Con las Cenizas dicho rito penitencial nos ha significado lo caduco de nuestra vida. Nuestra mente, nuestro corazón, tan irrumpido como suele estar por invasiva profusión de imágenes, sonidos (o ruidos), voces, por una proyectividad puramente humana, y diríamos por tanta profanidad, provenientes del mundo circunstante, necesita de un “detenerse”, de un “silencio santo” que nos permita “ponernos en coloquio, en sintonía” con nuestro propio interior, un poco a modo de como se decía de San Benito: Secum vivebat. Y esto para ponernos más en coloquio con Dios. Las cenizas, rito simbólico, nos invitan a reconsiderar la caducidad de todo lo material, a dar tiempo para Dios y escucharlo, para volver a reconocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con Él, esa comunión que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22).
No hay comentarios:
Publicar un comentario