sábado, 18 de abril de 2009

MENSAJE DE MONS. SARLINGA CON MOTIVO DEL DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

EN PLENA PASCUA, ENTREMOS POR «LA PUERTA» DE LA DIVINA MISERICORDIA

Mensaje de Mons. Oscar Sarlinga con motivo del Domingo de la Divina Misericordia

Queridos hermanos y hermanas

Nos encontramos en pleno tiempo de Pascua; llegando ya al II Domingo, antiguamente llamado «in albis» y que S.S. Juan Pablo II dedicó a «la Divina Misericordia», para una vida de luz, de verdad y de bien. Nos recordaba al respecto Benedicto XVI el pasado año: “Según una antigua tradición, este domingo se llama domingo "in Albis". En este día, los neófitos de la Vigilia pascual se ponían una vez más su vestido blanco, símbolo de la luz que el Señor les había dado en el bautismo. Después se quitaban el vestido blanco, pero debían introducir en su vida diaria la nueva luminosidad que se les había comunicado; debían proteger diligentemente la llama delicada de la verdad y del bien que el Señor había encendido en ellos, para llevar así a nuestro mundo algo de la luminosidad y de la bondad de Dios”(1) .

¿Cómo entraremos confiados a la verdad, al bien, cómo dejaremos traspasar la Luz del Resucitado en nosotros?. Un texto para meditar y remeditar es Juan 10, 1-10, en el cual el evangelista nos narra cómo Jesús afirmó ante los fariseos que quien no entra por «la puerta» en el redil de las ovejas, sino que, flanqueándola o esquivándola, entra por otro lado, ése es el signo de ser un ladrón y un salteador. En cambio, el que entra por LA PUERTA, que es el mismo Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, a éste le abre el guardián, o portero, de modo que las ovejas escuchen su voz y le obedezcan, porque lo conocen, lo aman y confían en él. El que entra por LA PUERTA no es un extraño; las ovejas no huyen de él.

Si Jesucristo es LA PUERTA podemos decir que su Sagrado Corazón es LA PUERTA de la intimidad de su humanidad, y LA PUERTA de su Misericordia, que se derrama por loS siglos, sobre todos los que, con humildad de corazón, lo reciben y lo aman.

Por eso los exhorto vivamente a celebrar con gran fervor el Domingo de la Misericordia Divina. Jesús Misericordioso, que es otra manifestación de Jesús en su Sagrado Corazón, y ambas dos, en cierto sentido, como continuaciones de las «apariciones históricas» de Jesús Resucitado a sus discípulos, ha ingresado con plenos derechos en la piedad popular de nuestros fieles, que ha de ser alentada, profundizada, encauzada. El Santo Padre Juan Pablo II concedió indulgencias especiales a quienes con fervor y las condiciones debidas celebraran esta Fiesta. Véase al respecto el Decreto correspondiente de la Santa Sede, que ha sido transmitido a todos los sacerdotes y puesto en la página web del Obispado: www.obzaratecampana.com.ar

La Misericordia de Cristo será el gran antídoto contra la injusticia, la violencia imperante, la división de las familias, la lacerante miseria de muchos. Misericordia y Justicia, “que mira desde el Cielo” (Salmo 85), y una acción concreta de nuestra parte para hacer todo lo que esté a nuestro alcance por un mundo mejor.

Permítasenos decir también que la Misericordia sintetiza el misterio de la Redención, afirmación neta, para la cual los invito a meditar otro párrafo de la homilía citada de S.S. Benedicto XVI: “El Santo Padre Juan Pablo II quiso que este domingo se celebrara como la fiesta de la Misericordia Divina: en la palabra "misericordia" encontraba sintetizado y nuevamente interpretado para nuestro tiempo todo el misterio de la Redención. Vivió bajo dos regímenes dictatoriales y, en contacto con la pobreza, la necesidad y la violencia, experimentó profundamente el poder de las tinieblas, que amenaza al mundo también en nuestro tiempo. Pero también experimentó, con la misma intensidad, la presencia de Dios, que se opone a todas estas fuerzas con su poder totalmente diverso y divino: con el poder de la misericordia. Es la misericordia la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza del todo peculiar de Dios: su santidad, el poder de la verdad y del amor”(2) .

En preparación gozosa a las fiestas patronales de la diócesis, el sábado 9 de mayo (a las 16), en Belén de Escobar, oportunidad en que consagraremos nuestra Iglesia particular al Sagrado Corazón de Jesús, los exhorto a ser creyentes, «aún sin haber visto», porque en realidad hemos visto y oído lo que la Iglesia nos ha transmitido, el mensaje de Amor del Señor, su Eucaristía, su continuación en este mundo a través de su Cuerpo y de su Pueblo, que es la Iglesia, cuya Alma es el mismo Espíritu Santo. «Comunión y misión» son imposibles sin unidad de los corazones, pues el Espíritu Santo, en su pluriformidad de dones, no puede contradecirse a sí mismo. Quien no estuviera en comunión, creo que debería preguntarse si de veras «cree».

Entonces, hermanos, la festividad de la Divina Misericordia nos ayude a ser hombres y mujeres, no ya incrédulos, sino «de fe» y dispuestos a dar la vida en la construcción de la Civilización del Amor, concreta y cabalmente, sin resentimientos y sin poner la mano en el arado mirando atrás.
Los quiere y bendice,

+Oscar, Obispo de Zárate-Campana
Viernes 17 de abril de 2009

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(1) BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre en el Domingo de la Misericordia Divina, Víspera de su 80° cumpleaños, Ciudad del Vaticano, Domingo 15 de abril de 2007.
(2) Ibid.


Las fotografías son del santuario de la Divina Misericordia, cerca de Cracovia, que el Papa Juan Pablo II inauguró y bendijo en 2002, oportunidad en que realizó el acto solemne de confiar el destino del mundo a la divina misericordia.

Invitado por la Fundación Argentino-Polaca y el Arzobispado de Cracovia, nuestro Obispo, Mons. Oscar D. Sarlinga, tuvo el honor de concelebrar en el día de la Divina Misericordia de 2004 (siendo entonces Obispo auxiliar de Mercedes-Luján) con el Cardenal Macharski, entonces Arzobispo de Cracovia, y con el Cardenal Schoenborn, Arzobispo de Viena. Esto en razón de ser el único Obispo latinoamericano presente en la celebración, de la que participaron 50.000 fieles.

El 17 de agosto del 2002 en Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia (Polonia), el Papa JUAN PABLO II realizó el solemne acto de confiar el destino del mundo a la Divina Misericordia.

ACTO DE CONFIAR

Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor
en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros
en el Espíritu Santo consolador,
te encomendamos hoy el destino
del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros,
pecadores; sana nuestra debilidad;
derrota todo mal;
haz que todos los habitantes
de la tierra experimenten tu misericordia,
para que en ti, Dios uno y trino,
encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno,
por la dolorosa pasión
y resurrección de tu Hijo,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero. Amén.


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