El obispo que defendió el ser de María como "Madre de Dios". En este 9 de febrero, en la conmemoración del obispo y doctor de la Iglesia San Cirilo de Alejandría: una semblanza de su persona, su ser pastoral y su misión.
San Cirilo de Alejandría. Pintado por Emmanouil Tzanes |
San Cirilo, obispo de Alejandría (en el actual Egipto) nació en el año 370, y desde el 412 hasta el 444, año de su muerte, gobernó como pastor la Iglesia en Egipto, dedicándose al mismo tiempo en una de las épocas más difíciles en la historia de la Iglesia de Oriente a la lucha por la ortodoxia, es decir, la buena doctrina cristiana, en comunión con el Papa san Celestino, de Roma. En esta firmeza al servicio de la doctrina y de la praxis apostólica, así como en la valentía demostrada en defensa de la verdad católica radica la santidad del luchador obispo de Alejandría, aunque reconocida más bien tardíamente, por lo menos en Occidente.
En efecto, solamente bajo el pontificado de León XIII su culto se extendió a toda la Iglesia latina, y tuvo el título de “doctor”.
Acerca de la defensa de la doctrina cristiana, debió enfrentarse con las concepciones de Nestorio, obispo de Constantinopla, la ciudad imperial y sede de la corte. Por esta razón, y por la oposición que le hizo el poder secular tanto como Nestorio, corrió el riesgo de ser desterrado, habiendo vivido incluso algunos meses la humillación de la cárcel: “Nosotros—escribió—por la fe de Cristo estamos listos a padecerlo todo: Las cadenas, la cárcel, todas las incomodidades de la vida y la misma muerte”.
En el concilio de Éfeso, del que Cirilo fue protagonista, quedó derrotado el error de su adversario Nestorio, que había suscitado una verdadera tempestad en el seno de la Iglesia, pues negaba la maternidad divina de María (y por consiguiente la unión de la divinidad y de la humanidad de Jesucristo, en la Persona del Verbo que se hizo hombre, y fue concebido en el seno de María Virgen, y de ella nació , razón por la cual, precisamente por ello, la Virgen es “Madre de Dios”).
Título de gloria para el obispo de Alejandría fue el haber elaborado en esta ocasión una auténtica y límpida teología de la Encarnación. “El Emanuel tiene con seguridad dos naturalezas: la divina y la humana. Pero el Señor Jesús es uno, único verdadero hijo natural de Dios, al mismo tiempo Dios y hombre; no un hombre deificado, semejante a los que por gracia se hacen partícipes de la divina naturaleza, sino Dios verdadero que por nuestra salvación apareció en la forma humana”. De particular interés es la cuarta de las siete homilías que pronunció durante el concilio de Efeso, el célebre “Sermo in laudem Deiparæ”, o “Sermón en honor de la Madre de Dios”. En este importante ejemplo de predicación mariana, que da comienzo a un rico florecimiento de literatura en honor de la Virgen, Cirilo celebra las grandezas divinas de la misión de María, que es verdaderamente Madre de Dios, por la parte que tuvo en la concepción y en el parto de la humanidad del Verbo hecho carne.
Junto con el ser un gran obispo, Cirilo estuvo adornado de las dotes de un teólogo de mirada aguda, lo cual lo impulsaba al mismo tiempo por el celo de las almas. En efecto, además de sus tratados exclusivamente doctrinales, tenemos de él 156 Homilías sobre san Lucas, de carácter pastoral y práctico, y las más conocidas, las “Cartas pastorales”, que se encuentran en 29 homilías pascuales.
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