jueves, 30 de abril de 2009

Mensaje de Monseñor Oscar Sarlinga para el Domingo del Buen Pastor

MENSAJE DEL OBISPO
PARA EL DOMINGO DEL BUEN PASTOR



(tarde del sábado 2 de mayo y domingo 3)

Dado el 30 de abril de 2009

I
EL PASTOR, «EL QUE LAVA LOS PIES», EL QUE ES «LA PUERTA» Y QUE SE ENTREGÓ «POR MÍ»

Nos aproximamos al Domingo del Buen Pastor, y Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Necesitamos obreros para la Mies, Pastores según el Corazón de Jesucristo, Rey de los Pastores, que «laven los pies» a los discípulos, en el profundo significado espiritual, eucarístico y de servicio, entrega generosa a la Causa del Reino de Dios, al bien de los hermanos y hermanas que nos han sido encomendados. Si meditamos con el Evangelio según San Juan, en el Libro de la «Hora» de Jesús (Jn. 13, 1-14) resonará en nuestro interior, con la ayuda del Espíritu, la pregunta de Jesús a sus discípulos, y la respuesta a la que los conduce: Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?” (Jn 13:12). Y prosigue, afirmando ser el Maestro: “Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy” (Jn 13:13). A continuación, sobre la base de su ejemplo, exhorta al espíritu de servicio y entrega, fontales, totales: “Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros” (Jn 13:14).

Entrega a su Causa, a la que abraza su Cuerpo, que es la Iglesia, y que posee como aspectos integrativos la Evangelización (la cual es la misión misma de la Iglesia, cuyo Nombre es «Misión») y la promoción humana, tan integral cuanto el ser humano es integral, por su dignidad que le viene de ser Imagen de Dios. «Lavar los pies» ha de ser un gesto litúrgico del Jueves Santo, sí, pero ese gesto ha de ser expresión viviente de una vida dedicada por entero. Más allá de los gestos, incluso, sólo al momento de exhalar el último suspiro, podremos ver «como Dios lo ve», cuánto lo hayamos hecho de verdad. Ojalá, de corazón, todos escuchemos: «Venid, benditos de mi Padre». Sólo el Señor juzga con Justicia y Misericordia infinitas. Nosotros, pidamos Misericordia.

Ahora: ¿cuál es el origen del Pastor?. Sabemos que Israel ha sido el pueblo de la Alianza, elegido por Dios para realizar el proyecto universal de salvación; su Pastor ha sido el mismo Dios, de lo cual habla el Antiguo Testamento, a modo de ejemplo, por boca de Isaías, Jeremías y Ezequiel, en cuyas palabras resuena el tema del «Mesías-Pastor» y de la «grey del Señor», refiriéndose al Pueblo de Dios (Cf Is 40,11; Ez 34,23). Dentro de los Salmos, el 22 es por excelencia el himno al Señor Pastor: “El Señor es mi Pastor; nada me puede faltar; en praderas cubiertas de verdor, Él me hace descansar, me conduce por las aguas tranquilas... me guía por el recto camino... Aunque cruce por oscuras quebradas, ningún mal temeré, porque Tú estás conmigo...” (Sal 23,1-3).

En la Nueva y Eterna Alianza, Jesús habla de sí mismo como «el Buen Pastor» que da la vida eterna a sus ovejas (cf. Jn 10, 28), la vida de verdad, belleza, hermosura, y perenne novedad en Él, «que hace nuevas todas las cosas». En la lengua griega, «bueno» y «hermoso o bello» pueden ser equivalentes, por eso, al respecto, nos enseñaba Benedicto XVI en el año 2007: “Al término "pastor" el evangelista añade significativamente el adjetivo «kalós», hermoso, que utiliza únicamente con referencia a Jesús y a su misión. También en el relato de las bodas de Caná el adjetivo«kalós» se emplea dos veces aplicado al vino ofrecido por Jesús, y es fácil ver en él el símbolo del vino bueno de los tiempos mesiánicos (cf. Jn 2, 10)”[1]. No es de extrañarnos que el mismo Jesús, que se designa «Pastor», y por consiguiente el que guía a las ovejas, se llame también a sí mismo «Puerta» (Cf Jn 10, 7) porque sólo a través de Él, el Pastor por antonomasia, entran tanto las ovejas como aquéllos que por Él mismo son hechos «pastores».

En el Nombre de Cristo se es Pastor, razón por la cual los invito a meditar sobre la lectura del Libro de los Hechos, en este Domingo: «No hay bajo el cielo otro nombre que podamos invocar para ser salvos» (Hch 4,12). El significado de esta afirmación consiste en que Jesús es el dador de gracia, el dador de la vida divina por medio del Bautismo y de los otros sacramentos. Cuando Él se manifieste en su Gloria, nosotros semejantes en todo a Él, y lo veremos como Él es, «Él, el que es» (Cf 1 Jn 3,3). Mientras tanto, en esta vida, tanto nos conoce y nos ama, que lo hace personalmente y con valor eterno. Por eso San Pablo usa la frase: se entregó «por mí» (Cf Gal 2,20).

II
JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

En 1963 el Papa Pablo VI designó la Fiesta del Buen Pastor como la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En primer lugar, la Iglesia nos invita a honrar la vocación común a la Santidad que todos los cristianos hemos recibido, en tanto Pueblo Sacerdotal. En efecto, por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación cada cristiano está llamado a dar testimonio y a anunciar el Evangelio. Desde esta perspectiva, Jesús quiere que cada uno de los cristianos, sea «buen pastor», en sentido en que todos los cristianos, por fuerza del Bautismo, están llamados a realizar un buen pastoreo en el ambiente en el que vive[2].

Sin embargo, en este Cuarto Domingo de Pascua la Iglesia también, de modo especial, se refiere a las palabras de Cristo, considerándolas a la luz de los pastores que guíen al pueblo a ellos encomendado, que trabajen por él: «...pedid al dueño de la mies que envíe obreros a su mies...»; y por ello este Domingo es dedicado particularmente a pedir a Dios por las vocaciones sacerdotales, las vocaciones al sacerdocio ministerial. El sacramento del Orden hace partícipes a quienes lo reciben de la misma misión de Cristo, en tanto llamados a la siembra de la semilla de la Palabra Divina, a distribuir la Misericordia de Dios, a reconciliar, y a dar de comer a los fieles en la Mesa del Cuerpo y Sangre de Cristo. Es una misión maravillosa, y que exige responsabilidad, pues el pastor defiende a sus ovejas y ofrece hasta la vida por ellas. El pastor continuamente desea que, en uso de la libertad, la grey crezca y se fortalezca (Cf Jn 10,16).

II
LAS VOCACIONES SACERDOTALES EN NUESTRA MISIÓN PASTORAL COMO SACERDOTES

Queridos hermanos, permítanme que me dirija ahora especialmente a los sacerdotes. Como antes lo hemos mencionado, el Señor nos ha dicho: «...la mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies...» (Mt 9, 37). Siempre será una dedicación maravillosa la que consagremos al aumento, perseverancia y santificación de las vocaciones sacerdotales y religiosas, con buen espíritu, con entusiasmo, con alegría. Vale la pena subrayar las últimas palabras del pasaje de los Hechos de los Apóstoles: "Los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo" (Hch 13, 52). Así Dios da mayor alegría al que da con alegría. Y especialmente al que con su oración, testimonio y acción apostólica trabaja por las vocaciones. Los invito a reflexionar cuánto de nuestra vida sacerdotal hemos dedicado a ese aspecto tan importante de nuestra misión.

Muchas bendiciones esperamos de la CONSAGRACIÓN DE NUESTRA DIÓCESIS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, para que Él nos dé «pastores según su corazón». Un servidor les decía, el pasado año: “Como comunidad diocesana, la Fiesta de Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra diócesis, la celebraremos este año, el sábado 3 de mayo, en Santiago del Baradero, cuya parroquia matriz cumple 370 años. Hemos cumplido así con una de las primeras propuestas del consejo presbiteral y del consejo pastoral, habiendo celebrado la Fiesta patronal diocesana en la iglesia catedral de Santa Florentina (2006), en la Inmaculada Concepción de Maquinista Savio (2007) y en este 2008, en Santiago del Baradero. Todo ello cual signo de la unidad diocesana. Dios mediante, en 2009 será celebrada en la Natividad del Señor, de Belén de Escobar, precedida por la «misión joven», como hemos venido haciéndolo desde 2007”[3]. Este año tenemos la gracia de consagrar nuestra Iglesia particular al Corazón de Jesús, todavía dentro del Año Paulino Jubilar, y a poco de Comenzar el AÑO SACERDOTAL, a que ha convocado nuestro Papa Benedicto XVI.

¡Que Dios nos dé el recibir grandes bendiciones!. Pongamos en el Corazón del Gran Pastor Resucitado a todos nuestros seres queridos, a los que sufren, a los que se encomiendan a nuestras oraciones, a los que esperan (aún sin saberlo cabalmente) de nuestro testimonio evangelizador y caritativo… Y que esta confianza en Dios Altísimo venga de la mano de nuestra Madre, la Madre de la Iglesia, en su advocación de NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN, Nuestra Patrona.


+Oscar Sarlinga

[1] BENEDICTO XVI, Homilía en la ordenación de 22 diáconos de Roma, Santa Misa de Ordenaciones Sacerdotales con ocasión de la Jornada mundial de oración por las vocaciones, Basílica Vaticana, IV Domingo de Pascua, 29 de abril de 2007.
[2] Cf JUAN PABLO II, Visita alla Parrocchia Romana di Sant’Antonio da Padova, Omelia di Giovanni Paolo II, Roma, 6 de mayo de 1979 (“Ustedes, padres de familia, deben ejercitar las funciones del Buen Pastor para con sus hijos, y también ustedes, hijos, deben ser de edificación con su amor (…) También las recíprocas relaciones entre los cónyuges deben tener la impronta del ejemplo del Buen Pastor (…) Así pues en la escuela, en el trabajo, en los lugares de esparcimiento y en el tiempo libre, en los hospitales y donde se sufre, siempre cada uno busque de ser «buen pastor» como Jesús. Pero sobre todo sean «buenos pastores» en la sociedad las personas consagradas a Dios (…) El mundo de hoy tiene más que nunca necesidad de testigos convencidos y totalmente consagrados”).
[3] http://74.125.93.132/search?q=cache:stPirvXN8Q4J:www.camineo.info/news/170/ARTICLE/4627/2008-04-16.html+2009+IV+domingo+de+Pascua+Jornada+Buen+Pastor+2009&cd=7&hl=es&ct=clnk&gl=ar

viernes, 24 de abril de 2009

Mensaje del obispo al pueblo de Dios de Zárate-Campana con motivo de las próximas Fiestas Patronales de la Virgen de Luján.



EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Queridos hermanos y hermanas de esta diócesis de Zárate-Campana. Quienes vamos a participar de la celebración del 9 de mayo llevamos en el corazón a todos nuestros hermanos de nuestra querida diócesis, de entre las distintas áreas geográficas que la componen, los partidos de Belén de Escobar, Campana, Zárate, Baradero, Pilar, Exaltación de la Cruz y San Antonio de Areco. ¡Nuestra población ha crecido mucho, desde 1976!. Ésta ha sido la fecha de la creación diocesana por parte del Papa Pablo VI. Las autoridades competentes calculan más de 900.000 habitantes, de los cuales cerca del 85% se confiesan católicos.

El 9 de mayo tendrá lugar esta fiesta diocesana, luego de tres años de misión permanente en prácticamente todas las parroquias, y esperamos constituya para nosotros un momento privilegiado para unirnos con Cristo en su Sagrado Corazón, y para unir, en la comunión de los santos, a todos nuestros seres queridos, y también a quienes no amamos tanto, pues, «todos los hombres -como recuerda el Concilio- están llamados a esta unión con Cristo, que es la luz del mundo”[1].

Gozosamente recordamos la promesa del Señor, el Todopoderoso, en celebración anunciada de la Virgen de Luján (“cuya humilde imagen de la Limpia y Pura Concepción” ha querido quedarse con nosotros, en estas regiones). Él Dios de la Vida nos dijo: “Yo les daré un corazón nuevo...” (Ez 36, 26). La promesa del «corazón nuevo» se cumplió de modo máximo en el Corazón del Hijo del hombre, Jesucristo, en el cual está como «condensada» nuestra fe en el Hijo del Dios vivo, el Hijo del Dios Bendito, pues, como nos lo expresara el Santo Padre Benedicto XVI: “(…) el Corazón de Cristo es símbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la "buena noticia" del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la Redención”[2].

Nuestro pueblo creyente profesa una especial devoción al Sagrado Corazón. Esto significa que es un aspecto fundamental de la piedad popular. En la pastoral, tenemos que cuidar a esta última como un tesoro, alentándola, profundizándola, encauzándola. Ella será un instrumento privilegiado de esa «conversión pastoral» que nos pide el Documento de Aparecida[3]. ¿Por qué? –podremos preguntarnos- Porque, creo, el «corazón» (en sentido bíblico), es también el «centro de la conversión» que Dios desea, de nuestra parte, y asimismo es el centro donde Dios quiere entrar en la intimidad humana, quitando de ella escoria y miserias (las del «hombre viejo» de San Pablo), para darnos Misericordia, en el sentido como lo profetizara Ezequiel: “Yo quitaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ez 36, 26). Corazón de carne, que mucho nos hace falta, y no de piedra, es un corazón que tiene sensibilidad humana, que es sede del sentido común y de los buenos sentimientos hacia los demás, y que por sobre todo es capaz de dejarse penetrar por el soplo del Espíritu Santo (Cf Ez 36, 26-27), sin rechazar la acción poderosa de Aquél que es «el Alma de la Iglesia».


Jesucristo nos entregó su Espíritu a cada uno de nosotros, y por la acción de ese mismo Espíritu reactualiza dicha entrega de su Corazón traspasado. Porque cuando Cristo entregó su espíritu en las manos del Padre (cf. Lc 23, 46), vinieron los soldados, y viendo que estaba muerto “(…) uno de los soldados le traspasó con su lanza el costado, y enseguida brotaron sangre y agua” (Jn 19, 32-34). En ese momento, ya la Iglesia y el mundo recibieron al Espíritu de Consuelo, como «un Pentecostés nacido del costado abierto». Juan Pablo II reflexionaba sobre ese momento y nos decía: “(…) en adelante, Él envía el Espíritu de verdad. El agua que brota de su costado traspasado es el signo del Espíritu Santo: Jesús había anunciado a Nicodemo el nuevo nacimiento “del agua y del Espíritu”. Las palabras del Profeta se cumplen, “Yo les daré un corazón nuevo, pondré en ustedes un espíritu nuevo”[4]. Por ese mismo motivo nuestro Santo Padre Benedicto XVI tomó como punto de partida de su encíclica sobre el Amor, el Corazón traspasado de Cristo[5].

En nuestra consagración, estaremos lejos de realizar algo «novedoso», al menos como entiende la palabra lo que podríamos llamar cierta «cultura de la información al instante». Ya en 1899, el Papa León XIII[6] consagró el género humano, esto es, toda la humanidad, al Sagrado Corazón de Jesús. Muchos países, naciones, diócesis están consagradas al Sagrado Corazón. Luego de la visita a nuestra diócesis de las reliquias de Santa Margarita María Alacoque, y en comunión fraterna con la Basílica del Sagrado Corazón de Paray-le-Monial, en Francia, nos ha parecido, en el Espíritu, hacer este gesto, impulsados a “(…) dar gracias «al que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre» (Ap 1,5-6)”[7] con una consagración especial.

De tal modo, unidos en un solo corazón y una sola alma con los hermanos y hermanas de esta Iglesia particular, queremos reafirmar ante el mismo Jesucristo, nuestra voluntad de ser cada día más una Iglesia eucarística, unida al Santo Padre, Vicario de Cristo, una Iglesia mariana, misionera, en estado de misión, entregada a quienes más lo necesitan y a la promoción integral del ser humano. Como lo afirmaba Juan Pablo II, hay una gran relación entre la consagración al Sagrado corazón y la misión: “La consagración así entendida se ha de poner en relación con la acción misionera de la Iglesia misma, porque responde al deseo del Corazón de Jesús de propagar en el mundo, a través de los miembros de su Cuerpo, su entrega total al Reino, y unir cada vez más a la Iglesia en su ofrenda al Padre y en su ser para los demás”[8]. ¿Cómo no relacionar este hecho con el AÑO PAULINO JUBILAR?. Al re-asumir, una vez más, y a los pies de la Virgen de Luján, la dimensión misionera de toda la pastoral, significará para todos nosotros una gran bendición.

Si miramos con atención, veremos que nuestro mundo de hoy es «maravilloso y dramático». ¿Qué lo podría verdaderamente transformar?. Creo que será una renovación del corazón humano el que, a su vez, lo renovará, con la ayuda de la Gracia. El Concilio Vaticano II constataba que «los desequilibrios que sufre el mundo moderno están relacionados con aquel otro desequilibrio más fundamental que tiene sus raíces en el corazón del hombre», y la fe descubre felizmente que «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado»[9]. Ofrezcamos al Corazón del Verbo hecho carne, con sinceridad y sencillez, nuestros corazones, nuestros hogares, nuestras familias y comunidades, nuestras parroquias, asociaciones de fieles, movimientos, centros de caridad institucionalizada y promoción humana, escuelas, universidades, talleres, toda nuestra vida diocesana, en esta maravillosa y oportuna ocasión “(…) para presentar el Corazón de Jesús, «hoguera ardiente de caridad, (...) símbolo e imagen expresiva del amor eterno con el que “Dios tanto amó el mundo que le dio su Hijo unigénito” (Jn 3, 16)»”[10].

El Señor Misericordioso los bendiga y los proteja siempre, con la intercesión de la Santísima Virgen de Luján, nuestra Patrona, con su manto celeste y blanco, colores del cielo y de nuestro ser argentino.

Quien los quiere con el alma y es el Pastor de ustedes, en Cristo Jesús,

+Oscar, Obispo de Zarate-Campana
Sábado 18 de abril de 2009, en las Vísperas del Domingo de la Divina Misericordia


ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN

Señor del Universo, desde el horizonte infinito de tu Amor, Tú, Dios nuestro, has querido entrar en los límites de la historia humana, y te has hecho Hombre, con cuerpo y alma, con un «Corazón», para que podamos contemplar y encontrar lo Infinito en la limitación de lo propiamente humano, y encontrar el Misterio invisible, al que no pueden contener los Cielos, en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno.

Queremos consagrarnos hoy, como diócesis de Zárate-Campana, al Corazón de Cristo, símbolo de la fe cristiana, amado por nuestro pueblo pues expresa de manera sencilla y auténtica la "Buena Noticia" del Amor, resumiendo el misterio de la Encarnación y de la Redención.

Queremos consagrarnos al Corazón de Jesús, fuente de la Esperanza en la que hemos sido salvados, manantial de Verdad y de Bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones que nos hieren o agobian, y ante el cansancio de la vida cotidiana, no pocas veces ocasionadas por la injusticia, el abatimiento, la incomprensión o incluso la injuria.

De igual modo, queremos implorar el Don del Espíritu Santo, para que el Amor del Corazón de Jesús se derrame en nuestros propios corazones[11], a veces cansados de llorar, y nos sane y fortalezca, así como nos impulse a la adoración de su «inescrutable riqueza»[12] y a vivir en la súplica filial y confiada[13], y no en la inquietud, la desorientación o la indiferencia para con quienes sufren y quienes más nos necesitan.

Confiamos plenamente en Cristo Resucitado, «siempre vivo para interceder» en nuestro favor[14] y confiamos también en el Corazón Inmaculado de María, encomendándonos a Ella con gran confianza, y en especial hoy en la festividad de su advocación Nuestra Señora de Luján, patrona de la Argentina y de la diócesis de Zárate-Campana.

Sagrado Corazón de Jesús, Misericordia Infinita, en Vos confiamos.

Amén.


[1] CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 3.
[2] BENEDICTO XVI, El decálogo del Corazón de Jesús, según Benedicto XVI- Junio mes del Sagrado Corazón CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 7 junio 2008, n. I. El domingo 1 de junio, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI habló de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
[3] CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO, Vta. Conferencia, Documento de Aparecida, n. 174.
[4] JUAN PABLO II, Peregrinación a Francia, Homélie du Pape Jean Paul II, Paray-le-Monial (France), 5 octobre 1986, n. 7.
[5] “En mi primera encíclica sobre el tema del amor, el punto de partida ha sido precisamente la mirada dirigida al costado traspasado de Cristo, del que habla Juan en su Evangelio (Cf. Jn 19,37)” (BENEDICTO XVI, Enc. Deus Caritas est, 12).
[6] LEÓN XIII , Encíclica Annum sacrum (25 de mayo de 1899: Leonis XIII P. M. Acta, XIX [1899] 71-80).
[7] “Esa consagración es debida a Cristo Redentor del género humano, por lo que él es en sí y por cuanto ha hecho por todos los hombres. El creyente, al encontrar en el Sagrado Corazón el símbolo y la imagen viva de la infinita caridad de Cristo, que por sí misma nos mueve a amarnos unos a otros, no puede menos de sentir la exigencia de participar personalmente en la obra de la salvación” (JUAN PABLO II, El cristianismo, religión del amor, Mensaje de Juan Pablo II, Varsovia, en la fiesta del Sagrado Corazón, 11 de junio de 1999 en el Centenario de la consagración del género humano al Sagrado Corazón realizada por León XIII).
[8] JUAN PABLO II, El cristianismo, religión del amor, Mensaje de Juan Pablo II, Varsovia, en la fiesta del Sagrado Corazón, 11 de junio de 1999 en el Centenario de la consagración del género humano al Sagrado Corazón realizada por León XIII
[9] CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, 22
[10] PABLO VI, Investigabiles divitias, 5: AAS 57 [1965] 268).
[11] (Cf. Rm 5, 5)
[12] ( Cf Ef 3, 8)
[13] (cf. Rm 8, 15-16)
[14] (Cf Hb 7, 25).

jueves, 23 de abril de 2009

MISA EN LA PARROQUIA DE «SAN MANUEL MÁRTIR» Y FESTIVIDADES DIVINA MISERICORDIA




Domingo 19

11 hs. MISA EN LA PARROQUIA DE «SAN MANUEL MÁRTIR» (La Lonja, partido de Pilar) con entronización de cuadro de Jesús Misericordioso, bendición de la pila bautismal, del confesionario y de la nueva sacristía.

El domingo por la mañana el cura párroco y el Obispo Mons. Sarlinga visitaron el predio y casa de las Madres de la Misericordia (en La Lonja) donde se realizan las Jornadas de vida cristiana para jóvenes. Un grupo de jóvenes estaba allí reunido haciendo su retiro. A continuación el Obispo presidió la Eucaristía en la iglesia parroquial de San Manuel, Mártir (parroquia erigida el 30 de noviembre del pasado año 2008, siendo su primer cura párroco el Pbro. Albino Cabral). Ya en 2008, en homenaje al Año Paulino, fue inaugurado el gran salón parroquial de usos múltiples, llamado “San Pablo”, y en este año 2009 el cura párroco hizo diseñar y colocar la pila bautismal, y le fue donado un confesionario de talla noble, que fue puesto en la iglesia parroquial, junto a la imagen de Jesús Misericordioso, donada por el Sr. Juan José González, de los oblatos de la Divina Misericordia. Junto al cura párroco, la Eucaristía fue también concelebrada por el P. Aleixandre Sobral, de los Sodalicios de Vida Cristiana, quienes tienen una casa muy cerca de la iglesia parroquial.

Al terminar la celebración, fue bendecida la nueva sacristía de la iglesia.

11 hs. FIESTAS PATRONALES DE LA DIVINA MISERICORDIA, EN «JESÚS MISERICORDIOSO» DE GARÍN (Partido de Escobar).

A la misma hora, en la parroquia de «Jesús Misericordioso», encomendada a los Discípulos de Jesús y de San Juan Bautista, celebró su fiesta patronal, que fue presidida por Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general. Una multitud de fieles, como es ya tradicional, acudió a la celebración, de la populosa jurisdicción parroquial, situada entre Garín-Centro y la Panamericana, lindante con Pacheco.

miércoles, 22 de abril de 2009

CONFERIMIENTO DE TÍTULOS DE «CAPELLÁN DE SU SANTIDAD» EN LA DIÓCESIS

18 hs. MISA EN MAQUINISTA SAVIO y CONFERIMIENTO DE LOS TÍTULOS DE «CAPELLÁN DE SU SANTIDAD» A MONS. EDGARDO GALUPPO Y MONS. JUSTO RODRÍGUEZ GALLEGO

Por la tarde del Domingo de la Divina Misericordia, tuvo lugar la celebración de la Misa en la Inmaculada Concepción de Maquinista Savio, oportunidad en la cual Mons. Oscar Sarlinga hizo entrega de los títulos de «capellán de Su Santidad» a Mons. Justo Rodríguez Gallego (cura párroco y vicario de pastoral) y a Mons. Edgardo Galuppo (vicario general, y quien fuera cura párroco de Maquinista Savio, su primera parroquia donde tuvo cura pastoral).

La celebración, a la que asistió una gran cantidad de fieles que desbordaron el templo, fue concelebrada por numerosos sacerdotes, entre otros el P. Tomás Llorente, MSF (vicario general con encargo para la educación católica) y Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general y Rector del Seminario “San Pedro y San Pablo”, cuyos seminaristas también asistieron a la celebración.

Al término de la Eucaristía, Mons. Justo Rodríguez Gallego tuvo unas sentidas palabras, que fueron muy aplaudidas por los fieles, y a continuación se compartió un ágape fraterno en los salones del colegio “Inmaculada Concepción”, contiguo a la iglesia parroquial.

martes, 21 de abril de 2009

CONFIRMACIONES EN CAPILLA DEL SEÑOR, EXALTACIÓN DE LA CRUZ



Monseñor Oscar Sarlinga celebró el día Sábado 18 las confirmaciones de 46 jóvenes de la parroquia de la Exaltación de la Cruz, junto al cura párroco, Pbro. Walberto Morales.

La ceremonia, muy bien preparada en la parroquia, contó también con la presencia de los catequistas y los recientemente nombrados ministros extraordinarios de la comunión, que oficiaron de acólitos.

sábado, 18 de abril de 2009

MENSAJE DE MONS. SARLINGA CON MOTIVO DEL DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

EN PLENA PASCUA, ENTREMOS POR «LA PUERTA» DE LA DIVINA MISERICORDIA

Mensaje de Mons. Oscar Sarlinga con motivo del Domingo de la Divina Misericordia

Queridos hermanos y hermanas

Nos encontramos en pleno tiempo de Pascua; llegando ya al II Domingo, antiguamente llamado «in albis» y que S.S. Juan Pablo II dedicó a «la Divina Misericordia», para una vida de luz, de verdad y de bien. Nos recordaba al respecto Benedicto XVI el pasado año: “Según una antigua tradición, este domingo se llama domingo "in Albis". En este día, los neófitos de la Vigilia pascual se ponían una vez más su vestido blanco, símbolo de la luz que el Señor les había dado en el bautismo. Después se quitaban el vestido blanco, pero debían introducir en su vida diaria la nueva luminosidad que se les había comunicado; debían proteger diligentemente la llama delicada de la verdad y del bien que el Señor había encendido en ellos, para llevar así a nuestro mundo algo de la luminosidad y de la bondad de Dios”(1) .

¿Cómo entraremos confiados a la verdad, al bien, cómo dejaremos traspasar la Luz del Resucitado en nosotros?. Un texto para meditar y remeditar es Juan 10, 1-10, en el cual el evangelista nos narra cómo Jesús afirmó ante los fariseos que quien no entra por «la puerta» en el redil de las ovejas, sino que, flanqueándola o esquivándola, entra por otro lado, ése es el signo de ser un ladrón y un salteador. En cambio, el que entra por LA PUERTA, que es el mismo Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, a éste le abre el guardián, o portero, de modo que las ovejas escuchen su voz y le obedezcan, porque lo conocen, lo aman y confían en él. El que entra por LA PUERTA no es un extraño; las ovejas no huyen de él.

Si Jesucristo es LA PUERTA podemos decir que su Sagrado Corazón es LA PUERTA de la intimidad de su humanidad, y LA PUERTA de su Misericordia, que se derrama por loS siglos, sobre todos los que, con humildad de corazón, lo reciben y lo aman.

Por eso los exhorto vivamente a celebrar con gran fervor el Domingo de la Misericordia Divina. Jesús Misericordioso, que es otra manifestación de Jesús en su Sagrado Corazón, y ambas dos, en cierto sentido, como continuaciones de las «apariciones históricas» de Jesús Resucitado a sus discípulos, ha ingresado con plenos derechos en la piedad popular de nuestros fieles, que ha de ser alentada, profundizada, encauzada. El Santo Padre Juan Pablo II concedió indulgencias especiales a quienes con fervor y las condiciones debidas celebraran esta Fiesta. Véase al respecto el Decreto correspondiente de la Santa Sede, que ha sido transmitido a todos los sacerdotes y puesto en la página web del Obispado: www.obzaratecampana.com.ar

La Misericordia de Cristo será el gran antídoto contra la injusticia, la violencia imperante, la división de las familias, la lacerante miseria de muchos. Misericordia y Justicia, “que mira desde el Cielo” (Salmo 85), y una acción concreta de nuestra parte para hacer todo lo que esté a nuestro alcance por un mundo mejor.

Permítasenos decir también que la Misericordia sintetiza el misterio de la Redención, afirmación neta, para la cual los invito a meditar otro párrafo de la homilía citada de S.S. Benedicto XVI: “El Santo Padre Juan Pablo II quiso que este domingo se celebrara como la fiesta de la Misericordia Divina: en la palabra "misericordia" encontraba sintetizado y nuevamente interpretado para nuestro tiempo todo el misterio de la Redención. Vivió bajo dos regímenes dictatoriales y, en contacto con la pobreza, la necesidad y la violencia, experimentó profundamente el poder de las tinieblas, que amenaza al mundo también en nuestro tiempo. Pero también experimentó, con la misma intensidad, la presencia de Dios, que se opone a todas estas fuerzas con su poder totalmente diverso y divino: con el poder de la misericordia. Es la misericordia la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza del todo peculiar de Dios: su santidad, el poder de la verdad y del amor”(2) .

En preparación gozosa a las fiestas patronales de la diócesis, el sábado 9 de mayo (a las 16), en Belén de Escobar, oportunidad en que consagraremos nuestra Iglesia particular al Sagrado Corazón de Jesús, los exhorto a ser creyentes, «aún sin haber visto», porque en realidad hemos visto y oído lo que la Iglesia nos ha transmitido, el mensaje de Amor del Señor, su Eucaristía, su continuación en este mundo a través de su Cuerpo y de su Pueblo, que es la Iglesia, cuya Alma es el mismo Espíritu Santo. «Comunión y misión» son imposibles sin unidad de los corazones, pues el Espíritu Santo, en su pluriformidad de dones, no puede contradecirse a sí mismo. Quien no estuviera en comunión, creo que debería preguntarse si de veras «cree».

Entonces, hermanos, la festividad de la Divina Misericordia nos ayude a ser hombres y mujeres, no ya incrédulos, sino «de fe» y dispuestos a dar la vida en la construcción de la Civilización del Amor, concreta y cabalmente, sin resentimientos y sin poner la mano en el arado mirando atrás.
Los quiere y bendice,

+Oscar, Obispo de Zárate-Campana
Viernes 17 de abril de 2009

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(1) BENEDICTO XVI, Homilía del Santo Padre en el Domingo de la Misericordia Divina, Víspera de su 80° cumpleaños, Ciudad del Vaticano, Domingo 15 de abril de 2007.
(2) Ibid.


Las fotografías son del santuario de la Divina Misericordia, cerca de Cracovia, que el Papa Juan Pablo II inauguró y bendijo en 2002, oportunidad en que realizó el acto solemne de confiar el destino del mundo a la divina misericordia.

Invitado por la Fundación Argentino-Polaca y el Arzobispado de Cracovia, nuestro Obispo, Mons. Oscar D. Sarlinga, tuvo el honor de concelebrar en el día de la Divina Misericordia de 2004 (siendo entonces Obispo auxiliar de Mercedes-Luján) con el Cardenal Macharski, entonces Arzobispo de Cracovia, y con el Cardenal Schoenborn, Arzobispo de Viena. Esto en razón de ser el único Obispo latinoamericano presente en la celebración, de la que participaron 50.000 fieles.

El 17 de agosto del 2002 en Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia (Polonia), el Papa JUAN PABLO II realizó el solemne acto de confiar el destino del mundo a la Divina Misericordia.

ACTO DE CONFIAR

Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor
en tu Hijo Jesucristo
y lo has derramado sobre nosotros
en el Espíritu Santo consolador,
te encomendamos hoy el destino
del mundo y de todo hombre.
Inclínate hacia nosotros,
pecadores; sana nuestra debilidad;
derrota todo mal;
haz que todos los habitantes
de la tierra experimenten tu misericordia,
para que en ti, Dios uno y trino,
encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno,
por la dolorosa pasión
y resurrección de tu Hijo,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero. Amén.


viernes, 17 de abril de 2009

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

(Sábado 18 de abril por la tarde, Domingo 19)

Mediante el decreto «Misericors et miserator» de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos (5 de mayo de 2000), el Papa Juan Pablo II ha querido que el segundo domingo de Pascua se dedique a recordar con especial devoción estos dones de la gracia misericordiosa de Dios, atribuyendo a ese domingo la denominación de "Domingo de la Misericordia divina".

En cuanto a la imagen de Jesús Misericordioso, el 22 de febrero de 1931, santa Faustina recibió la primera revelación de la Misericordia de Dios. Ella lo anota así en su diario: "En la noche cuando estaba en mi celda, vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y, el otro blanco. Yo me quedé en silencio contemplando al Señor. Mi alma estaba llena de miedo pero también rebosante de felicidad. Después de un rato, Jesús me dijo:

Pinta una imagen Mía, según la visión que ves, con la Inscripción : "¡Jesús, yo confío en Ti!." Yo deseo que esta Imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo prometo que el alma que honrare esta imagen, no perecerá. También le prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, pero especialmente a la hora de su muerte. Yo el Señor la defenderé como a Mi propia Gloria. Cuando contó esto en confesión, el sacerdote le dijo que seguramente Jesús deseaba pintar esta imagen en su corazón, no necesariamente en el sentido de una pintura, pero ella sentía que Jesús le decía "Mi Imagen ya está en tu corazón. Yo deseo que se establezca una fiesta de la Misericordia y que esta imagen sea venerada por todo el mundo. Esta fiesta será el primer domingo después de Pascua. Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia Mía a los pecadores."

Por orden de su confesor Santa Faustina le preguntó al Señor el significado de los rayos que aparecen en la imagen emanando del corazón y el Señor le respondió: "Los dos rayos significan Sangre y Agua- el rayo pálido representa el Agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la Sangre, que es la vida de las almas-. Ambos rayos brotaron de las entrañas mas profundas de Mi misericordia cuando mi corazón agonizado fué abierto por una lanza en la Cruz...

Bienaventurado aquel que se refugie en ellos, porque la justa mano de Dios no le seguirá hasta allí". El Señor manifiesta su Corazón, y el agua y la sangre que de el brotaron como manantial de reconciliación para todos los seres humanos.

Esta revelación es una continuación de la misericordia divina que Jesús nos ofrece en la cruz, al modo como se manifestó también a Santa Margarita María Alacoque, cuyas reliquias han sido veneradas en nuestra diócesis desde el 25 de febrero hasta el 4 de marzo por la tarde, día en que las despedimos en la iglesia co-catedral de Belén de Escobar.

Puesto que no son tan conocidas por los fieles católicos las indulgencias con que la Iglesia enriquece los actos de culto realizados en honor de la Misericordia Divina, reproducimos a continuación el Decreto de la Penitenciaría Apostólica (Dicasterio competente de la Santa Sede y por consiguiente del Papa en lo que concierne a las Indulgencias).

Un párrafo especial del mismo, dirigido a los sacerdotes que desempeñan el ministerio pastoral (sobre todo los párrocos) les pide, refiriéndose a la Indulgencia, que informen oportunamente a sus fieles y que se presten con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones. En el domingo de la Misericordia divina, después de la celebración de la santa misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia divina pide también que dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas. Contiene también una referencia a la catequesis (ese «momento tan señalado de la evangelización», solicitando que en ella se impulse a los fieles a realizar con la mayor frecuencia posible obras de caridad o de misericordia.

"La Duda de Tomás", del Caravaggio (1602-1603)


Decreto de Indulgencias el Día de la Divina Misericordia

"Tu misericordia, oh Dios, no tiene límites, y es infinito el tesoro de tu bondad..."
(Oración después del himno "Te Deum") y
"Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia..."
(Oración colecta del domingo XXVI del tiempo ordinario), canta humilde y fielmente la santa Madre Iglesia.

En efecto, la inmensa condescendencia de Dios, tanto hacia el género humano en su conjunto como hacia cada una de las personas, resplandece de modo especial cuando el mismo Dios todopoderoso perdona los pecados y los defectos morales, y readmite paternalmente a los culpables a su amistad, que merecidamente habían perdido.

Así, los fieles son impulsados a conmemorar con íntimo afecto del alma los misterios del perdón divino y a celebrarlos con fervor, y comprenden claramente la suma conveniencia, más aún, el deber que el pueblo de Dios tiene de alabar, con formas particulares de oración, la Misericordia divina, obteniendo al mismo tiempo, después de realizar con espíritu de gratitud las obras exigidas y de cumplir las debidas condiciones, los beneficios espirituales derivados del tesoro de la Iglesia.
"El misterio pascual es el culmen de esta revelación y actuación de la misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio para el hombre y, mediante el hombre, en el mundo" (Dives in misericordia, 7).

La Misericordia divina realmente sabe perdonar incluso los pecados más graves, pero al hacerlo impulsa a los fieles a sentir un dolor sobrenatural, no meramente psicológico, de sus propios pecados, de forma que, siempre con la ayuda de la gracia divina, hagan un firme propósito de no volver a pecar. Esas disposiciones del alma consiguen efectivamente el perdón de los pecados mortales cuando el fiel recibe con fruto el sacramento de la penitencia o se arrepiente de los mismos mediante un acto de caridad perfecta y de dolor perfecto, con el propósito de acudir cuanto antes al mismo sacramento de la penitencia. En efecto, nuestro Señor Jesucristo, en la parábola del hijo pródigo, nos enseña que el pecador debe confesar su miseria ante Dios, diciendo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo" (Lc 15, 18-19), percibiendo que ello es obra de Dios: "Estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15, 32).

Por eso, con próvida solicitud pastoral, el Sumo Pontífice Juan Pablo II, para imprimir en el alma de los fieles estos preceptos y enseñanzas de la fe cristiana, impulsado por la dulce consideración del Padre de las misericordias, ha querido que el segundo domingo de Pascua se dedique a recordar con especial devoción estos dones de la gracia, atribuyendo a ese domingo la denominación de "Domingo de la Misericordia divina" (cf. Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, decreto Misericors et miserator, 5 de mayo de 2000).

El evangelio del segundo domingo de Pascua narra las maravillas realizadas por nuestro Señor Jesucristo el día mismo de la Resurrección en la primera aparición pública: "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"" (Jn 20, 19-23).

Para hacer que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice ha establecido que el citado domingo se enriquezca con la indulgencia plenaria, como se indicará más abajo, para que los fieles reciban con más abundancia el don de la consolación del Espíritu Santo, y cultiven así una creciente caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y, una vez obtenido de Dios el perdón de sus pecados, ellos a su vez perdonen generosamente a sus hermanos.

De esta forma, los fieles vivirán con más perfección el espíritu del Evangelio, acogiendo en sí la renovación ilustrada e introducida por el concilio ecuménico Vaticano II: "Los cristianos, recordando la palabra del Señor "En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros" (Jn 13, 35), nada pueden desear más ardientemente que servir cada vez más generosa y eficazmente a los hombres del mundo actual. (...) Quiere el Padre que en todos los hombres reconozcamos y amemos eficazmente a Cristo, nuestro hermano, tanto de palabra como de obra" (Gaudium et spes, 93).

Por eso, el Sumo Pontífice, animado por un ardiente deseo de fomentar al máximo en el pueblo cristiano estos sentimientos de piedad hacia la Misericordia divina, por los abundantísimos frutos espirituales que de ello pueden esperarse, en la audiencia concedida el día 13 de junio de 2002 a los infrascritos responsables de la Penitenciaría apostólica, se ha dignado otorgar indulgencias en los términos siguientes: Se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado de la Misericordia divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina, o al menos rece, en presencia del santísimo sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").

Se concede la indulgencia parcial al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas. Además, los navegantes, que cumplen su deber en la inmensa extensión del mar; los innumerables hermanos a quienes los desastres de la guerra, las vicisitudes políticas, la inclemencia de los lugares y otras causas parecidas han alejado de su patria; los enfermos y quienes les asisten, y todos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria en el domingo de la Misericordia divina si con total rechazo de cualquier pecado, como se ha dicho antes, y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, rezan, frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, "Jesús misericordioso, confío en ti").

Si ni siquiera eso se pudiera hacer, en ese mismo día podrán obtener la indulgencia plenaria los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria.

Los sacerdotes que desempeñan el ministerio pastoral, sobre todo los párrocos, informen oportunamente a sus fieles acerca de esta saludable disposición de la Iglesia, préstense con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones, y en el domingo de la Misericordia divina, después de la celebración de la santa misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia divina, dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas; por último, dado que son "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7), al impartir la catequesis impulsen a los fieles a hacer con la mayor frecuencia posible obras de caridad o de misericordia, siguiendo el ejemplo y el mandato de Jesucristo, como se indica en la segunda concesión general del "Enchiridion Indulgentiarum".

Este decreto tiene vigor perpetuo. No obstante cualquier disposición contraria. Dado en Roma, en la sede de la Penitenciaría apostólica, el 29 de junio de 2002, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles.

+Luigi DE MAGISTRIS Arzobispo titular de Nova Pro-penitenciario mayor

domingo, 12 de abril de 2009

VIGILIA PASCUAL EN BELÉN DE ESCOBAR

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El Sr. Obispo Oscar D. Sarlinga celebró la Vigilia Pascual en la iglesia co-catedral de Belén de Escobar, que se encontraba colmada de fieles asistentes. El rito comenzó en el atrio, con el encendimiento del cirio pascual. La Liturgia estuvo animada por el coro de la Natividad.

El Sr. Obispo se refirió en su homilía a “la Pascua perenne del Señor”, e hizo alusión a todo el Rito de la Vigilia Pascual, con su Liturgia de la Luz, el Cirio, el Pregón, la Bendición del agua y el sentido del renacimiento por el Bautismo, con la fuerza de la Resurrección de Cristo. Al mismo tiempo invitó a los presentes a considerar esa “Vigilia” como “un digno prefacio” del Día glorioso de Pascua. Dijo también que “lo que hoy llamamos conciencia histórica puece hacernos profundizar algo acerca de la función de la memoria en sentido bíblico, memoria en la tradición, sea del Antiguo como del Nuevo Testamento”. Se refirió luego a la Cena pascual de los judíos, con reminiscencias de banquete, que debía repetirse cada año para transmitir a las generaciones futuras el recuerdo indeleble de la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto (Cf Ex 12.14). Dijo que “(…) el Señor ha empleado para con nosotros una pedagogía progresiva en la historia de la Salvación, y viene por excelencia a nuestro encuentro en la Resurrección gloriosa de Jesucristo, cuya celebración ha de hacernos preparar para la vida eterna”.

Mencionó también de nuevo el significado del Cirio pascual, la bendición del agua del bautismo y la renovación de las promesas bautismales, y el prorrumpimiento del ALLELUYAH, que manifiestan “(…) el contraste nocturno entre las tinieblas exteriores y la luz, entre la muerte y la vida, entre el pecado y la gracia, entre las bienaventuranzas de quien está inundado de la paz de Dios, y la obscuridad de quien se aleja de ese Amor”. Continuó diciendo que “el canto del Exultet” es lírico, bellísimo cántico de la Liturgia cristiana, que resume las palabras y enseñanzas de San Pablo, en las cuales se inspiraron San Agustín y San Ambrosio”.

Concluyó con el reconocimiento alegre por haber sido salvados por Cristo y pidió que toda nuestra historia, personal y comunitaria, esté guiada por la misericordia de Dios, que tenemos que llevar a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados, a quienes han perdido la fe y la esperanza, a quienes se encomiendan a nuestra oración y nuestro consuelo.

Por otro lado, el Obispo presidió el día Domingo por la mañana, la Celebración de la Misa Pascual en la Iglesia de las Hermanas de la Caridad, en la localidad de Zárate. Fue una ceremonia casi íntima con los internos y las hermanas del Hogar de la Madre Teresa de Calcuta. En su Homilía profundizó sobre el amor al prójimo.

La nota completa sobre la misma puede leerse en el siguiente link, del diario El Debate:

http://www.eldebate.com.ar/despliegue.php?idnoticia=13843&idseccion=25

sábado, 11 de abril de 2009

CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR EN LA IGLESIA CATEDRAL DE SANTA FLORENTINA

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En la tarde del Viernes Santo se celebró la Pasión del Señor en la iglesia catedral de Santa Florentina, presidida por el Sr. Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, quien se hallaba acompañado por el cura párroco, Pbro. Hugo Lovatto, por Mons. Marcelo Monteagudo, Mons. Nestor Villa, el Pbro. Mauricio Aracena y el Pbro. Lucas Martínez, brindaron el sacramento de la reconciliación a los fieles desde la mañana.
Este día comenzó también con la meditación de la Pasión del Señor, en el retiro “Pascua Joven”, dado por el Pbro. Mauricio Aracena junto con el Grupo Juvenil de la parroquia de Santa Florentina.
La homilía del Sr. Obispo es reproducida a continuación en esta página.

A las 21 comenzó la VIA CRUCIS INTERPARROQUIAL, tradicional en la ciudad de Campana, que partió desde la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen, de los Padres Rogacionistas. Participaron del camino de la Cruz el Sr. Obispo, los sacerdotes de la ciudad y numerosos fieles, que formaron una gran columna humana a lo largo de las dos avenidas designadas, confluyendo en el atrio de la iglesia catedral, donde Mons. Oscar Sarlinga dijo algunas palabras alusivas e impartió la bendición a los presentes.

Es digno de notar que, por pedido expreso del Sr. Obispo, al pasar la procesión por el templo evangélico situado en la misma cuadra del edificio del Obispado, se detuvo el caminar para saludar fraternamente a miembros de la comunidad de hermanos separados, representados por algunos miembros del consejo de «ancianos», puesto que no se hallaba presente el pastor, el cual dejó sus mejores saludos. El Sr. Obispo, acompañado del Pbro. Dr. Nestor Villa, moderador de la comisión de Ecumenismo y diálogo interreligioso, expresó sentimientos de unidad en la Pasión de Jesucristo y bendiciones para los miembros de esa comunidad y sus familias.

Asimismo, también se realizó un Via Crucis Interparroquial en la ciudad de Zárate, con gran cantidad de fieles participando. El mismo partió de las distintas parroquias de la ciudad y culminó en el club náutico Arsenal.

HOMILÍA DEL SR. OBISPO EN LA CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

VIERNES SANTO
Iglesia catedral de Santa Florentina (Campana)
10 de abril de 2009

I
ESTE ES EL ÁRBOL DE LA CRUZ, DONDE ESTUVO SUSPENDIDA LA SALVACIÓN DEL MUNDO

Queridos hermanos; éste es el día de la «adoración» de la Cruz, porque ha sido el instrumento de nuestra salvación, la que nos trajo Jesucristo, el Hijo de Dios. Toda la celebración está centrada sobre la Cruz, siguiendo al predicador del Papa, podemos decir que asumió: «una dimensión cósmica». En efecto, dijo hoy el P. Raniero Cantalamessa, en la celebración del Vaticano, presidida por S.S. Benedicto XVI: “A los ojos de Pablo la cruz asume una dimensión cósmica. Por ella Cristo ha abatido el muro de separación, ha reconciliado a los hombres con Dios y entre sí, destruyendo la enemistad (Cf. Ef. 2,14-16)”(1). Por ese motivo, explicó después, la primitiva tradición consideró la imagen del «árbol cósmico de la cruz», cuyo brazo vertical une el cielo y la tierra, y cuyo brazo horizontal reconcilia entre sí a los diversos pueblos del mundo, abatiendo todo murtro de separación, puesto que por cada uno de nosotros el Señor murió, porque por su Amor se entregó plenamente, como lo refiere San Pablo: “Me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2,20).

En la Cruz, toda Justicia, toda Misericordia, ha sido cumplida, según la palabra de Jesús «todo está cumplido». Si bien es verdad que para tantos hermanos nuestros el tema religioso no cuenta, o bien cuenta de modo sólo superficial o utilitarístico, y que también muchos viven «como si Dios no existiera», es verdad también que son tantos, tantísimos, quienes saben que el ser humano no puede suplantar a su Creador, y que tanto fue el Amor de Dios que para restaurar al género humano en su dignidad original no dudó en entregarnos a su propio Hijo. Ese don de la fe no ha de quedar en un ámbito intimista, sino que debe ser causa de bendición para otros, en una irradiación amorosa, que tienda a hacer reinar la civilización del Amor y de la paz.

De hecho, desde cuando Jesús dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”, permanece más vivo que nunca, en y desde el Espíritu Santo, el mandato del Señor en la Última Cena, el de amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado, y esto por grandes que sean las dificultades de la hora presente, por grandes que puedan aparecer el indiferentismo, la fragmentación y aún oposición de opciones religiosas, o el laicismo extremo, empeñado en confinar la religión, y en especial el cristianismo, al puro ámbito del privatismo, para que no posea ninguna incidencia en plasmar la sociedad humana con valores trascendentes, plenificantes.

II

«DIOS MÍO, DIOS MÍO, POR QUÉ ME HAS ABANDONADO»

Nada hay más terrible que el sentirse abandonado por completo. Es la noche obscura. Jesús mismo, con su mente y sus labios humanos, pronunció esa palabra, dirigida al Padre: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado». En nuestro mundo de hoy también la voz de Cristo en la Cruz se hace eco en el dolor de los abandonados (también de los abandonados por sus familias), en el grito silencioso de los inocentes, en aquéllos a quienes injustamente se les inflige dolor y tortura, en los secuestrados que viven noches interminables, en los hacinados o en aquellos que huyen de las guerras y de las hambrunas, en las víctimas del terrorismo, en los afectados por desastres naturales, en los contagiados por calamitosos virus, y en tantos otros cuya mención haría interminable el listado de quienes sufren la injusticia y miseria de los marginados de hoy. Nuestro mundo no es todo así, sería una visión pesimista. Pero hay mucho de ello. Sería la ocasión esta celebración para que meditáramos hasta qué punto nos duele a nosotros estar abandonados, si alguna vez hemos tenido esa experiencia, y cuánto hacemos, dentro de nuestras reales posibilidades, para que otros no sufran de ese modo. Empezando por lo primero que podemos hacer, que es orar por ellos. Y obrar en todo lo que podamos.

En este Año Paulino Universal, miremos el camino del Apóstol Pablo: Él recibió la visión magnífica de Jesucristo Resucitado, que lo llamó a ser Apóstol de los paganos. Él, tuvo el convencimiento del valor inmenso de la Cruz, pues con su muerte, Cristo no sólo ha denunciado y vencido el pecado, sino que nos ha dado un «sentido nuevo y primordial» de todo, con lo cual ha dado también un sentido nuevo al sufrimiento humano, un sentido redentor, el cual, como bien sabemos, no es meramente pasivo ni significa una pura resignación por la resignación misma.

Es difícil dar espacio en nuestra conciencia a esta meditación, si nuestro interior está lleno de ruido, de apuro y de ansiedades, sin que sea menor el que a veces está invadido por transtornos de ansiedad. Para recibir el misterio de la Cruz necesitamos de un silencio espiritual, un «callar para que hable el Señor», un escuchar a Dios, incluso aunque de momento no comprendamos qué quiere decirnos, o incluso que no comprendamos su propio «silencio». Más aún, el cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuando es oportuno callar sobre Él, porque en algunas ocasiones hay que dejar que hable sólo el Amor, el verdadero, el que nos hará siempre testigos creíbles de Cristo.

III

APRENDER A RECIBIR EL VALOR DEL SACRIFICIO DE CRISTO

{mosimage}Una última palabra en esta meditación sobre la Cruz. De nada nos serviría el participar de las celebraciones si no aprendemos cada día más a valorar el por qué del sacrificio de Cristo. No hay mejor forma de hacerlo que de rodillas, no necesariamente en sentido material, sino pidiendo siempre el don de la humildad, que es lo que significa el corazón y el cuerpo arrodillados ante Aquel Dios del Universo. Si nos arrodillamos ante alguien es por respeto, por agradecimiento, nunca por ser meramente genuflexos. Ante Jesucristo, debe surgir en nosotros el sentimiento del infinito agradecimiento, la adoración y la gloria dada a Él, porque el misterio de la Cruz es gloria y honor del cristiano, el preanuncio jubiloso de la Gloria de la Resurrección, de la que Él nos participó, precisamente, por medio de su Cruz. San Pablo fue muy consciente de esta gratitud debida, cuando exclama lleno de fe: “En cuanto a mí, ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo!”(Ga 6,14).

Arrodillados por agradecimiento, porque sus heridas nos han curado, su muerte nos ha devuelto la vida, su angustia en el abandono nos ha restituido para siempre la esperanza, no importa cuántas sean las dificultades u obscuridades que la vida nos depare. Este agradecimiento llena nuestra mente y nuestros ojos de luz, y nos dará vista de águila para poder dedicarnos a obras de Amor, Justicia, Paz y Misericordia, en un ambiente tan complejo como éste, en el que nos toca vivir, porque nada escapa a la vista de Dios, el Altísimo que todo lo ve.

Con esta actitud del cuerpo y del alma, estaremos en las mejores condiciones para entrar en el misterio del Viernes Santo, y para la Via Crucis que seguirá a esta celebración. Pero estaremos sobre todo dispuestos a los sacrificios que en la vida nos corresponda ofrecer, porque “(…) el camino que propone Cristo es estrecho, exige sacrificio y la entrega total de sí: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mc 8, 34)”(2) .

Casi paradójicamente, una alegría infinita hara morada en nuestra alma, y nunca nos abandonará la Luz de Aquél que dio su vida por nosotros.

Que nos abra el corazón la intercesión piadosa de la Virgen Madre de Dios y Madre de la Iglesia, venerada hoy como la Mater Dolorosa, Madre de Dolores, a quien una espada le atravesó el corazón.


1.CANTALAMESSA, R., ofmcap., Predicación del Viernes Santo 2009 en la Basílica de San Pedro, “HASTA LA MUERTE, Y MUERTE DE CRUZ”, Ciudad del Vaticano, viernes, 10 de abril de 2009. Es la predicacion que pronunció el padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia, durante la celebración de la Pasión del Señor, presidida por Benedicto XVI, el Viernes Santo de 2009 , en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
2.JUAN PABLO II, Audiencia general del miércoles 6 de septiembre 2000, Ciudad del Vaticano, n. 2.

viernes, 10 de abril de 2009

JUEVES SANTO EN LA CATEDRAL DE SANTA FLORENTINA

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El Jueves Santo fue celebrado en la iglesia catedral de Santa Florentina con el templo colmado de fieles. Presidió la Misa de la Cena del Señor nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga, habiendo concelebrado el cura párroco, Pbro. Hugo Lovatto, el Pbro. Nestor Villa y el Pbro. Mauricio Aracena, Delegado de Liturgia. Asistieron los seminaristas diocesanos que realizan su actividad pastoral en Campana. No cesó el servicio de confesiones durante la tarde, durante la misa y después de la celebración.

Mientras tanto, desde la mañana del jueves se encuentran los jóvenes de la asociación “Santa María de la Estrella” en misión en sendos barrios de la jurisdicción de la parroquia de Santa Florentina, a saber Barrio Dallera y San Martín de Porres. La parroquia se encuentra en estado permanente de misión. Los jóvenes misioneros participaron de la misa.

En la homilía, el Obispo destacó el sentido del “lavatorio de los pies” en las culturas semíticas antiguas, y su expresión de humildad, total hospitalidad a quien llegaba de viaje, y entrega generosa del uso de la casa y de los bienes, y lo relacionó con el significado de las menciones al lavado de los pies en la Escritura, pasando luego al sentido espiritual del tema en el Evangelio de Juan, en el cual, dijo, ocupa el lugar que en la carta de San Pablo que se proclama ese día y en los evangelios sinópticos, ocupa el relato de la institución de la Eucaristía. Recalcó también el sentido místico del Lavatorio que Jesús efectúa, con la relación del Bautismo y la Eucaristía, y su entrega total en la Cruz, en el Sacrificio perpetuo y el Banquete enteramente ofrecido, pues así como “Dios ama al que da con alegría”, Él también da a su propio Hijo con alegría infinita, por nuestra salvación. Pidió, al mismo tiempo, orar por los jóvenes misioneros, y por todos aquellos que entraran en contacto con ellos, por las familias y por los más necesitados, poniendo en el Corazón Sacerdotal de Jesús todas las buenas intenciones y proyectos.

A continuación efectuó el rito del Lavatorio de los pies a doce hombres de la comunidad parroquial.

Terminada la Eucaristía, y luego de la primera adoración frente al altar mayor, el Obispo inició la procesión con el Santísimo y, bajo palio, se dirigió al “Monumento” que se hallaba preparado en la iglesia criptal de Santa Florentina y los Santos Padres de la Iglesia hispana, seguido por la comunidad de fieles, donde tuvo lugar la adoración y la reserva.

Gran cantidad de la comunidad presente permaneció en oración y otros regresaron para orar, pues la iglesia estuvo abierta hasta las 24.

El Obispo también anunció que el día viernes, con la meditación de la Pasión de Cristo, los jóvenes del grupo juvenil de la iglesia catedral junto con 20 jóvenes nuevos iniciaban el retiro “PASCUA JOVEN”, junto con el Pbro. Mauricio Aracena.

jueves, 9 de abril de 2009

MISA CRISMAL 2009


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El día miércoles santo por la tarde, luego de un encuentro fraterno de los sacerdotes en los salones de la iglesia catedral de Santa Florentina, y de la adoración al Santísimo Sacramento, tuvo lugar la celebración de la Santa Misa Crismal, presidida por S.E. Mons. Oscar Sarlinga, Obispo diocesano, y concelebrada por 70 sacerdotes, a la que asistieron numerosos diáconos y los seminaristas del Seminario «San Pedro y San Pablo».

El Obispo inició su homilía saludando a los presentes con saludo con las palabras del apóstol Pablo, «pues los llevo en mi corazón» (Flp 1, 7), dijo. A continuación mencionó que, “(…) misteriosamente, se reactualiza en los sacerdotes, hoy, la Gracia del Jueves Santo, de la institución de la Eucaristía y del sacerdocio. El sacerdote da lo que tiene, a Jesús, el Señor, porque, en efecto, como afirma el Concilio, “(…) al sacerdote se le pide a Cristo. Y de él tiene derecho a esperarlo, ante todo mediante el anuncio de la palabra. Los presbíteros, enseña el Concilio, tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios”(1) .

Luego invitó a los sacerdotes a “recordar, con el corazón, el día de su ordenación, y todo lo que pusieron a disposición de Jesucristo en esa donación que hicieron de sí mismos”. Mencionó que quizá algunas cosas que ocurrieron en la vida sacerdotal pudieron no ser cómo se habían esperado, que tal vez se sufrieron momentos de dolor, desorientación o de pérdida del experimentar cómo Dios actuaba efectivamente a través del ministerio, pero que todo esto, “ya sea porque Dios lo quiso, por una razón misteriosa, o porque lo permitió, pasó a ser para nostros «historia sagrada»” y que además no quitaba un ápice de lo que Jesucristo siempre obró, efectivamente, a través de nuestro ministerio”. A continuación dijo que el sacerdote es hombre «de Dios» y «para Dios», tomado por Él «de entre los hombres» para el servicio de «Su pueblo». Hizo alusión después a que nuestro sacerdocio ministerial “(…) debe estar profundamente vinculado a la oración, radicado en la oración. La oración hace al sacerdote y el sacerdote se hace a través de la oración. Sólo podrá darlo en la medida en que el Señor Jesús viva en él por una vida de oración intensa, seria y responsable que lo lleve a la amistad con Él, a vivir arraigado inquebrantablemente en Él, porque nadie da lo que no tiene y que el primer campo de apostolado somos nosotros mismos”.

{mosimage}Pasó seguidamente a explicar que, como sacerdotes, hemos de dejarnos «enseñar por el Espíritu», porque así lo dice la Escritura: “El Espíritu Santo os lo enseñará todo” (cf Jn 14, 26), y que Él consumará la obra en nosotros, como lo afirma San Pablo (2). De resultas de lo cual, Mons. Sarlinga hizo una invitación a los sacerdotes: “Los invito a mirar, en comunión con toda la Iglesia, al Espíritu del Señor, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104, 30), puesto que los desafíos pastorales son muchos, y no podemos estar al altura de los desafíos de la evangelización en este tercer Milenio si no es por el Espíritu Santo, con una verdadera conversión pastoral. Lo que en la plenitud de los tiempos se realizó por obra del Espíritu Santo, solamente por obra suya puede ahora surgir de la memoria viviente de la Iglesia, en su tradición viviente, que es la realización de la tradición apostólica en nosotros, como «embajadores de Cristo», que somos, según san Pablo (2 Cor. 5,20)” Siguiendo con la frase de la Escritura, a saber, que «El Espíritu Santo os lo enseñará todo» (cf. Jn 14, 26), refirió que “(…) muchas veces me han oído afirmar, quizá, que el primero y principal tratado viviente de Eclesiología es el Libro de los Hechos de los Apóstoles.

Viendo así a la comunidad apostólica primigenia, veamos también que en esta situación, es importante que nos dirijamos con nuestra mente y nuestro corazón al Cenáculo, para revivir el misterio de Pentecostés (cf. Hch 2, 1-11) y para permitir que el Espíritu de Dios nos lo enseñe todo, poniéndonos en una actitud de docilidad y humildad a su escucha, a fin de aprender la «sabiduría del corazón» (Sal 90, 12) que sostiene y alimenta nuestra vida”. Dijo después que dicha docilidad era necesaria por la Ley de la Encarnación y de la libertad del hombre, que Dios mismo había dispuesto.

Porque “(…) lo que sucedió entonces sigue aconteciendo en la comunidad cristiana de hoy. Gracias a la acción de Aquel que es, en el corazón de la Iglesia, la «memoria viva» de Cristo (cf. Jn 14, 26), el misterio pascual de Jesús nos llega y nos transforma. El Espíritu Santo es quien, a través de los signos visibles, audibles y tangibles de los sacramentos, nos permite ver, escuchar y tocar la humanidad glorificada del Resucitado”.

{mosimage}La última parte de su homilía consistió en la exhortación “(…) a reavivar en nosotros, junto con las promesas sacerdotales, los dones del Espíritu”. Estos dones, dijo, citando al Catecismo de la Iglesia Católica, “(…) pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas” (3).

Se refirió después el Obispo a “(…) la alegría radiante del Rostro de Cristo que ha de manifestarse en el sacerdote, a imagen del Buen Pastor, alegría interior que se da incluso cuando podamos vernos sometidos a la noche del dolor”. Dijo a continuación que “(…) a veces se vive un sacerdocio con fatiga (que no es lo mismo que el «buen cansancio» por el apostolado o, con agrietad, a la manera del triste rostro del abstemio que no ha bebido del «vino nuevo» de la Pascua de Jesucristo”. Pidió a los sacerdotes vivir “la «sobria embriaguez» del Espíritu” y los invitó en especial en la Misa crismal a pedir el don de la piedad y de la clemencia. Dijo también que, junto con una gran falta de misericordia, el mundo adolecía en especial de la piedad, y lamentó que esta palabra haya derivado en el significado de «lástima» cuando en realidad tiene que ver con el cuarto mandamiento, el honrar al padre y a la madre, a aquéllos a quienes estamos encomendados en la fe, a las instituciones que poseen el cometido fundamental de velar por el bien común y por instaurarlo en la sociedad, y viceversa, que también dice relación a la honra y el cuidado que han de tener los superiores por aquéllos que les han sido encomendados, cumpliendo su deber con alegría, como un muy buen padre de familia.

{mosimage}Dijo que “el don de la piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre. Clamar ¡Abba, Padre! extingue en el corazón aquellos focos infecciosos de tensión y de dolorosa división, como son la amargura, la ira incubada, la impaciencia, y que alimenta, en cambio, ese corazón nuestro con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón y por consiguiente de fraterna unidad de las almas”.

Culminó suplicando sobre todos la intercesión piadosa de la Virgen María, como «Madre de la Iglesia», Madre amorosa de la Iglesia, y recordó que ese título le fue conferido a la Ssma. Virgen por S.S. Pablo VI en 1967.


1.CONC. ECUM. VAT. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 4.
2.«Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy; firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús» (Flp 1, 3-6).
3. CEC 1831.

miércoles, 8 de abril de 2009

MENSAJE PASCUAL DE MONS. OSCAR D. SARLINGA 2009

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Queridos hermanos y hermanas en la fe, de esta diócesis de Zárate-Campana:

Hay una «Ausencia» que es una gran Presencia que atraviesa los siglos: “No está aquí, ha resucitado” (Lc 24, 5-6). «No está» en la tumba, porque «resucitó». Esas palabras nos grabaron a fuego, siguen resonando en nuestro ánimo, como nos lo dijera en 2006 el Santo Padre: «Non est hic, sed resurrexit» (Lc 24, 6). Desde aquella mañana, estas palabras siguen resonando en el universo como anuncio perenne, e impregnado a la vez de infinitos y siempre nuevos ecos, que atraviesa los siglos” (1).

Por eso, desde entonces, no hay «noche» en nuestra vida que no tenga una infinita Luz. El sufrimiento humano es redentor cuando lo unimos a la Pasión de Cristo. Nunca el sufrimiento ha de ser meramente pasivo, una pura y simple resignación sin sentido último. La alegría del Resucitado nos llena, incluso en medio de las dificultades. Por ello, el tiempo que comenzaremos a partir de la Vigilia, es el Día que hizo el Señor; Pascua es el misterio central de nuestra fe cristiana, el centro de nuestra vida, la Luz que nos guía, personalmente y como Iglesia, en el Espíritu. No estemos tristes, dejemos que nuestro corazón se llene de alegría, abrámoslo al gozo y a la paz, como lo afirma el Obispo y Doctor San Agustín, ante la expresión del Salmo: “Este es el día que hizo el Señor” (Sal 117 [118], 24), y dice: “(…) más sublime que todos, más luminoso que los demás, en el que el Señor resucitó, en el que conquistó para Sí un pueblo nuevo… mediante el espíritu de regeneración, en el que ha llenado de gozo y exultación las almas de todos” (2).

“Ha resucitado, no está aquí” (Mc 16, 6). Jesús, el Hijo del Dios Bendito, cumple su Pascua. Revela el significado del Paso, del Pésaj, confirma la palabra de su mensaje de salvación, mensaje de la Buena Nueva, del Evangelio. El Padre Amoroso, Dador de la Vida, no quiere la muerte (cf. Ez 18, 23. 32), porque Él “creó todas las cosas para la existencia” (Sab 1, 14). Él renueva hoy también nuestra vida. Dejémosla ser renovada por la Vida divina, abramos el corazón al Misterio de fe, pues “(…) ésta es una realidad misteriosa y escondida, que nadie conoce sino quien la recibe, y no la recibe sino el que la desea, y no la desea sino quien está inflamado en el fondo de su corazón por el Espíritu Santo que Cristo envió a la tierra” (3).

¿Querremos nosotros, queridos fieles de la Iglesia… querremos nosotros –decía- hacernos eco en nuestra vida de esas palabras, querremos de verdad dejar entrar en nuestros corazones la llama del Espíritu Santo que el Señor envió?. ¿Tendremos el coraje de pronunciar un renovado «sí»?. ¿Cómo nos damos cuenta de haberlo hecho de verdad?. La clave de comprensión, nos la da el Apóstol Pedro: «Fraternitatem diligite», quieran ser hermanos, amen la fraternidad, sean como hermanos (Cf 1 Petr. 2, 17).

Para vivir la fraternidad, hay que dejar entrar la infinita «novedad» de la Pascua: “Así, pues, festejémosla, no con la vieja levadura…, sino con los ácimos de la pureza y la verdad” (1 Cor 5, 8). Qué hermosa ofrenda a Dios, en este Año Paulino Universal, sería mandar fuera la vieja y enmohecida levadura, y renovar en nosotros la pureza y la verdad del Evangelio.

Nos ayude en esta intención la Virgen Madre, la que padeció junto a la Cruz, la que lo vio en su Pascua, la que reina junto a su Hijo. Que nos ayude a recibir el don de la fe y a acrecentarlo por la Gracia. Será para bendición de muchos, pues también dice San Pablo: “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia” (Hch. 16,30s). El Señor nunca se deja ganar en generosidad; Él quiere a cada instante darnos «el ciento por uno». Claro, también la generosidad divina hay que aprender a aceptarla con humildad, y, sobre todo, con espíritu de alabanza y agradecimiento.

FELIZ Y SANTA PASCUA DEL SEÑOR
Con mi afecto y bendición,
+Oscar Sarlinga

Campana, 8 de Abril de 2009

(1) BENEDICTO XVI, Mensaje de Pascua del Papa antes de la Bendición Urbi et Orbi, Pascua de 2006.
(2) SAN AGUSTÍN, Sermo 168, in Pascha X, 1; PL 39, 2070.
(3) SAN BUENAVENTURA, Itinerarium mentis in Deum, cap. 7, 4: Opera omnia, ed. min. Quaracchi, 5, pág. 213.