viernes, 24 de abril de 2009

Mensaje del obispo al pueblo de Dios de Zárate-Campana con motivo de las próximas Fiestas Patronales de la Virgen de Luján.



EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Queridos hermanos y hermanas de esta diócesis de Zárate-Campana. Quienes vamos a participar de la celebración del 9 de mayo llevamos en el corazón a todos nuestros hermanos de nuestra querida diócesis, de entre las distintas áreas geográficas que la componen, los partidos de Belén de Escobar, Campana, Zárate, Baradero, Pilar, Exaltación de la Cruz y San Antonio de Areco. ¡Nuestra población ha crecido mucho, desde 1976!. Ésta ha sido la fecha de la creación diocesana por parte del Papa Pablo VI. Las autoridades competentes calculan más de 900.000 habitantes, de los cuales cerca del 85% se confiesan católicos.

El 9 de mayo tendrá lugar esta fiesta diocesana, luego de tres años de misión permanente en prácticamente todas las parroquias, y esperamos constituya para nosotros un momento privilegiado para unirnos con Cristo en su Sagrado Corazón, y para unir, en la comunión de los santos, a todos nuestros seres queridos, y también a quienes no amamos tanto, pues, «todos los hombres -como recuerda el Concilio- están llamados a esta unión con Cristo, que es la luz del mundo”[1].

Gozosamente recordamos la promesa del Señor, el Todopoderoso, en celebración anunciada de la Virgen de Luján (“cuya humilde imagen de la Limpia y Pura Concepción” ha querido quedarse con nosotros, en estas regiones). Él Dios de la Vida nos dijo: “Yo les daré un corazón nuevo...” (Ez 36, 26). La promesa del «corazón nuevo» se cumplió de modo máximo en el Corazón del Hijo del hombre, Jesucristo, en el cual está como «condensada» nuestra fe en el Hijo del Dios vivo, el Hijo del Dios Bendito, pues, como nos lo expresara el Santo Padre Benedicto XVI: “(…) el Corazón de Cristo es símbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la "buena noticia" del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la Redención”[2].

Nuestro pueblo creyente profesa una especial devoción al Sagrado Corazón. Esto significa que es un aspecto fundamental de la piedad popular. En la pastoral, tenemos que cuidar a esta última como un tesoro, alentándola, profundizándola, encauzándola. Ella será un instrumento privilegiado de esa «conversión pastoral» que nos pide el Documento de Aparecida[3]. ¿Por qué? –podremos preguntarnos- Porque, creo, el «corazón» (en sentido bíblico), es también el «centro de la conversión» que Dios desea, de nuestra parte, y asimismo es el centro donde Dios quiere entrar en la intimidad humana, quitando de ella escoria y miserias (las del «hombre viejo» de San Pablo), para darnos Misericordia, en el sentido como lo profetizara Ezequiel: “Yo quitaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 36, 26). Corazón de carne, que mucho nos hace falta, y no de piedra, es un corazón que tiene sensibilidad humana, que es sede del sentido común y de los buenos sentimientos hacia los demás, y que por sobre todo es capaz de dejarse penetrar por el soplo del Espíritu Santo (Cf Ez 36, 26-27), sin rechazar la acción poderosa de Aquél que es «el Alma de la Iglesia».


Jesucristo nos entregó su Espíritu a cada uno de nosotros, y por la acción de ese mismo Espíritu reactualiza dicha entrega de su Corazón traspasado. Porque cuando Cristo entregó su espíritu en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46), vinieron los soldados, y viendo que estaba muerto “(…) uno de los soldados le traspasó con su lanza el costado, y enseguida brotaron sangre y agua” (Jn 19, 32-34). En ese momento, ya la Iglesia y el mundo recibieron al Espíritu de Consuelo, como «un Pentecostés nacido del costado abierto». Juan Pablo II reflexionaba sobre ese momento y nos decía: “(…) en adelante, Él envía el Espíritu de verdad. El agua que brota de su costado traspasado es el signo del Espíritu Santo: Jesús había anunciado a Nicodemo el nuevo nacimiento “del agua y del Espíritu”. Las palabras del Profeta se cumplen, “Yo les daré un corazón nuevo, pondré en ustedes un espíritu nuevo”[4]. Por ese mismo motivo nuestro Santo Padre Benedicto XVI tomó como punto de partida de su encíclica sobre el Amor, el Corazón traspasado de Cristo[5].

En nuestra consagración, estaremos lejos de realizar algo «novedoso», al menos como entiende la palabra lo que podríamos llamar cierta «cultura de la información al instante». Ya en 1899, el Papa León XIII[6] consagró el género humano, esto es, toda la humanidad, al Sagrado Corazón de Jesús. Muchos países, naciones, diócesis están consagradas al Sagrado Corazón. Luego de la visita a nuestra diócesis de las reliquias de Santa Margarita María Alacoque, y en comunión fraterna con la Basílica del Sagrado Corazón de Paray-le-Monial, en Francia, nos ha parecido, en el Espíritu, hacer este gesto, impulsados a “(…) dar gracias «al que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre» (Ap 1,5-6)”[7] con una consagración especial.

De tal modo, unidos en un solo corazón y una sola alma con los hermanos y hermanas de esta Iglesia particular, queremos reafirmar ante el mismo Jesucristo, nuestra voluntad de ser cada día más una Iglesia eucarística, unida al Santo Padre, Vicario de Cristo, una Iglesia mariana, misionera, en estado de misión, entregada a quienes más lo necesitan y a la promoción integral del ser humano. Como lo afirmaba Juan Pablo II, hay una gran relación entre la consagración al Sagrado corazón y la misión: “La consagración así entendida se ha de poner en relación con la acción misionera de la Iglesia misma, porque responde al deseo del Corazón de Jesús de propagar en el mundo, a través de los miembros de su Cuerpo, su entrega total al Reino, y unir cada vez más a la Iglesia en su ofrenda al Padre y en su ser para los demás”[8]. ¿Cómo no relacionar este hecho con el AÑO PAULINO JUBILAR?. Al re-asumir, una vez más, y a los pies de la Virgen de Luján, la dimensión misionera de toda la pastoral, significará para todos nosotros una gran bendición.

Si miramos con atención, veremos que nuestro mundo de hoy es «maravilloso y dramático». ¿Qué lo podría verdaderamente transformar?. Creo que será una renovación del corazón humano el que, a su vez, lo renovará, con la ayuda de la Gracia. El Concilio Vaticano II constataba que «los desequilibrios que sufre el mundo moderno están relacionados con aquel otro desequilibrio más fundamental que tiene sus raíces en el corazón del hombre», y la fe descubre felizmente que «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado»[9]. Ofrezcamos al Corazón del Verbo hecho carne, con sinceridad y sencillez, nuestros corazones, nuestros hogares, nuestras familias y comunidades, nuestras parroquias, asociaciones de fieles, movimientos, centros de caridad institucionalizada y promoción humana, escuelas, universidades, talleres, toda nuestra vida diocesana, en esta maravillosa y oportuna ocasión “(…) para presentar el Corazón de Jesús, «hoguera ardiente de caridad, (...) símbolo e imagen expresiva del amor eterno con el que “Dios tanto amó el mundo que le dio su Hijo unigénito” (Jn 3, 16)»”[10].

El Señor Misericordioso los bendiga y los proteja siempre, con la intercesión de la Santísima Virgen de Luján, nuestra Patrona, con su manto celeste y blanco, colores del cielo y de nuestro ser argentino.

Quien los quiere con el alma y es el Pastor de ustedes, en Cristo Jesús,

+Oscar, Obispo de Zarate-Campana
Sábado 18 de abril de 2009, en las Vísperas del Domingo de la Divina Misericordia


ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN

Señor del Universo, desde el horizonte infinito de tu Amor, Tú, Dios nuestro, has querido entrar en los límites de la historia humana, y te has hecho Hombre, con cuerpo y alma, con un «Corazón», para que podamos contemplar y encontrar lo Infinito en la limitación de lo propiamente humano, y encontrar el Misterio invisible, al que no pueden contener los Cielos, en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno.

Queremos consagrarnos hoy, como diócesis de Zárate-Campana, al Corazón de Cristo, símbolo de la fe cristiana, amado por nuestro pueblo pues expresa de manera sencilla y auténtica la "Buena Noticia" del Amor, resumiendo el misterio de la Encarnación y de la Redención.

Queremos consagrarnos al Corazón de Jesús, fuente de la Esperanza en la que hemos sido salvados, manantial de Verdad y de Bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones que nos hieren o agobian, y ante el cansancio de la vida cotidiana, no pocas veces ocasionadas por la injusticia, el abatimiento, la incomprensión o incluso la injuria.

De igual modo, queremos implorar el Don del Espíritu Santo, para que el Amor del Corazón de Jesús se derrame en nuestros propios corazones[11], a veces cansados de llorar, y nos sane y fortalezca, así como nos impulse a la adoración de su «inescrutable riqueza»[12] y a vivir en la súplica filial y confiada[13], y no en la inquietud, la desorientación o la indiferencia para con quienes sufren y quienes más nos necesitan.

Confiamos plenamente en Cristo Resucitado, «siempre vivo para interceder» en nuestro favor[14] y confiamos también en el Corazón Inmaculado de María, encomendándonos a Ella con gran confianza, y en especial hoy en la festividad de su advocación Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina y de la diócesis de Zárate-Campana.

Sagrado Corazón de Jesús, Misericordia Infinita, en Vos confiamos.

Amén.


[1] CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 3.
[2] BENEDICTO XVI, El decálogo del Corazón de Jesús, según Benedicto XVI- Junio mes del Sagrado Corazón CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 7 junio 2008, n. I. El domingo 1 de junio, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI habló de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
[3] CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Vta. Conferencia, Documento de Aparecida, n. 174.
[4] JUAN PABLO II, Peregrinación a Francia, Homélie du Pape Jean Paul II, Paray-le-Monial (France), 5 octobre 1986, n. 7.
[5] “En mi primera encíclica sobre el tema del amor, el punto de partida ha sido precisamente la mirada dirigida al costado traspasado de Cristo, del que habla Juan en su Evangelio (Cf. Jn 19,37)” (BENEDICTO XVI, Enc. Deus Caritas est, 12).
[6] LEÓN XIII , Encíclica Annum sacrum (25 de mayo de 1899: Leonis XIII P. M. Acta, XIX [1899] 71-80).
[7] “Esa consagración es debida a Cristo Redentor del género humano, por lo que él es en sí y por cuanto ha hecho por todos los hombres. El creyente, al encontrar en el Sagrado Corazón el símbolo y la imagen viva de la infinita caridad de Cristo, que por sí misma nos mueve a amarnos unos a otros, no puede menos de sentir la exigencia de participar personalmente en la obra de la salvación” (JUAN PABLO II, El cristianismo, religión del amor, Mensaje de Juan Pablo II, Varsovia, en la fiesta del Sagrado Corazón, 11 de junio de 1999 en el Centenario de la consagración del género humano al Sagrado Corazón realizada por León XIII).
[8] JUAN PABLO II, El cristianismo, religión del amor, Mensaje de Juan Pablo II, Varsovia, en la fiesta del Sagrado Corazón, 11 de junio de 1999 en el Centenario de la consagración del género humano al Sagrado Corazón realizada por León XIII
[9] CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 22
[10] PABLO VI, Investigabiles divitias, 5: AAS 57 [1965] 268).
[11] (Cf. Rm 5, 5)
[12] ( Cf Ef 3, 8)
[13] (cf. Rm 8, 15-16)
[14] (Cf Hb 7, 25).

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