En síntesis, la virtud de la fortaleza (y por consiguiente la resiliencia) requiere siempre una cierta superación de la debilidad humana y, sobre todo, del miedo. Porque el hombre teme por naturaleza espontáneamente el peligro, los disgustos y sufrimientos. Pero no sólo en los campos de batalla hay que buscar hombres y mujeres valientes, sino en la vida de las familias, en los ámbitos de trabajo, en la vida cotidiana, en suma. No sólo en los campos de concentración y en lugares de deportación, aunque aquí se den ejemplos eminentes.
+Oscar Sarlinga.
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