miércoles, 18 de febrero de 2015

La cuaresma como ÉXODO. A partir del MIÉRCOLES de CENIZA.

"El don de aprender a escuchar, recibir, agradecer y dar, en el Éxodo de la Cuaresma".

Queridos hermanos y hermanas. Pido al Señor para todos nosotros la gracia cuaresmal de recibir de Dios el don de un corazón agradecido, que reconozca, precisamente, “haber recibido”, y no “haber conseguido todo yo solo”. Para descubrir esto, o profundizarlo, pedimos también a Dios el don de saber “escuchar”, y tener la humildad de “recibir” y “agradecer”. El perfeccionarnos, desde la oración y la acción de gracias, y la penitencia, mediante la sabiduría constituirá para nosotros durante este tiempo litúrgico cuaresmal todo un programa de vida, si lo es en tanto apertura al Don divino. Muchas veces no alcanzamos siquiera a ver el sentido del "don", de "lo donado", dado, regalado, por Dios a nosotros. Y no porque Él tenga obligación, o porque lo hayamos merecido según un concepto de justicia reivindicativa, en absoluto.

La Iglesia católica realiza un gesto austero y simbólico: la imposición de las cenizas, y este rito es acompañado por dos fórmulas llenas de significado: la primera fórmula (la cual, es una pena, en la práctica casi ya no se dice, al menos en nuestro país: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás» (Cf. Génesis 3, 19), y la segunda, maravillosa y llena de fuerza evocadora, “Conviértete y cree en el Evangelio”, proveniente de las palabras pronunciadas por Jesús al inicio de su ministerio: «Conviértanse y crean en el Evangelio» (Marcos 1, 15).

Así, con el tiempo que transcurre tan velozmente, emprendemos hoy ese camino de reflexión y oración, con todos los cristianos del mundo para ponernos en camino hacia el Calvario, y desde Él hacia la Resurrección.

Es un camino en que pediremos a Dios mayores luces sobre nuestra vocación y elección, que es lo que Él quiere de nosotros en este mundo nuestro “maravilloso” y a la vez “dramático”, como tantas veces hemos evocado (inspirados en el «Testamento espiritual» del beato Pablo VI), mundo que busca perfecciones, a menudo vanas. La perfección viene del don y de la virtud de la sabiduría, que nos hace buscar a Dios, y gozarnos de encontrarlo, con todos sus dones, con la donación de su Vida en nosotros.

El hecho de la Cuaresma como tiempo litúrgico no “suspende” en nada, como es obvio, los efectos de Pentecostés. Nuestra vida cristiana prosigue en un Pentecostés renovado.
Cuaresma, más aún, puede en nuestra vida un renovado Pentecostés, en sentido de que dejemos que el Espíritu haga en nosotros un corazón nuevo.

La Virgen Madre, que acompañó a Jesucristo en todos los momentos de su vida, nos ayude en el “Éxodo” de la Cuaresma, a tener liberación interior, y desde allí, a ponernos en obra para aquello a lo que el Señor nos llame. Estemos abiertos a su Llamada, con fidelidad ( el "emét" de la Biblia).

con afecto y bendición.

+Oscar.

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