«PASCUA PARA REALIZAR EN LA VERDAD NUESTRA DIGNIDAD HUMANA»
Queridos hermanos sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos de consagración especial, hermanos e hijos todos en el Señor Jesús, de esta diócesis de Zárate-Campana:
¡Ha llegado la Pascua!. El tiempo de la Pasión del Señor se ha cumplido, ha llegado el Aleluya de la Pascua, el «paso» salvador y liberador, proveniente de aquella noche en que el pueblo de Israel fue liberado de la esclavitud del obstinado Faraón, cuando Dios los hizo pasar de las tinieblas de la servidumbre a la luz admirable de su Promesa. Así se dio el «paso», «pésaj», la salida del pueblo de Israel, hacia la tierra prometida, bajo la guía de Moisés.
Para nosotros, cristianos, herederos de la Promesa, Pascua es por excelencia el «paso» de Jesús Liberador por nuestra vida. La vida de Jesucristo es toda ella un acontecimiento pascual permanente, un paso por la muerte y resurrección, hacia el Padre (Cf. Jn. 13,1), razón por la cual nos dijo: “(...) voy al Padre” (Lc. 9,51).
Como vuestro Pastor quiero decirles, elevando una voz que desea llegar también a quienes están alejados y a quienes no han recibido el don de la Fe: nuestra Pascua no puede quedar limitada – lo cual podría ocurrir sólo por la estrechez de nuestro corazón- a una ceremonia determinada y nada más, puesto que el Culto Divino (que es Fuente y Culmen) posee siempre consecuencias prácticas en nuestra vida. El culto es Luz para llevarla a los hermanos.
Ojalá que, desde esta Eucaristía en la Noche Santa de 2008, nos convirtamos cada día más en defensores infatigables de la dignidad de la persona humana, tal como nos lo señalara el Concilio Vaticano II, de su libertad, sin olvidar nunca la esencial dimensión religiosa del ser humano, la cual nos da el sentido más profundo de la libertad y de la fraternidad. Para ello, es capital buscar la verdad con corazón recto, como nos lo ha recordado el Papa, "(…) porque la verdad es que tenemos que compartir nuestra libertad con los otros y podemos ser libres sólo en comunión con ellos".
Sigamos anunciando a quienes nos escuchan que dicha dignidad está ubicada en el primer rango de los valores, y que, más que un ente abstracto (como a veces se entiende de hecho, porque así es más cómodo), es una realidad que exige la verdad, la justicia, el amor y la libertad en las relaciones sociales, empezando por poner todo eso en obra en lo que nos compete más directamente.
Prosigamos nuestro trabajo en la diócesis, les pido, cada día con más ánimo y con sincera alegría y comunión de espíritu, como hemos venido creciendo hasta ahora.
Gracias a todos cuantos, muchos, muchísimos, que nos han acompañado –a veces haciendo reales sacrificios- con su respeto, afecto, oración, dedicación y colaboración. ¡FELIZ PASCUA DEL SEÑOR!.
Teniéndolos en la oración y poniéndolos en manos de María, la Madre de la Iglesia, los quiere y bendice,
+Oscar Sarlinga
Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. past. Gaudium et spes, nn. 12-22.
BENEDICTO XVI, Homilía en la Misa Crismal, Ciudad del Vaticano, 19 de marzo de 2008.
Cf. JUAN XXIII, Enc. Pacem in terris, nn. 34-38.
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