el discernimiento de la índole genuina de nuestro proceder es “el buen fruto”. Pero creo que más profundamente aún uno de los criterios de genuinidad es avenirse a aguantarse las bofetadas y escupidas (en no pocas oportunidades sutilmente esputadas), sin abrigar deseos de venganza, sin anidar odio alguno. Antes bien, aunque humanamente cueste y sea casi como un cruento sacrificio, cultivar siempre el Amor y la Paz de Cristo, y “la Justicia que mira desde el Cielo” (Ps 85) para con quienes esas cosas nos infligen.  La Justicia divina es infinitamente superior a la pobre justicia humana y la Misericordia de Dios es infinita.

Hemos de poner todo ello, creo, dentro del religioso “drama” de no ser más el servidor que su Dueño. Forma parte de la asunción de lo “teodramático”. Y vale para clérigos, laicos, religiosos, religiosas, familias, comunidades, pienso que vale para todos. Por ello, “perdonar es divino”. De tal modo, la alegría deviene infinita, cristológica y cristocéntrica en nuestros corazones.

Así pues, quien quiera dedicarse a ser un natalicio o navideño evangelizador, haga interiormente carne en sí mismo la exhortación de Jesús: “Vengan a mí”, y esto cuando el anuncio cuesta, o cuando es contrariado (no pocas veces más que por los “de fuera” por los “de dentro”). Esto es, re-cordemos, traigamos a nuestro interior, la palabra del Maestro: “Vengan a mí, todos ustedes, que están fatigados y oprimidos, que Yo los aliviaré”. Sólo Jesús nos alivia, nos descansa, nos reanima, nos devuelve (incluso cuando dormimos) la fortaleza y el ánimo.

“GRACIAS” Y “PERDÓN” EN NAVIDAD

Para conservar el ánimo y la fortaleza nos servirán de mucho dos realidades, muy buenas también para “expresar” (porque son mucho más que dos “términos”, son realidades, pero nos cuesta mucho decírselas a las personas): “Gracias” y “Perdón”.

Preguntó Pedro a Jesús: ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano, hasta siete veces?... respondió Jesús: no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (Mt. 18, 21). Nosotros también necesitamos ser perdonados (porque si miramos bien, mucho hemos pecado) y también necesitamos perdonar. Es la ocasión de reflexionarlo: ¿Cómo lo hemos visualizado en nuestra preparación a la Navidad?. ¿Con qué disposición hemos acudido al sacramento de la reconciliación, o lo hemos promovido o alentado?. A cada uno la respuesta. Pero si descuidamos el sacramento de la reconciliación ningún renacimiento florecerá.

INGRESEMOS EN LA “TEODRAMÁTICA” DEL NIÑO

Al Eterno ya nos lo ha manifestado, Él, Jesús, que es la Epifanía del Padre, pues "nadie conoce al Padre sino el Hijo" (Mt 11,27). En su Venida Gloriosa lo veremos “cara a cara”. La Eternidad beata es nuestra esperanza. Mientras tanto, nosotros conocemos a Dios porque  el Niño nos lo ha dado a conocer, para que tuviéramos vida, pues "esta es la voluntad del Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna"(Jn 6,40). Es lo que cuenta, con todas las buenas consecuencias que tiene para la vida humana, en camino a la Patria del Cielo. Todo lo demás pasa, “como la hierba que se seca”.

Así, entonces, con gran afecto pido que esta Navidad nos sumerja más y más en lo Eterno, y a la vez nos haga resurgir a una vida nueva y nos reafirme en nuestra responsabilidad de evangelizar (fácil es decirlo, difícil es “dejarse renovar”). Al “drama” que significa esta vida, dejémoslo transformar por Dios; puede hacerlo, quiere hacerlo, según el mayor bien para nosotros. Aceptemos que Él sea “Señor” de nuestra propia historia, en salvífica “teodramática”, no importa cuántas tristes vicisitudes podamos haber experimentado, quizá también con alguna “dies amara valde” (día de infinita amargura). La alegría del Corazón de Cristo todo lo supera y si la asumimos, nadie nos la podrá quitar.

El único Señor de la Historia es Dios. El único real Protagonista de la Evangelización es el Espíritu Santo. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo y el Pueblo de Dios. Nosotros cultivemos cada día más el espíritu de servidores. Imploremos la ayuda de la Virgen Inmaculada Madre de Dios, Madre de la Iglesia, y del Patriarca San José, “varón Justo” Patrono de la Iglesia; ellos fueron por excelencia de las excelencias los más puros anawim, en su espíritu manso, dulce y fuerte, ellos creyeron, contra toda expectativa humana, que “para Dios nada hay imposible" (Lc 1,37) y se sintieron confortados en Aquél Único que nos conforta (Cf Flp 4,13) pues María y José vivieron en plenitud esta certeza: el que, “para quienes aman a Dios todas las cosas contribuyen al bien” (Rm 8,28).

Sí, en el mysterium pietatis, misterio de piedad, todo se transforma en Bien para los que aman a Dios. Nosotros aferrémonos a que todo es posible para el que cree. Preguntémoselo, en nuestro interior, a María, “la Mujer creyente”.

Feliz Navidad, con todo el corazón, y “con todo el amor del que soy capaz” (en el sentir del Beato Charles de Foucault) muy feliz renacimiento en los corazones, en las familias y en las comunidades, bendiciones de lo Alto de las manos del Divino Niño; tengamos esperanza, sembremos esperanza. Paz y Bien.

Con afecto pastoral, en el Señor Jesús,


+Oscar

21 de diciembre de 2011



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Notas.
(1) Cf San Agustín, de Trin. 8, 5, 7; P.L. 42, 952.
(2) Benedicto XVI, Audiencia pública del miércoles 21 de diciembre en el Aula Pablo VI del Vaticano.
(3) Ibid.
(4) Pablo VI,  MESSAGGIO URBI ET ORBI   Solennità del Natale del Signore  Giovedì, 25 dicembre 1975

jueves, 15 de diciembre de 2011

Anuncio del Año Jubilar del quincuagésimo aniversario de la parroquia de Presidente Derqui (Pilar) con oportunidad de las multitudinarias confirmaciones

la noticia puede leerse también en: Padrenuestro.net

El día domingo 11 ppdo. El Obispo de Zárate-Campana, Mons. Oscar Sarlinga junto con el cura párroco de San Antonio de Padua de Presidente Derqui y decano de Pilar, Pbro. Oscar Iglesias anunciaron el inicio del año jubilar que culminará en junio de 2012 para el quincuagésimo aniversario de la parroquia, precisamente en las fiestas de San Antonio de Padua, su patrono.
El año jubilar incluye gestos especiales de misión, inicio de lugares de culto y de promoción social en lugares de recentísima población o asentamientos en esa populosa zona del partido (tal como el muy reciente barrio “La Escondida” por ejemplo) y promoción de la evangelización en las distintas localidades y barriadas de esa zona del partido de Pilar, que según cálculos municipales supera los 80.000 habitantes, y contiene en sí barriadas que forman como mini-regiones, tales como el barrio Monterrey (de fuerte inmigración paraguaya, con su vicaría de Nuestra Señora de Caacupé, a cargo del Padre Dino Baldán, en la que se calculan 32.000 habitantes, y donde trabajan apostólicamente los Padres de los Misioneros de San Juan, las Hnas. del Niño Jesús y la asociación de los Apóstoles de la Palabra).
Es una zona de contrastes, `pero llena de potencialidades, donde el anuncio del año jubilar quiso dar nuevo impulso a la “nueva evangelización” con gestos y actitudes concretas, y a la vez con la dimensión misionera de toda la pastoral, también en lo que se refiere a la celebración de los sacramentos. En el caso, ese día domingo, fueron confirmados 310 jóvenes y adultos de las distintas comunidades barriales y también del colegio de las Hnas. de Santa Ana, presentes en Pte. Derqui desde hace muchos años. Concelebraron con el Obispo Mons. Oscar Sarlinga el cura párroco mencionado, Pbro. Oscar Iglesias, junto con Mons. Edgardo Galuppo, vicario general, y el P. Emo, colaborador externo de la parroquia.
El Obispo explicó el sentido del Adviento, del sacramento d ella confirmación como plenitud, a la vez sello y envío, y se refirió a la relación esencial entre evangelización y promoción humana integral. Sobre la revalorización de la función de los sacramentos en la evangelización, mencionó lo expresado en el Plan Pastoral diocesano, que dice que, tal como fue explicado en Evangelii nuntiandi, en todo el Magisterio posterior, y en Navega Mar adentro: “(…) la evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina. Porque aquella debe conducir a la vida: a la vida natural a la que da un sentido nuevo (…); a la vida sobrenatural, que (…) encuentra su expresión viva en los siete sacramentos y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que contienen”. Esto es así, dijo, porque, en efecto, la evangelización despliega de este modo toda su riqueza cuando realiza la unión más íntima, o mejor, una intercomunicación jamás interrumpida, entre la Palabra y los sacramentos. Porque es equívoco y nocivo el oponerla evangelización a la sacramentalización. Lo que hay que evitar es el «sacramentalismo».
Es seguro que si los sacramentos se administran sin darles un sólido apoyo de catequesis sacramental y de catequesis global, se acabaría por quitarles gran parte de su eficacia: “(…) la finalidad de la evangelización es precisamente la de educar en la fe, de tal manera, que conduzca a cada cristiano a vivir -y no a recibir de modo pasivo o apático- los sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe”. Y la fe ha de llevarnos “a una vida conforme a la fe”, tal como lo afirma el Papa Benedicto XVI en su motu proprio “Porta fidei”, documento papal que Mons. Oscar Sarlinga presentó a los fieles en esa ocasión.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Miles de fieles participaron de la solemnidad de la Inmaculada Concepción en Campana

  La diócesis de Zárate-Campana está bajo el patronazgo de la Inmaculada, siendo la imagen de Nuestra Señora de Luján (título patronal de la diócesis), una "humilde imagen de la Pura y Limpia Concepción" que quiso quedarse (…) para manifestar su maternal protección sobre el pueblo argentino” como reza el prefacio de su misa ritual. Por la tarde, ya antes de las 19 había una gran congregación de gente junto a la plaza Eduardo Costa.
Las campanas del carillón de Santa Florentina anunciaban la buena nueva y convocaban a la procesión, de la que participaron todos los niños que hicieron su “segunda comunión solemne” y consagración a la Virgen, de distintos colegios de la ciudad, entre los cuales principalmente el Santo Tomás de Aquino, el Padre Aníbal María di Francia y el  San Roque. Todos fueron acompañados por sus padres, familiares, amigos. Participaron las autoridades municipales, entre las cuales la Sra. Intendente, Doña Stella Maris Giroldi, y la manifestación de fe y devoción fue presidida por el Obispo Mons. Sarlinga, acompañado por el vicario general, Mons. Edgardo Galuppo, los párrocos de la ciudad, Pbro. Hugo Lovatto, R.P. Giovanni Guarino, P. Joaquín Ocampo, dj. Mons. Marcelo Monteagudo, delegado para las misiones, el Pbro. Pablo Iriarte y el Pbro. Lucas Martínez.  El coro de jóvenes de la iglesia catedral alegró en todo momento la procesión, ritmada por meditaciones en las esquinas de la amplia y renovada plaza de la ciudad, que abarca cuatro manzanas. 
Todas las parroquias del centro de la ciudad colaboraron con la organización del acontecimiento, y el Obispo y el clero se ubicaron en el atrio del complejo catedralicio, así como las autoridades. Con el Obispo concelebraron los sacerdotes mencionados y estuvieron también presentes el diácono Dib y los candidatos al diaconado permanente, acólitos Bruno y Pandiani, así como seminaristas del Seminario “San Pedro y San Pablo”. El Obispo Mons. Sarlinga se refirió al misterio de la Inmaculada Concepción, a su misión de darnos al Salvador del Mundo, a la inmensa alegría de vivir ya en la certeza de la eternidad bienaventurada que el Señor nos tiene preparada y a la necesidad de colaborar en esta tierra, con la preeminencia de la Gracia divina, la civilización del Amor, un humanismo cristiano integral y solidario, signado por la presencia de la Virgen. Aludió a la colaboración en la sociedad civil según el principio de la Gaudium et spes, “mutua autonomía y sana colaboración” y asimismo exhortó a profundizar en los discursos de Benedicto XVI acerca de la “sana laicidad”. Luego citó a la carta apostólica “Signum Magnum” de Pablo VI, del año 1967, donde pone a la vez como imagen de “María” y de “la Iglesia” a “la Mujer revestida de Sol, con la luna bajo sus pies” del Ap. 12.1ss y dijo que “esa Mujer revestida de Sol” es la imagen de la humanidad renovada por la Gracia, y en un sentido “toda la humanidad en la medida en que está “llamada” a ser la Iglesia. Exhortó a profundizar en la Sagrada Escritura, y a los niños les dijo que se aferraran muy fuerte a la Palabra de Dios, a la eucaristía y a la devoción a la Virgen, todo ello alimentado por la oración, a comenzar por el Padrenuestro, que es la oración que Jesús nos enseñó”.
Al término de la celebración eucarística, el Obispo, la Sra. Intendenta y las autoridades se desplazaron hacia la plaza E. Costa, acompañados de gran cantidad de gente que se había congregado, para la bendición del gran árbol de Navidad emplazado y que al término de la bendición, realizada por el obispo, fue enteramente iluminado. Siguió un espectáculo de cantos de tenores (a comenzar por el Ave María) en la explanada del palacio municipal, y luego la congregación de numerosísimos niños en torno del personaje de “Papá Noel”, en preparación a la cercana Navidad. El cololario de celebración cívica en el día de la Inmaculada Concepción fue un digno broche de oro en honor de nuestra Madre la Virgen María.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Con una multitud se tuvo la celebración de la Medalla Milagrosa en Belén de Escobar

Dióc. Zárate-Campana
BELÉN DE ESCOBAR Multitudinarias celebraciones de la Medalla Milagrosa
Templo de la Medalla Milagrosa en Escobar
El domingo 27 de noviembre se celebró por la mañana la festividad de la Medalla Milagrosa, con la iglesia repleta de fieles, entre los cuales muchas familias y niños. Concurrió a las celebraciones el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga, quien, previa procesión realizada por la comunidad católica presente, presidió la eucaristía de las 10.30, acompañado por el Rev. Padre visitador provincial, Juan Carlos Gatti, el vicario general, Mons. Edgardo Galuppo, y los Padres José Luis Defina y Carlos Javier González, de la Congregación de la Misión. La Casa religiosa de la Congregación, de presencia muy antigua en la actual diócesis de Zárate-Campana, se encuentra en Belén de Escobar, en calle Los Lazaristas 893, en predio del gran colegio “San Vicente de Paúl” y el espacioso templo, de hechura moderna de los años ’70, al lado del colegio. El templo cuenta con una hermosa imagen de la Virgen en la advocación de la Medalla Milagrosa hecha en azulejos. La novena preparatoria, desde el viernes 18 hasta el sábado 26, comprendió rosario de la aurora, rezo del Santo Rosario y Santa Misa, cada uno de los días, y el sábado 26 se tuvo a las 18 la adoración y bendición con el Santísimo, luego el Santo Rosario, y luego de este la comunidad presente participó del espectáculo del cantautor Fernando Moser, con los temas de su último CD “Queremos alabarte”.
El obispo comenzó su homilía introduciendo el tiempo de Adviento, “advenimiento o llegada de Jesucristo a nuestras vidas, en un tiempo litúrgico que expresa la gracia viviente que el Espíritu Santo confiere” –dijo- y explicó el sentido de “estar prevenidos”, del Evangelio del día. Luego hizo mención a la pena en el corazón por la ausencia del P. Rafael Carli, quien partiera a la Casa del Padre el viernes 25, pero a la vez mencionó que, ante la partida de un sacerdote tan querido, no vio en el rostro de ningún fiel amargura o desolación, sino esperanza, alegría y fe en la vida eterna. Dijo el Obispo que el P. Carli murió mientras estaba rezando el rosario, y que era un sacerdote para quien, con espíritu de fe, “podríamos decir, creía cordial y produndamente en Cristo y la Iglesia, pues no hay Iglesia sin Cristo y tampoco hay Cristo sin Iglesia, que es su Cuerpo Místico y su Pueblo en camino a la Pascua Eterna, y esto con la devoción que lo distinguía a la Santísima Virgen, que es Madre de Dios y Madre de la Iglesia”. Luego de hacer una serie de consideraciones sobre los frutos de la vida espiritual, a raíz de la imitación de Cristo en nuestra vida, y de hablar de los frutos del Espíritu Santo en nuestras familias y en nuestras comunidades, pidió en el adviento pusiéramos todo nuestro ser para derribar barreras de enemistad, para perdonar, para dejarnos hacer creaturas nuevas en el Señor, y que ofreciéramos en la intención de la misa a todos nuestros fieles difuntos, nuestras buenas intenciones y proyectos y todas nuestras necesidades y acciones de gracias. Explicó brevemente a continuación Mons. Sarlinga lo esencial del mensaje que la Virgen transmitió a Santa Catalina Labouré (“bastante poco conocido y poco leído”, dijo), y mencionó que de los cinco puntos principales que podrían resumirse, cuatro se han cumplido y uno no se ha manifestado con tanta evidencia todavía, al menos en plenitud, pero reafirmó también que la oración, el ofrecimiento, la penitencia, la conversión, la alegría testimoniada, el amor ferviente a Jesús, puede iluminar la vida y la historia de los seres humanos, venciendo la oscuridad que tantas veces se cierne, cambiando incluso el curso de la historia si de verdad nos convertimos a Dios, y que lo que nos transmite sobre todo la Virgen es esa necesidad de acercarnos al Señor y a su Amor, pues Ella es Esposa del  Espíritu Santo, la creatura más excelsa donde el Espíritu mora con mayor plenitud, así como también toda la palabra de María, que significa toda su profecía, que se ve como concentrada en el “Magnificat”, y esta palabra es para nuestra salvación, y que en este sentido los cristianos tenemos que ponernos más a disposición para ser “luz y sal” para el mundo, a comenzar por la fe, la esperanza y la caridad, y esta última también en su dimensión social de la solidaridad, la realización del Evangelio del Amor.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Peregrinación del Pueblo de Dios a Luján

Con espíritu de fe, y alegría comunitaria se realizó la peregrinación a Luján. Autoridades viales de San Nicolás estimaron en 40.000 los peregrinos. En medio de un importante operativo para garantizar la seguridad de todos los peregrinos, miles de vecinos de Campana , Zárate y demás ciudades que coinciden con la circunscripción de la diócesis marcharon el sábado a partir de las 16, en esta 33º Peregrinación a Pie a Luján. Mons. Oscar Sarlinga se dirigió a Zárate, donde, el sábado a las 16 desde la plaza central, dirigió unas palabras a los peregrinantes allí congregados, y les dio su bendición. A las 18 el grupo concentrado en la plaza E. Costa de Campana fue despedido por Mons. Edgardo Galuppo, vicario general.
 
 
Esta madrugada, al cierre de esta edición, ya habían comenzado a llegar los primeros grupos de fieles, mientras se esperaba el grueso de la llegada de los grupos para después de las 5.30.
Desde las 6.00 estaba prevista la realización de la misa central a cargo de Monseñor Oscar Sarlinga.
A partir de las 02.30 del domingo 6 comenzaron a llegar los fieles peregrinos a Luján, donde fueron recibidos por los sacerdotes de la Basílica. El Obispo Mons. Sarlinga y numerosos sacerdotes estuvieron presentes desde las 03 de la madrugada de ese domingo para atender a los fieles en el sacramento de la reconciliación, es decir, para quienes se acercaron a confesarse, los cuales fueron en gran número, procedentes de las distintas ciudades. La Misa central fue presidida por Mons. Oscar Sarlinga y concelebrada por 20 sacerdotes de la diócesis, en tanto que numerosos otros permanecieron en los confesionarios para administrar la reconciliación.
Las instituciones intervinientes en la peregrinación, con la coordinación de la dirección de culto de la Provincia de Buenos Aires, fueron el ministerio de seguridad de la provincia de Buenos Aires, a través del Centro de Operaciones Policiales (COP) y las jefaturas departamentales y distritales de Zarate, Campana, Exaltación de la Cruz, Pilar, Mercedes-Luján, también el ministerio de salud de la provicia, la agencia vial de transporte de la provincia que por la resolución 49/2011  otorgaron el corte y restricción al tránsito de la ruta 6 y de todo el recorrido de la Peregrinación, la dirección  Políticas de Seguridad Vial, la ayuda de cruz roja, bomberos voluntarios y muy especialmente el municipio de Campana y Zárate, así como también Pilar y Exaltación de la Cruz.

domingo, 30 de octubre de 2011

Diaconado permanente en la diócesis

El Obispo y algunos sacerdotes tienen encuentro y Santa Misa con los candidatos al diaconado permanente y sus familias en el predio de Schoenstatt, en Escobar el domingo 30 de octubre. Es el segundo encuentro del Obispo con los candidatos al diaconado permanente en el año. Esto se da en armonía con la promoción de las vocaciones sacerdotales. En varias oportunidades hemos expresado la alegría de la comunidad diocesana por el aumento, perseverancia y santificación de las vocaciones sacerdotales en la diócesis, de lo cual es manifestación nuestro Seminario diocesano “San Pedro y San Pablo”. También las vocaciones al diaconado permanente, en comunión orgánica, han crecido y se han alentado, siendo un buen grupo el que se forma en la Escuela de Ministerios diocesana. Es de destacar que también hay vocaciones al diaconado permanente célibe. Con la ordenación diaconal del Sr. Oscar Cabrera, el 29 de octubre, en Maquinista Savio, tenemos un caso de un esposo y padre de familia y padre de 9 hijos, dedicado a su trabajo, y a la evangelización en la pastoral.
Cruz del Diaconado permanente
Nuestro Plan Pastoral delinea los trazos más salientes del diaconado permanente en la diócesis. Es un Plan abierto a concreciones, y de hecho ya han comenzado a realizarse las consultas para su revisión en el año 2012, como estaba previsto.  A comenzar desde el Espíritu, esto es, en promover entre los ministros ordenados una profunda experiencia de Dios que alimente el seguimiento e imitación de Cristo «Buen Pastor». El diácono permanente ha de fomentar de modo también «permanente» una mayor vivencia de la comunidad católica, e impulsar la Nueva Evangelización como la entiende la Iglesia, viviendo el ministerio ordenado desde la perspectiva de la caridad pastoral, así como reavivar con la gracia de Dios el carisma recibido, a través de una sólida formación permanente.
El Obispo como Sucesor de los Apóstoles ordena diáconos permanentes, después de un previo discernimiento vocacional, principalmente a través de la Escuela del Diaconado Permanente,  una vez comprobadas tanto la idoneidad y formación para este ministerio como la vinculación con la comunidad (que es esencial), y en razón de las necesidades de las diócesis.  Es la diócesis la que está llamada a crear concretamente los espacios necesarios para que los diáconos colaboren en la animación de servicios pastorales, detectando y promoviendo líderes, y estimulando la corresponsabilidad de todos, en la comunión jerárquica y orgánica, para una cultura de reconciliación y solidaridad.  No podríamos olvidar la dimensión misionera de los diáconos permanentes, pues ha sido uno de los ejes fundamentales de nuestra organicidad pastoral. Estos ejes son  la comunión y la misionariedad, y han dado tanto fruto tanto en las misiones diocesanas como en  las misiones populares en las parroquias, y aquéllas emprendidas por asociaciones de fieles y movimientos. La misionariedad fructifica cuando hay comunión, por ello, el Obispo y los sacerdotes, en este aspecto que estamos considerando, han de acompañar a los diáconos permanentes en su proceso formativo y de santificación y en el ejercicio de su ministerio, integrándolos activamente en la vida pastoral y fraterna, esto es, en una «fraternidad del Orden Sagrado», en un espacio de verdadera fraternidad, que es obra del Espíritu Santo.  Nuestro Obispo solicita a menudo a los diáconos permanentes casados el mantener siempre un gran equilibrio con respecto al tiempo que le dedican a su familia, a su trabajo y a su ministerio, y que sean ejemplos vivos de la unidad y amor familiar en sus hogares.

¿Qué es el diaconado permanente?
El sacramento del ministerio apostólico comporta tres grados. De hecho «el ministerio eclesiástico de institución divina es ejercido en diversas categorías por aquellos que ya desde antiguo se llaman obispos, presbíteros, diáconos» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Dogm. Lumen Gentium, 28) Junto a los presbíteros y a los diáconos, que prestan su ayuda, los obispos han recibido el ministerio pastoral en la comunidad y presiden en lugar de Dios a la grey de la que son los pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno. (Cf. ibidem, 20; C.I.C., can. 375, § 1.)La institución diaconal floreció, en la Iglesia de Occidente, hasta el siglo V; después, por varias razones conoció una lenta decadencia, terminando por permanecer sólo como etapa intermedia para los candidatos a la ordenación sacerdotal. El Concilio de Trento dispuso que el diaconado permanente fuese restablecido, como era antiguamente, según su propia naturaleza, como función originaria en la Iglesia. (Cf. Concilio de Trento, Sesión XIII, Decreto De reformatione, c. 17: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, ed. bilingüe cit., p. 750.) Pero tal prescripción no encontró una actuación concreta. El Concilio Vaticano II determinó que «se podrá restablecer el diaconado en adelante como grado propio y permanente de la Jerarquía... (y) podrá ser conferido a los varones de edad madura, aunn casados, y también a jóvenes idóneos, para quienes debe mantenerse firme la ley del celibato», según la constante tradición.( LG 29) Las razones que han determinado esta elección fueron sustancialmente tres: a) el deseo de enriquecer a la Iglesia con las funciones del ministerio diaconal que de otro modo, en muchas regiones, difícilmente hubieran podido ser llevadas a cabo; b) la intención de reforzar con la gracia de la ordenación diaconal a aquellos que ya ejercían de hecho funciones diaconales; c) la preocupación de aportar ministros sagrados a aquellas regiones que sufrían la escasez de clero. Estas razones ponen de manifiesto que la restauración del diaconado permanente no pretendía de ningún modo comprometer el significado, la función y el florecimiento del sacerdocio ministerial que siempre debe ser generosamente promovido por ser insustituible. Pablo VI, para actuar las indicaciones conciliares, estableció, con la carta apostólica «Sacrumdiaconatusordinem» (18 de junio de 1967),(AAS 59 (1967), 697-704) las reglas generales para la restauración del diaconado permanente en la Iglesia latina. El año sucesivo, con la constitución apostólica «Pontificalisromanirecognitio» (18 de junio de 1968),(AAS 60 (1968), 369-373) aprobó el nuevo rito para conferir las sagradas órdenes del episcopado, del presbiterado y del diaconado, definiendo del mismo modo la materia y la forma de las mismas ordenaciones, y, finalmente, con la carta apostólica «Ad pascendum» (15 de agosto de 1972),(AAS 64 (1972), 534-540) precisó las condiciones para la admisión y la ordenación de los candidatos al diaconado. Los elementos esenciales de esta normativa fueron recogidos entre las normas del Código de derecho canónico, promulgado por el papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1983. (Los cánones que hablan explícitamente de los diáconos son una decena: 236, 276, § 2, 3o; 281, § 3; 288; 1031, §§ 2-3; 1032, § 3; 1035, § 1; 1037; 1042, 1o; 1050, 3o.)

martes, 25 de octubre de 2011

El Obispo Mons. Oscar Sarlinga encabeza los actos por el Décimo Aniversario del Centro de Formación Profesional del Delta, "Nuestra Señora de las Islas"

éste artuculo puede leerse también en: http://padrenuestro.net/
Obispado de Zárate-Campana
Visita del Centro Profesional 404 “Nuestra Señora de las Islas” en el 10mo. Aniversario de su creación

El Centro Profesional de Nuestra Señora de las Islas cumplió 10 años de su fundación. Nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga junto con Mons. Edgardo Galuppo, Mons. Santiago Herrera y el Pbro. Hugo Lovatto (cura párroco de Santa Florentina, en cuya jurisdicción está la isla), de conjunto con el Ing. Papotta (representante del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca) y el Prof. Mauro Di María (representante del Municipio de Campana) acudieron a la celebración de este importante centro de promoción humana integral, que experimentó en estos últimos años un notable crecimiento. El viaje se efectuó en lancha de Prefectura, con partida desde el puerto de Campana, y el prefecto principal Maggi tuvo la gentileza de acompañar la comitiva y participar de los actos.  En 2007 pudo reanudarse el convenio con la Provincia de Buenos Aires, lo cual hace más factible la excelencia de su funcionamiento, que cuenta con la mejor voluntad y colaboración de las familias isleñas, de los profesores y del Obispado. La Sra. Estela Guntine, directora, convocó a las escuelas e instituciones de las zonas aledañas del Delta para sus festejos.
El Centro se ubica en torno de la antigua casa construída en 1894, por entonces habitada por Ernesto Blondeau, donde actualmente funciona el mencionado Centro, que recibe alumnos mayores de dieciseis años, y que pertenece al Obispado de Zárate - Campana. La dirección se encuentra a cargo de la mencionada Sra. Estela Giuntini, y tiene como fin enseñar a los isleños actividades con posibilidades de desarrollo de microemprendimientos, en el orden de la agricultura, la ganadería, las artesanías, la lengua inglesa, la computación, la apicultura, la horticultura y otros modos con notable salida laboral.  Se han realizado también progresos en el ámbito de la inseminación artificial de bovinos, del cultivo de nuez “peccan” y de otras especies que se dan muy bien en la isla. También desde hace unos años se restableció la catequesis –voluntaria-, a cargo de la parroquia de Santa Florentina (catedral) y que cuenta con muy numerosos catequizandos, tanto de alumnos como de sus familias. El Obispo puso énfasis en el sentido de la promoción humana “integral” y en nuestra contribución a la civilización del Amor, también a través de dichas obras, y destacó el espíritu de fe y de sacrificio de los pobladores del Delta, y lo mismo hizo la Sra. directora. El coro de las alumnas, o madres de alumnos, cantó varios cantos para la asamblea presente, con entonadas voces y muy buena dirección.
Los actos comenzaron con un power-point comprehensivo de las actividades del Centro desde su fundación hasta la actualidad, de palabras del Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, del Ing. Papotta y de la Sra. directora, Estela Guntine. Siguió la plantación simbólica de dos árboles, efectuadas por el Obispo, por el Ing. Papotta y por profesores y alumnos, luego de lo cual se procedió al descubrimiento y bendición de la placa alusiva del 10mo. Aniversario, lo cual fue seguido de un ágape fraterno, para lo cual se consumió productos estrictamente producidos en la isla.
Para las festividades de la Inmaculada Concepción, los 8 de diciembre, es tradicional la peregrinación náutica desde el puerto de Campana a Nuestra Señora de las Islas.

martes, 18 de octubre de 2011

Se llevó a cabo la 5ta. Misión Joven en Pilar y concluyó con la misa de clausura del 16 de octubre

Éste articulo puede leerse también en: http://padrenuestro.net/
Culminó la Vta. Misión Joven diocesana (16 de octubre)
Tuvo lugar en Pilar (ejido urbano de la ciudad, en parroquia de Nuestra Señora del Pilar)
Como todos los años, la Misión Joven convocó una multitud de jóvenes misioneros, quienes vivieron la profunda alegría de evangelizar, al mismo tiempo que afianzaron su fe y compromiso con Cristo y la Iglesia, de acuerdo con las palabras del Beato Juan Pablo II: “la fe se fortalece dándola” (de la Redemptoris misio).
La logística organizacional, el laborioso y silencioso trabajo de la cocina y el encargo de la alimentación de los jóvenes, la organización de las visitas a las familias y las dinámicas de grupo, el equipo litúrgico y de música, estuvieron a cargo de la delegación de Pastoral de Juventud y de la parroquia anfitriona, Nuestra Señora del Pilar.
La Misión Joven es organizada por la pastoral de Juventud (a cargo del P. Hugo Lovatto con el secretariado diocesano) y con apoyo de la delegación de misiones, la puesta a disposición de la parroquia que pide la misión y toma a cargo su organización, y el acompañamiento continuo del Obispo y de los organismos pastorales diocesanos.
Este año fueron 527 los jóvenes participantes, entre los cerca de 500 inscriptos en la delegación de Juventud y los restantes "servidores" pertenecientes a la parroquia.   Durante la misión se tuvo visitas a las familias del lugar, evangelización y misión realizadas por los jóvenes, y algunos actos especiales, de carácter litúrgico, y animación misionera, así como estuvieron a disposición durante los días de misión los sacerdotes diocesanos que, numerosos (más de 20) acudieron para administrar el sacramento de la reconciliación.
Las parroquias del partido de Pilar prestaron una colaboración activa y muchos de los jóvenes misioneros eran provenientes de ellas, pero también de parroquias de Zárate, de Campana, de Baradero, de San Antonio de Areco, de Exaltación de la Cruz y de Escobar. 
Durante la misión se tuvieron también algunos espectáculos, como el musical católico, a cargo del P. Poli, secundado por los jóvenes de la parroquia de Nuestra Señora de Pilar, procesión nocturna, y distintas dinámicas de grupo, que afianzaron a los jóvenes en su espíritu misionero.
En la misa de clausura, el domingo 16 de octubre, a las 11, concelebrada por 15 sacerdotes, con la asistencia de todos los seminaristas, fue presidida por Mons. Oscar Sarlinga y concelebrada por el cura párroco, Pbro. Jorge Ritacco, el vicario, Mons. Edgardo Galuppo, el Rector del Seminario, Mons. Santiago Herrera, el decano de Pilar, Pbro. Oscar Iglesias y otros sacerdotes del decanato y del resto de la diócesis.
En su homilía el Obispo destacó el espíritu misionero y esperanzador de los jóvenes, fruto de la presencia del Espíritu Santo, e hizo referencia al sentido de la misión, a la necesidad de ser "concordantes" (en el sentido de aportar concordia y unión de los corazones) y "esperanzados", antes que "discordantes" y "quejosos", porque con estas dos actitudes últimas, la Iglesia no hace misión. Agradeció a todos, autoridades presentes, a los laicos, especialmente a quienes tuvieron a cargo la logística de la misión (de la parroquia de Ntra. Sra. del Pilar), al colegio "Nuestra Señora del Pilar" que prestó toda su colaboración, y en especial a los jóvenes misioneros, quienes multitudinariamente participaron de la misa, junto con otros jóvenes y familias de la zona. También destacó el sentido de la “nueva evangelización”, a la expresión del Beato Juan Pablo II en la Redemptoris missio (“la fe se fortalece dándola”) y al anuncio que esa misma mañana había hecho el Papa Benedicto XVI acerca de la próxima convocación al “Año de la fe”.
A continuación ofrecemos algunos aspectos del Plan pastoral que se refieren a la Misión Joven.
La «Misión Joven» diocesana, se encuentra en el contexto de nuestra opción por la comunión y la misionariedad, que han quedado plasmados en nuestro «Plan Pastoral diocesano», el cual, en la INTRODUCCIÓN, I: «ORIENTACIÓN FUNDAMENTAL del PLAN» nos habla en primer lugar de la dimensión «discipular» a la que nos llama el Documento de Aparecida, a saber:
“En este sentido, dicho Documento de Aparecida nos lleva a ver en dicha pastoral orgánica una dimensión discipular: "Una dimensión constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa”.
La «conversión a Jesucristo» es fundamental para redescubrir el sentido de la misión; por esta causa sigue diciéndonos nuestro «Plan»:
“A los fines de asegurar la vitalidad de esta pastoral ordinaria y orgánica sobre todo hemos de retomar con energía el proceso de la reforma y conversión de nuestras parroquias, procurando su renovación en profundidad y en ámbito evangelizador, aprovechando la totalidad de sus potencialidades pastorales para llegar efectivamente a cuantos le están encomendados, asumiendo de modo decidido y convencido un «estado permanente de misión», en primer lugar dentro de su propio territorio”.
Por supuesto, tenemos una historia, y la vocación por la dimensión misionera de toda la pastoral hemos venido trabajándola en las distintas instancias de nuestra Iglesia local desde hace más de tres años. En nuestro «Plan Pastoral» (en el capítulo I: «EL CAMINO PASTORAL RECORRIDO NOS ORIENTA, Y NOS ALLANA EL CAMINO POR RECORRER»), en el n. 2, se nos brindan «Orientaciones programáticas efectivamente realizadas y re-asumidas en este Plan Pastoral», entre las cuales las siguientes:  -La Misión como una necesidad permanente y una actitud necesaria para la evangelización de nuestra diócesis. -El impulso de la Pastoral de Juventud y Pastoral Vocacional -El apoyo a los Movimientos eclesiales en la diócesis y a su integración en la Pastoral orgánica.  Asimismo, en el capítulo I, n. 7, cuando se habla de la profundización en la dimensión evangelizadora de toda la Pastoral, se nos recuerda a todos que “(…) el Proyecto pastoral debe profundizarse aún más al considerar el aspecto evangelizador, el objetivo de lograr una diócesis misionera. También en ese sentido, el «camino recorrido», o la misma realidad eclesial vivida, tiene mucho para proponernos.  Ya se había reflexionado sobre la necesidad de la misión entendida en primer lugar hacia dentro de la misma comunidad diocesana. Ése es el sentido del llamado "estado de misión".  En el Mensaje que nos dirigió nuestro Obispo con motivo de la apertura del «Año Paulino Jubilar» nos decía nuestro Pastor:  "Este tiempo de gracia es ocasión propicia también para que reflexionemos en la relación esencial entre justicia y caridad, virtudes inseparables, tema al cual el Papa le ha dedicado una especial consideración en la segunda parte de su Encíclica «Deus Caritas est». No existe caridad sin justicia. Al mismo tiempo, el cristiano está llamado a buscar siempre la justicia, llevando dentro de sí el impulso superador que proviene del Amor, que supone la justicia y la trasciende. Reaprender a ser justos, a compartir, a crear condiciones de justicia y paz, implica abrir el corazón a Dios y a los hermanos. Que sea éste un tiempo en que podamos ver cómo la fe abre puertas extraordinarias al trabajo por un orden justo en la sociedad, a una «caridad social» rectamente entendida y aplicada, y en particular en lo referente a los fieles laicos, en la participación personal en la vida pública, cooperando con los demás ciudadanos" (Carta pastoral del Obispo con motivo del Año Paulino")  Ahora entonces, fijémonos en la referencia concreta que hace el «Plan Pastoral diocesano» a las misiones juveniles (capítulo I, n. 7):  “La propuesta y puesta en práctica de las «misiones juveniles» llevadas a cabo en distintas ciudades y localidades de la diócesis por parte de grupos de jóvenes misioneros ha tenido una importancia clave en el conocimiento mutuo, en el amor por el sentido de la misión, y en la revitalización de comunidades católicas que hasta ahora habían sido visitadas más bien por otros grupos religiosos o incluso por sectas”.  Conjugando la Pastoral Litúrgica, con la de Juventud, con la Pastoral misionera, la vocacional y la caritativa institucional, fueron planificadas las misiones juveniles en el mismo lugar, ciudad o partido donde iban a ser celebradas las Fiestas Patronales diocesanas (en torno al 8 de mayo), día en que se viene llevando a cabo una entera «Jornada Pastoral», compuesta principalmente por la dimensión catequística, juvenil y caritativa”.  Todo un programa de vida y de vida misionera. Pongamos aquí nuestro corazón, para que tantos hermanos se encuentren con la Palabra de Jesucristo, con la Eucaristía, que se reconcilien con el Señor y con la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios, que se reconcilien con el Amor con el que Dios nos amó, y dén de ese Amor a los demás, para construir una sociedad nueva.

domingo, 16 de octubre de 2011

Festejos del centenario del templo de Santa Teresa de Jesús en Garín y cincuentenario de la parroquia homónima, en el año jubilar parroquial.

La ciudad de Garín, en la cual existen dos jurisdicciones parroquiales (Santa Teresa de Jesús y Jesús Misericordioso) forma parte del partido de Escobar. Presidió las celebraciones el Obispo diocesano, Mons. Oscar Sarlinga. De la ceremonia participaron 10 sacerdotes, 2 diáconos, numerosos hermanos y hermanas, autoridades municipales, encabezadas por la concejal Mónica Bono, y representantes de las instituciones de la ciudad.
Con oportunidad de las fiestas patronales de Santa Teresa de Jesús, este último 15 de octubre, la parroquia homónima vivió su “año jubilar” en el centenario de la dedicación del templo, por parte de Mons. Francisco Alberti (por entonces de La Plata) y en el cincuentenario de la creación como iglesia “parroquial” por parte de Mons. Aguirre, Obispo de San Isidro, circunscripción a la cual pertenecía Garín en esa época. Los preparativos de los festejos incluyeron el jubileo de las instituciones y grupos de la parroquia, la gran caravana evangelizadora, la apertura solemne del mes teresiano, y asimismo la novena estuvo centrada en las virtudes teologales y cardinales, habiendo participado en cada caso, las autoridades municipales y asociaciones y entidades de bien público, los clubes y deportistas de distintas disciplinas, los matrimonios, los grupos misioneros, evangelizadores, catequistas, niños y jóvenes, los trabajadores, establecimientos educativos, maestros y estudiantes, los profesionales de la salud, los enfermos y los ancianos. No faltó la misa en el cementerio local, por los fundadores del pueblo y por los seres queridos difuntos, y la jornada de oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas.
La parroquia de Santa Teresa de Jesús fue confiada en el año 2007 por Mons. Oscar Sarlinga al instituto religioso de los Discípulos de Jesús y de San Juan Bautista, de derecho diocesano de la arquidiócesis de Salta. Su actual párroco es el R.P. Juan de Dios, dj. El día de la festividad litúrgica en honor de Santa Teresa de Jesús se comenzó temprano con el canto comunitario de las “mañanitas” y el Rosario de la Aurora, y a las 18.30 se tuvo la solmene procesión con la imagen y reliquia insigne de Santa Teresa, culminando a las 19.30 con la misa presidida por Mons. Sarlinga y concelebrada por 10 sacerdotes, de la que participaron autoridades, instituciones, escuelas y colegios con sus estandartes y abanderados, y fieles de las distintas capillas de la jurisdicción parroquial y asimismo de las capillas pertenecientes a la parroquia de Jesús Misericordioso (la segunda de Garín, cuyo templo fue inaugurado en 2007).
El Obispo en su homilía hizo referencia a Santa Teresa de Jesús, religiosa, fundadora y Doctora de la Iglesia, al auxilio del Espíritu Santo en la misión que recibió, razón por la cual –dijo- se la representa con el símbolo del Espíritu, la “paloma” en gesto de inspiración sobre sus escritos, y de cómo los dones del mismo Espíritu, principalmente la inteligencia, ciencia, entendimiento y consejo, se hallan abocados a auxiliar a la virtud de la prudencia, la primera de las virtudes cardinales. “La crisis de nuestra civilización actual –mencionó Mons. Sarlinga- si bien se trasunta más en cuestiones de justicia e injusticia –y esto es cierto- se basa sobre todo en una crisis respecto de la prudencia, y ésta entendida bien, más que a su caricatural manera de comprenderla como “el reternerse, el ser cauto o astuto”, la prudencia consiste en la recta razón del buen obrar, en la sabiduría de lo concreto, en la sabiduría para vivir y obrar rectamente y como mejor conviene al bien personal y al bien común, y para dejar que nuestra vida sea transformada por la Gracia del Espíritu y así se encamine en el gran Proyecto de Dios”.  Acto seguido hizo un historial de los antecedentes de la parroquia, cuyos orígenes se remontan al 15 de octubre de 1911, y mencionó la persona y obra del Pbro. Pedro Alberto Perna (quien fue el primero en establecerse de modo estable en Garín, como capellán, en mayo de 1959, y luego, en 1961, nombrado cura párroco) y al Pbro. Agustín Arévalo (presente en la celebración) quien fuera cura párroco por 17 años de dicha comunidad.
Al término de la celebración eucarística se descubrió una placa de bronce al ingreso del templo parroquial, con un recuerdo de todo lo mencionado, y siguieron festejos populares, con fuegos artificiales, danzas folklóricas y ágape comunitario, en la plaza principal de la ciudad, contigua al templo.

miércoles, 12 de octubre de 2011

La recientemente creada parroquia de Nuestra Señora de la Paz y San Francisco de Asís celebró por vez primera sus patronales

La noticia puede verse también en: http://padrenuestro.net/

Diócesis de Zárate-Campana
Primeras fiestas patronales de San Francisco de Asís en Pilar
La recientemente creada parroquia de Nuestra Señora de la Paz y San Francisco de Asís, en Pilar, con sede en la iglesia de San Francisco, del barrio “Carabasa” de la citada ciudad, celebró por primera vez sus fiestas patronales, presididas por el obispo Mons. Oscar Sarlinga y concelebradas por el cura párroco, P. Gabriel Micheli, el vicario general, Mons. Galuppo, el delegado de las misiones, Mons. Marcelo Monteagudo y el Pbro. Rodrigo Domínguez, en la solemnidad trasladada del seráfico Santo, el día domingo 9 de octubre. Participaron de las ceremonias el Intendente Municipal, distintos concejales y diversos representantes de instituciones de la ciudad.
Con oportunidad de las primeras fiestas patronales, fueron confirmados 21 jóvenes, los primeros de la parroquia, y se lanzó la misión parroquial, con los trípticos alusivos bendecidos por el obispo. Una reliquia insigne y autenticada de San Francisco de Asís, que había sido donada por el obispo el día de la puesta en posesión del primer párroco fue colocada de modo visible en la iglesia y asimismo, en el frente del templo, una efigie del hoy Beato Juan Pablo II, que Mons. Sarlinga había recibido en el Santuario de la Divina Misericordia, en las cercanías de Cracovia, en Polonia, y que también donó a la nueva parroquia. En el ofertorio una familia del lugar donó una muy antigua imagen de la Virgen de Luján, del siglo XIX. En su homilía el obispo Mons. Oscar Sarlinga pidió a los fieles renovar el sentido de la misionariedad, siguiendo la nueva evangelización a que nos han llamado el Beato Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI, “tanto con gestos concretos de misión” –dijo- “como sobre todo con espíritu misionero y dimensión misionera de toda la pastoral”. En su homilía, luego de brindar algunos trazos de la vida de San Francisco de Asís, pidió que viviéramos en el corazón el espíritu que lo animó en su célebre “oración” (la oración de San Francisco de Asís) y en especial cuando rogamos: “donde haya odio, ponga yo amor, donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia, pongamos unión, donde haya error, pongamos la verdad”. Dijo que la intercesión de San Francisco de Asís nos traerá la paz de Cristo, que es “tranquilidad en el orden” como la llamaba San Agustín, sobre todo en el interior, aunque los ámbitos en que nos toca actuar a veces puedan ser adversos. Recordó también cómo tuvo que luchar el rey David para lograr la paz en su reino, poniendo primero paz en su corazón, y a ese respecto exhortó a leer y meditar el Ier. Libro de las Crónicas, capítulo 12.
La jurisdicción parroquial abarca distintas aglomeraciones y urbanizaciones y posee una población actual de unos 8.000 habitantes, aunque se encuentra en franca expansión. La iglesia de San Francisco de Asís es la sede, en el corazón del barrio atravesado por la ruta provincial y en los alrededores de una de las urbanizaciones se encuentra la también recientemente inaugurada iglesia de Nuestra Señora de la Paz. Luego de una fructífera novena, de la que participaron fieles  de todos los ámbitos de la parroquia, y en la que predicaron numerosos sacerdotes, el día domingo a las 10.30 se concentraron los fieles en la rotonda de ingreso a la ruta y desde allí partió la procesión con la imagen de San Francisco de Asís, junto con todos los jóvenes de confirmación, sus catequistas, representantes de escuelas de la zona, grupos gauchescos y representación de otras instituciones. El coro parroquial tomó parte en todos los momentos de la celebración, y asimismo el nutrido grupo de catequistas y el grupo misionero, el cual, recién naciente, ya ha asumido la “misión parroquial” intensiva, casa por casa, lo cual se hizo por última vez cuando la gran misión en Pilar en 1983, pero en tiempos en que esa zona era conformada por unos campos con algunas casas y un camino. Al término de la misa hubo un ágape y también en la vera de los terrenos aledaños se realizó una feria artesanal alusiva.
La nueva parroquia se ha integrado bien en el conjunto del partido de Pilar. De hecho, de entre las seis nuevas parroquias que en los últimos años se han erigido, cuatro (4) de ellas se encuentran en dicha circunscripción. De entre las parroquias creadas en el partido de Pilar contamos: San Luis Gonzaga (Manzanares-Fátima), San Manuel Mártir (La Lonja), Nuestra Señora de Luján y San José Obrero (Zelaya) y Nuestra Señora de la Paz y San Francisco de Asís. Esta última abarca toda la franja poblacional del barrio “Carabasa” y su entorno (incluyendo el histórico “Pilar viejo”), así como la zona conocida como “Estancias del Pilar”, todas esas zonas desmembradas de la iglesia matriz, Nuestra Señora del Pilar (con su histórico templo). Todas estas constituyen realidades pastorales que conllevan un desafío, evangelizador puesto que enteras zonas populares, afectadas por la pobreza, conviven con nuevas urbanizaciones.

viernes, 23 de septiembre de 2011

La "Madonna del Pozzo" será entronizada en la iglesia de la Sagrada Familia de Los Cardales (partido de Exaltación de la Cruz)

Mons. Oscar Sarlinga entronizará el segundo ícono de la "Madonna del Pozzo" (del siglo XIII) Patrona de quienes sufren depresión. Será en Los Cardales, el 1ro. de octubre
A continuación reproducimos la carta que ha escrito monseñor Oscar Domingo Sarlinga, obispo de Zárate-Campana, en la celebración de la festividad de la Santísima Virgen María en su advocación de «Nuestra Señora del Pozo» (septiembre de 2007) dirigida a quienes «sufren depresión, angustia y situaciones de grave necesidad».

BUENOS AIRES, sábado, 29 septiembre 2007.

CARTA DEL PASTOR DIOCESANO A QUIENES SUFREN DEPRESIÓN, ANGUSTIA Y SITUACIONES DE GRAVE NECESIDAD
En la celebración de la festividad de la Santísima Virgen María en su advocación de «Ntra. Sra. del Pozo» («Madonna del Pozzo», 1256)

I. DEPRESIÓN Y ANGUSTIA, MALES COMPLEJOS DENTRO DEL MISTERIO DEL SUFRIMIENTO
En el pasado año de 2006 tuve la ocasión de declarar a la Santísima Virgen, en su advocación de Ntra. Sra. del Pozo, o «Madonna del Pozzo», como Patrona para quienes sufren depresión y estados de angustia y situaciones de grave necesidad, en esta diócesis de Zárate-Campana. Entronizada su imagen en la parroquia de Santa Rosa de Lima, en Villa Rosa (Pilar)y en otras capillas de la diócesis (como Santa Teresita, en Manuel Alberti, y María de Nazaret, en Zárate)(1), allí han acudido miles de fieles a lo largo de este año, con el maravilloso don de la Fe, o bien pidiendo al Señor ese don, junto con las gracias que necesitan, también el don de la salud, viendo como del todo natural que el cristiano enfermo o deprimido vuelva sus ojos a la Santísima Virgen Maria, «Causa de nuestra alegría y Salud de los enfermos»(2). Nada hay de especialísimo en dicha advocación: «Casa de María» son todas las iglesias donde se encuentra Jesús Eucarístico y la presencia espiritual de la Madre. El tema sí es especial; me mueve a dirigirles ésta sobre todo la necesidad pastoral que veo de afrontar con Fe y Esperanza el panorama de angustia y depresión en que viven no pocos hermanos y hermanas nuestros.
Nos mueve la Fe, que es un magnífico don de gracia; es la Fe en Jesucristo, Hijo del Dios Vivo, a quien Su Madre, la Santísima Virgen, nos atrae a todos con singular predilección, especialmente a quienes más lo necesitan, abriéndonos caminos de alegría y paz. Es por ello que la Iglesia siempre ha tenido tan en alto la preocupación por los enfermos y sufrientes, a imitación del propio Jesús, como lo refería el Papa Benedicto XVI en una reciente visita pastoral a una clínica: “Encontrándome entre vosotros, pienso de modo espontáneo en Jesús, que durante su existencia terrena siempre mostró una particular atención a los que sufrían, curándolos y dándoles la posibilidad de volver a la vida de relación familiar y social, que la enfermedad había impedido. Pienso también en la primera comunidad cristiana, donde, (…) muchas curaciones y prodigios acompañaban la predicación de los Apóstoles. La Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Señor, manifiesta siempre una predilección especial por quienes sufren y (…) ve en el que sufre a Cristo mismo, y no cesa de prestar a los enfermos la ayuda necesaria, la ayuda técnica y el amor humano, consciente de que está llamada a manifestar el amor y la solicitud de Cristo a ellos y a quienes los atienden (…)”(3). Así también nosotros debemos tener una especial solicitud para con los enfermos y los que sufren, y en especial para con los deprimidos y angustiados; más aún, en nuestras parroquias, movimientos y asociaciones de fieles, todo ello debiera ser un aspecto más que destacado de la pastoral.
Sí sabemos que se sufre como persona, con las características físicas, psicológicas y espirituales que cada persona posee. Tiene mucho, muchísimo que ver con el sentido de la vida que cada uno tenga, como afirma Cassell(4). Así, la esencia del sufrimiento consiste en cierta desintegración del ser, incluyendo el pasado, el futuro, el sentido de la vida de alguien, sus intenciones y proyectos, sus ideas de fuerza y sus creencias. El sufrimiento se da, pues, en una cultura, que es propia del ser humano. A este respecto, un valioso Documento del Pontificio Consejo para la Cultura, llamado «Para una pastoral de la cultura», recuerda que esta última “(…) es tan connatural en el ser humano que la naturaleza de éste no posee rostro sino cuando se realiza en su cultura”(5). Así también se realiza el rostro del sufrimiento, y por ende, de la depresión, la angustia, el sentimiento del estado de grave necesidad.
Ahora bien, la depresión y la angustia son siempre manifestaciones de sufrimiento. Pero la inversa no es igualmente cierta. Nos preguntamos, pues: ¿Qué es el sufrimiento?; ¿por qué el sufrimiento?. Y, todavía mejor, ¿para qué el sufrimiento?. ¿Existe un sentido de él?. Expongo estas preguntas (los cristianos tenemos una Respuesta, con mayúscula), pero, creo, no sería el momento de intentar dilucidar aquí cuestiones tan cruciales para el ser humano, y tampoco de establecer distinciones entre dolor y sufrimiento, y dentro de éstos, de profundizar en las causas psíquicas de la depresión y la angustia. Más que al sufrimiento en general, esta carta desea estar referida sobre todo a estas dos últimas, con una mirada pastoral.
Para introducirnos en tema, algo importante es no confundir el estado de ánimo triste, que constituye un malestar psicológico frecuente (y que conlleva el sentirse triste o deprimido) pero que no configura el padecimiento de una depresión en sí, puesto que ésta indica signos, síntomas, síndromes, un estado emocional permanente, una reacción clínica bien definida. En la depresión como estado pato-lógico se pierde la alegría y satisfacción de vivir, la capacidad de actuar y obrar, y la esperanza de recobrar el bienestar, cayendo en un sombrío ánimo. Precisamente, aquélla se acompaña de manifestaciones evaluables clínicamente en la esfera del estado de ánimo(6) del pensamiento(7), de la actividad psico-motriz(8) y de las manifestaciones somáticas(9).
Siempre considerando el no ser especialistas, podemos también afirmar, lato sensu, que el fenómeno de la depresión es complejo y multicausal(10). En ese sentido, el Papa Juan Pablo II, quien trató en distintas ocasiones el tema de la depresión desde una perspectiva humana amplia, hacía referencia a “(…) los diferentes aspectos de la depresión en su complejidad: van desde la enfermedad profunda, más o menos duradera, hasta un estado pasajero, ligado a acontecimientos difíciles –conflictos conyugales y familiares, graves problemas laborales, estados de soledad...–, que comportan una fisura o una ruptura en las relaciones sociales, profesionales, familiares. La enfermedad es acompañada con frecuencia por una crisis existencial y espiritual, que lleva a dejar de percibir el sentido de la vida”(11). Se encuentran allí mencionados los diversos aspectos y causas de la depresión, difusos hoy como nunca, tal como se ha expresado más arriba, en la cultura moderna.
Sin entrar en especializaciones, podemos genéricamente constatar, esto sí, es que la depresión es un mal particularmente complejo y presente en nuestra época contemporánea(12), caracterizada –como ninguna otra época- por el avance de los conocimientos científicos y del dominio del hombre sobre el planeta, pero también signada por el abandono, la soledad, la incertidumbre y las mil y una posibilidades de frustración, tantas veces originadas en el sinsentido de la vida, esto es, en que la vida humana aparece para muchos desprovista de sentido, o bien en factores externos, como graves injusticias infligidas, injusta miseria, desengaños, calumnias, estafas, trágica pérdida de seres queridos, pérdida de fe y esperanza por escándalo o pereza o malevolencia de quienes debían ayudar.
En general, queridos hermanos y hermanas, hay a nuestro alrededor todo un mundo del dolor del que nos compadeceríamos mucho más, si miráramos aunque más no fuera un poco, saliendo de nuestro propio mundo –o mundillo- de auto-suficiencia y auto-miramiento, o del fárrago de nuestros propios problemas. ¡Si aunque sea siempre rezáramos un Padrenuestro por los que más sufren!. ¡O los incluyéramos siempre en las intenciones de la Santa Misa!. Puestos en el Corazón de Cristo, ya sería muchísimo, y también mucho es lo que podemos hacer, en Cristo, conforme a las exigencias de la vida cristiana, en la «eucaristía vivida» de nuestra vida diaria.

II. ACTOS DEL DRAMA INTERIOR
¿Es un drama la vida?. En el ámbito de la filosofía, no pocos consideran que el grito de Friedrich Nietzche, acerca de «la muerte de Dios» plantea en realidad la trágica cuestión de «la muerte del ser humano». El declive postmoderno desde Michel Foucault a Claude Levi-Straus, desde el «sueño antropológico» del primero, que deviene en «muerte del hombre» hasta la mitológica tetralogía del segundo, con su «crepúsculo de los hombres», caracterizado por la «nada»(13).
No son éstas, pienso, consideraciones exquisitas y desprovistas de sentido. Nosotros, personas religiosas, tenemos mucho que orar y mucho que obrar por el bien; sin creernos más que nadie sino partiendo de las energías de Amor del «homo religiosus», energías que el Espíritu del Señor ha puesto para bien de los que lo aman. Frente al drama del vacío existencial, pongamos Amor, y allí donde haya odio, envidia, paranoia consentida, también. Como en la oración de San Francisco de Asís. Incluso frente al horror del campo de concentración, expresión sin par del vacío existencial al que nos referíamos, y de la ominosa Shoah, el gran neurólogo Viktor Frankl, vienés, hebreo, luego profesor de Harvard, Stanford, Pittsburgh e Dallas, fallecido a los 92 años en 1997, encontró el sentido de la vida y el sentido del Amor. En su obra, «Le dieu inconscient», nos habla del «poder de contestación del espíritu». Y parte del principio que «la exigencia fundamental del hombre –es- (…) la plenitud de sentido»(14).
He aquí un gran remedio a la tristeza y depresión. Aparece aquí el tema de la «voluntad de sentido», que abren vías de salida al ser frustrado, presa del vértigo del vacío existencial, que puede caracterizarse como pérdida de la capacidad para interesarse, ilusionarse y disfrutar de todas o casi todas las cosas y circunstancias de la vida, disminución general de la vitalidad, pérdida de la confianza en sí mismo, con sentimientos de inutilidad, inferioridad o de culpabilización excesiva, perspectiva negra del futuro, ideas de muerte e incluso de suicidio. Este vértigo en el que el ser humano puede caer se manifiesta como rampante tristeza, ideas negras, repliegue sobre sí mismo con obsesión de muerte, y caída en el vacío. Presas del miedo, tantos hermanos y hermanas nuestros ven todo con temor, hastío de vivir, voluntad abandonada. Es la náusea y la desesperación. Es el drama interior, que necesita de un profesional especializado, y también de atención pastoral.
A nivel humano en general, sin embargo, pienso que en el drama de la depresión pueden existir algunos factores de predisposición, pero aquí sí, más que nunca, no se debe generalizar, teniendo en cuenta, sobre todo, la multicausalidad a la que hemos hecho alusión más arriba.
Sin entrar ahora en estas líneas en el plano de la responsabilidad moral, creo que para nada menor puede constituir un factor a considerar como desencadenante de la depresión (más allá de todas las predisposiciones genéticas y otras causales), el excesivo perfeccionismo de la persona (¿es ésta una manifestación obsesiva?), es decir, el ansia desmesurada de obtener resultados «perfectos», que nadie pueda atacar o criticar (lo cual esto último, curiosamente, hace a la persona muy vulnerable a la frustración). El perfeccionismo podría ser confundido con el sentido genérico de la «responsabilidad», pero en realidad denota cierto sentimiento de omnipotencia y, diríamos, de «irrealismo», en el sentido de rehusar admitir las propias limitaciones. No es el caso la mayoría de las veces, pero puede ocurrir que dicho perfeccionismo hiperintencional (utilizando un lenguaje más o menos frankliano) se vea teledirigido a logros de anti-valores, como tantas veces son pregonados por algunos medios masivos de comunicación(15).
Ya más en el orden psíquico y psicológico, otro factor importante puede constituir la psico-estructura del sujeto con caracteres paranoicos o paranoides, factor que adquiere repercusión sobre el tema pues quien adolece de una tendencia paranoica es, en cierta medida, impermeable a la experiencia «fáctica»(16) teniendo, como lo tiene, afectado el sentido del discernimiento de sus propias limitaciones o responsabilidades y culpando a los demás(como normalmente su trastorno de personalidad lo lleva a hacerlo) de sus fracasos y frustraciones, los cuales serían otros tantos complots en su contra. Dicha actitud le hace ver a muchos de los que lo rodean (o a todos) como un conjunto de adversarios y enemigos conjurados. Ello le ocasiona aislamiento y rechazo, y, quizá, depresión. Reitero que no estamos tratando aquí de la falta moral (no hay que confundir esto, sin tampoco escindir).
En el mismo orden, tampoco podríamos dejar de mencionar como factores depresivos a la agobiante «soledad» (no la fecunda, sino esa soledad destructiva, que frustra, algunas veces causada por la desconfianza sistemática) y a la parálisis o atrofia de la actividad (mencionada magistralmente por Frankl como hiperintención paralizante)(17), en la cual la persona deprimida experimenta una exacerbación de su sentido de autocrítica y tiende a teñir de negativo sus posibilidades de actuación.
La actitud pastoral: desde un punto de vista psicológico, y humano, diríamos, una persona que ha caído en depresión necesita compañía y ayuda a fines de superar la soledad y aislamiento, necesita que alguien le abra camino a la luz en su vida, necesita ejercitar alguna actividad satisfactoria que le resulte exitosa, abrirse al Bien y a la Verdad, y para ello es preciso que descubra cuáles son las fisuras y grietas de su personalidad por dónde se han filtrado las aguas negras de la depresión. Para esto puede ayudar grandemente una perspectiva espiritual profunda, que redimensione enteramente los actos del drama, para transformarlos en una nueva actuación de vida.

II. UNA RECUPERACIÓN DESDE LA FUENTE DE LA DIMENSIÓN ESPIRITUAL
Lo primero es la aceptación de la propia realidad, la cual, en la medida en que Dios la quiso, o permitió por lo menos, llega a ser «historia sagrada» en el sentido en que ni un cabello cae de nuestra cabeza sin que el Padre celestial lo sepa. En la vida no estamos dejados «A la deriva», como dramática y genialmente lo narra el cuento de Horacio Quiroga… (lo recuerdo de la escuela primaria…) Porque para quienes tienen Fe, “(…) todo coopera al bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28); también la autoestima coopera, y en grande, porque no puede amar a los otros quien no se ama (no «más allá del Sol y de las estrellas», en el decir de Dante Alighieri, sino en la justa medida), por debajo de Dios y amando al prójimo como a sí mismo.
Es claro que si la persona que sufre depresión es creyente, más aún, un cristiano, un católico con claro conocimiento de su fe y de la doctrina sobre Dios Providente y Misericordioso, que puede “(…) hacer de las mismas piedras hijos de Abrahám” (Mt 3, 9), hay elementos muy sólidos para superar el mundo de oscuridad y frustración y de parálisis psíquica.
Por ello, en la atención pastoral de quien padece angustia y depresión ocupa un lugar de primer plano todo lo que pueda robustecer la Fe, comprendiendo por ésta las certezas acerca de la bondad y sabiduría de Dios (en quien «vivimos, nos movemos y existimos» como reza Hch 17, 28), acerca de su presencia y su amoroso poder, acerca del destino de felicidad que Dios quiere para todos los seres humanos, al punto que nos dio a su propio Hijo (cf. Jn 3, 16). También acerca del recibimiento tierno que Dios prodiga a sus hijos descarriados (cf. Lc 15, 11-24), aun sabiendo perfectamente acerca de nuestras limitaciones, flaquezas, astucias y «agachadas» (cf. Salmo 103, 14).
La depresión y la angustia, en lo espiritual, constituyen una dura prueba. El papel de los que cuidan de la persona deprimida, y no tienen una tarea terapéutica específica (por ejemplo quienes atienden a nivel pastoral a quienes más sufren), consiste sobre todo en ayudarle a recuperar la estima de sí misma, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro y el deseo de vivir(18). Por eso, es importante tender la mano a todos los enfermos, ayudarles a percibir el Amor y la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida donde puedan sentirse acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados. Para ellos, como para cualquier otro, contemplar a Cristo y dejarse "mirar" por él es una experiencia que los abre a la esperanza y los impulsa a abrirse a la vida en abundancia (cf. Dt 30, 19).
Algo muy importante en la búsqueda de sentido, para un creyente, es asumir el sufrimiento (y por ende la depresión y la angustia), sin quedantismo ni –ciertamente- como forma de trágico masoquismo sino como forma de «participación en la pasión y en la cruz de Cristo» y como una realidad dolorosa que nos habilita, en el decir de San Pablo, para “(…) completar lo que falta a la pasión de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).
Esto es causa de esperanza y de apertura de una gran ventana de luz, que da a la comprensión del destino de bienaventuranza de la persona humana, al punto que se haga prácticamente manifiesto cómo el camino hacia la vida eterna puede tener que atravesar por una prueba, casi como, en cierto sentido, un propio aniquilamiento y sentimiento de abandono, a imitación de Cristo(19). La oración (¡qué maravilloso es abrirnos a orar!), la participación fructuosa en los sacramentos de la Iglesia serán entonces de inmensa ayuda, en especial la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de los enfermos.
Una recuperación espiritual será de invalorable ayuda para quien sufre angustia, depresión y estados de urgente necesidad, porque lo ayudará a amarse más, a valorarse más, y a recobrar el sentido de la justa lucha, de la esperanza y de la salida a la oscuridad de la desesperación. Entonces la gracia y la paz se podrán derramarse como una fuente de bendición, porque siempre podemos salir para ayudar a otros que sufren, y esto trae bendición, porque lo dijo Jesús: “Cuanto ustedes hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicieron” (Mt. 25,40-45).
Así es para con los enfermos, los más pobres, los que sufren, los abandonados, angustiados y deprimidos.
IV
CONCLUSIÓN
La alegría pascual refulge siempre magnífica en la Iglesia y para la humanidad, pues el gozo es el don de Dios del cual, aquélla, la Iglesia, es portadora, en tanto portadora del Evangelio. «La alegría – escribía el converso Paul Claudel, convertido por intercesión de la Virgen durante el cántico del Magníficat en la catedral de Notre Dame – es la primera y la última palabra del Evangelio»(20).
Tanto el anticuerpo como el antídoto para la enfermedad de la oscuridad del corazón es la Fe en Aquél que nos dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Entonces nuestra vida se transforma en una Eucaristía vivida, aun con sufrimiento y dolor (de los cuales, cuanto más aborrecimiento tengamos, más expuestos al sufrimiento estaremos). La alegría cristiana, en cambio, proviene de la esperanza que no defrauda, ese «ya pero todavía no» que es anticipación de la Gloria del Cielo. El Nuevo Testamento está todo penetrado de la Vida que Jesús nos transmite y comunica, y Vida en abundancia (cf Mt 25,21-23; Lc 1,14; 2,10). Nos la comunica a todos sus discípulos; por ello el Evangelio de Juan afirma que la alegría de Jesús vive en el discípulo (Cf Jn 17,13; 1 Jn 1,4; 2 Jn 12), podemos decir, es una «alegría discipular», la cual no cesa incluso coexistiendo con el sufrimiento (Cf Jn 16,20-24; 14,28). El gran Obispo y Doctor de la Iglesia, San Agustín, tiene unas estupendas meditaciones sobre la alegría del discípulo(21), que tantas veces los cristianos tendríamos que poner más en práctica, también los pastores del Pueblo de Dios; y me incluyo el primero.
Porque esa realidad de Fe y de Esperanza en nuestra vida hace irradiar de luz a todo nuestro ser, y se transforma en fuente de bendición y alegría para los demás, alentando el espíritu y el rostro feliz de cuantos entren en contacto con nosotros, como dice el Libro de los Proverbios sobre el «corazón» (en sentido bíblico: «Lev»): “Corazón contento, cara feliz, corazón abatido, desalienta el espíritu” (Prov. 15, 13).
Pedimos al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, en su advocación de «Nuestra Señora del Pozo», que saque a nuestros hermanos caídos en el pozo de oscuridad y angustia y nos haga ver su Luz –también a través de las causas segundas de la ciencia-, un Camino de Luz, para pasar «haciendo el bien».
En la Fiesta de Nuestra Señora de la Merced, la Libertadora de los cautivos, 24 de septiembre de 2007

+Oscar D. Sarlinga

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1 La homilía completa de quien suscribe con ocasión de la entronización de la «Madonna del Pozzo», con el significado bíblico y existencial del «pozo», puede encontrarse, entre otros sitios de la web, en:
o bien en la página web del Obispado (obzaratecampana.com.ar) o bien en Camineo.info:
2 La Virgen tuvo durante su vida terrena (y esto está constatado en la Sagrada Escritura) muchos momentos de dolor espiritual, aunque no pudiéramos hablar propiamente de depresión psicológica: la profecía de la espada de dolor que atravesaría su alma (cf. Lc 2, 35); la huida y el exilio en Egipto (cf. Mt 2, 13-15); la pérdida del Niño Jesús, al que encontró luego enseñando en el Templo (cf. Lc 2, 41-50) y su angustiosa presencia al pie de la Cruz (cf. Jn 19, 25-27). Esa experiencia de dolor le brindó, sin embargo, una capacidad especial para compadecer a los miembros de su Hijo sumidos en la aflicción y para interceder por ellos, pidiendo el don del consuelo, la alegría y la fortaleza.
3 BENEDICTO XVI, Discurso a los enfermos, a los médicos y al personal del Hospital Policlínico San Mateo, de Pavía, en la Visita pastoral a Vigévano y Pavía, Domingo 22 de abril de 2007.
4 E. CASSELL, "Recognizing Suffering", Hasings Center Report 21 (1991): 24-31, p. 25.
5 La vida humana no se realiza sino en las diversas y concretas modalidades de la actividad humana, que configura el «existir». Esta última constituye una realidad compleja, la de ser, a la vez, «homo faber» y «homo amicus», «homo politicus» e «homo sapiens», sin olvidar el ser «homo religiosus». (Cf PONTIFICIO CONSEJO PARA LA CULTURA, Per una pastorale della cultura, Pentecoste 1999, n. 2).
6 Tales como la tristeza, pérdida de interés, apatía, falta del sentido de esperanza.
7 Como la capacidad de concentración disminuida, indecisión, pesimismo, deseo de muerte.
8 Manifestada, por ejemplo, a través de la inhibición, lentitud, falta de comunicación o inquietud, impaciencia e hiperactividad.
9 Es decir, corporales, tales como el insomnio, alteraciones no provocadas por otras causas del apetito y peso, disminución del deseo, pérdida de energía.
10 Muchos estudiosos de la psicología y de la psiquiatría diferencian entre tres grandes grupos o tipos de depresión: las depresiones «endógenas» (en su origen etimológico: «generadas desde dentro»), que son aquellas no ocasionadas –al menos según lo que se ve clínicamente- por cosa alguna externa, esto es, factor alguno de sufrimiento psicológico. Aquí puede incidir de modo importante la matriz genética. Una segunda especie la constituyen las depresiones llamadas «distímicas», relacionadas con «trastornos» (en el lenguaje moderno, puesto que ya casi no se habla de neurosis) de la personalidad. La frustración, el descontento y la desafección de sí mismas y de lo que las rodean, caracterizan a estas personalidades. Revisten la clásica «amargura» y «frustración» y generalmente hacen episodios depresivos, de mayor o menor intensidad, con carácter crónico. Por último, el tercer grupo, llamado de las «depresiones reactivas», o también conocidas como «trastornos adaptativos depresivos», configura un cuadro depresivo que aparece, precisamente, por motivos «reactivos», o «de reacción a» acontecimientos disparadores, tales como separaciones matrimoniales, problemas familiares, pérdida de un ser querido, dificultades de autoestima, enfermedades físicas, problemas de relación. Son frecuentes en adolescentes y jóvenes, e incluso, con distinta sintomatología e intensidad, en niños.
11 JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en la XVIII Conferencia Internacional sobre «La depresión», promovida por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, Ciudad el Vaticano, 14 noviembre 2003, n. 2.
12 En cuanto a la historia antigua, la primera manifestación acerca de lo que hoy llamaríamos depresión que conocemos, se halla en Hipócrates, quien en su obra «Las epidemias de la bilis negra», hace referencia a ella, y pone como su síntoma más importante la tristeza. Más adelante se refirieron a la actualmente denominada depresión el gran Celso (del siglo I) y posteriormente Galeno, en el siglo II, quien describe tres modalidades de la llamada «melancolía».
13 C. LÉVI-STRAUSS, L’homme nu, Plon, 1971.
14 V. FRANKL, Le dieu inconscient, Coll. Religion et sciences de l’homme, Edition du Centurion, 1975, p. 92-93.
15 “Es importante ser conscientes de las repercusiones que tienen los mensajes transmitidos por los medios de comunicación sobre las personas, al exaltar el consumismo, la satisfacción inmediata de los deseos, la carrera a un bienestar material cada vez mayor. Es necesario proponer nuevos caminos para que cada uno pueda construir la propia personalidad, cultivando la vida espiritual, fundamento de una existencia madura” (Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la XVIII Conferencia Internacional sobre «La depresión», promovida por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, Ciudad el Vaticano, 14 noviembre 2003, n. 2).
16 Es decir, no es la realidad fáctica lo que le interesa sino cómo la ve desde su psico-estructura, por ejemplo, con sospecha.
17 En «El hombre doliente», Herder, Barcelona, 1987.
18 “El papel de quienes atienden a una persona deprimida sin una función específicamente terapéutica consiste sobre todo en ayudarla a recuperar la propia estima, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro, las ganas de vivir. Por eso, es importante tender la mano a los enfermos, hacerles percibir la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida en la que se sientan acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados. Para ellos, al igual que para cualquier otra persona, contemplar a Cristo y dejarse «guiar» por Él es la experiencia que les abre a la esperanza y les lleva a optar por la vida” (Juan Pablo II, Discurso a los participantes en la XVIII Conferencia Internacional sobre «La depresión», promovida por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, Ciudad el Vaticano, 14 noviembre 2003, n. 2).
19 Cuya angustia se tradujo en copioso sudor de sangre (cf. Lc 22, 44), y especialmente, cuando Él en la cruz pronunció el grito desgarrador de “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado” (Mt 27, 46; Mc 15, 34). Creer en el poder de la gracia es la condición necesaria para rechazar la tentación de la desesperación, y tiene su base en creer en la «kenosis», el anonadamiento de Cristo (cf. Flp 2, 6-9).
20 Cf. P. POUPARD (Card.), Le christianisme à l’aube du IIIème millénaire, III, L’avenir est à l’espérance, Plon-Mame, 1999, p. 248.
21 San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia, profundo conocedor del alma (y de la «psykhé») humana, comenta, respecto a lo que hemos llamado la «alegría discipular»: “Dado que Jesús mismo es la alegría de sus discípulos, esta afirmación del Señor se halla en perfecta armonía con lo que dice San Pablo: «Una vez resucitado de entre los muertos, Cristo no muere más, y la muerte ya no tiene poder sobre él»” (SAN AGUSTÍN, In Joannem, 101,3). El desafío, sin embargo, radica en entrar cada día más en contacto existencial con Jesús Resucitado, a través de la vida del discípulo, la oración, los sacramentos y la práctica de la virtud teologal de la caridad.
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