domingo, 16 de marzo de 2008

MENSAJE PASTORAL DEL OBISPO DIOCESANO MONS. OSCAR SARLINGA

PARA LA SEMANA SANTA 2008

En el Domingo de Pasión, o Domingo de Ramos

I

BENDITO EL QUE VIENE, EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL QUE NOS TRAE UNA CIVILIZACIÓN MÁS DIGNA

Exclamamos hoy, con la Escritura: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mc 11,9). Como hoy nosotros, fieles de Cristo, aclamamos al Señor, los jóvenes y los niños de Jerusalén acudieron llenos de alegría a Jesús, en el descenso desde el monte de los Olivos, agitando ramos del mismo olivo y de palmera, haciendo fiesta, según el antiguo himno: Los jóvenes hebreos, llevando ramos de olivo, / salieron al encuentro al Señor…”

La Liturgia es actual: la vivimos hoy. Hacemos, con un solo corazón y una sola alma, la solemne procesión con los ramos de olivo y de palma, en este domingo llamado, precisamente, de Ramos y de la Pasión del Señor, domingo que nos invita al testimonio y a la misión, puesto que es el Espíritu Santo el que nos hace testigos que aclaman a Cristo, para poner nuestras vidas al servicio de una civilización más digna, la civilización del Amor.

II

DAR TESTIMONIO DE CRISTO VICTORIOSO DESDE SU PADECIMIENTO

Volvemos a vivir, en cierto sentido, en y desde la fe, lo que ocurrió ese día de Ramos- Vemos la multitud exultante que ve a un Jesús, aclamado como el Enviado del Señor, montado sobre un asno. Lo aclamaban todos, jóvenes, niños y adultos, aunque con reticencia de algunos fariseos que hubieran querido hacerlos callar. Pero, si el gentío hubiera callado la aclamación, la habrían gritado las piedras (Cf Lc 19,39-40).

Nosotros lo hacemos hoy también, en esta Liturgia que celebramos, como Iglesia congregada en la unidad. La lectura de la Pasión (“Padecimiento”) nos pone frente a un Cristo realmente viviente en su Cuerpo, que es la Iglesia, a la cual no podríamos comprender cabalmente si no nos remontáramos al Cenáculo, donde los discípulos permanecían juntos, unidos, (cf. Lc 24, 49), rezando con María, la «Madre», a la espera del Espíritu prometido, el Espíritu que hizo nacer la misión eclesial.

Ahora, desde la imagen del Jesús padeciente, ¿me permitirán ustedes proponerles, a modo de examen de conciencia eclesial, algunos temas, concordantes con el inicio de esta Semana Santa?: El primero podría ser: en nuestro comportamiento eclesial, ¿nos inspiramos de verdad y con entera confianza en ese ícono viviente que nos presenta la Iglesia naciente, y que sigue siempre vivo y obrante en la Iglesia actual?. Dicha inspiración podría verse obstaculizada. Sería letal dejarnos abrumar por los problemas (que por cierto no escasean), las dificultades para las cuales no se ve inmediata solución, las no pocas veces graves faltas a la comunión, la caridad enfriada de muchos, o la duplicidad de espíritu, no exenta de internismo, que a veces puede aquejarnos. La caridad se enfriará, si nos dejamos abatir, y la misión perdería, así, toda eficacia. La unión de los corazones, en cambio, hace la fuerza que vence todo mal. Esto es válido también, y en especial, para nuestras familias y comunidades.

Una vez más, les pido, profundicemos en nuestra conciencia la relación más que estrecha entre esa unión de los corazones -que ha de identificar a los cristianos- y la eficacia de la misión. Nuestro Papa Benedicto nos ha dicho, el pasado año 2007: “La eficacia de la misión presupone, además, que las comunidades estén unidas, que tengan «un solo corazón y una sola alma» (cf. Hch 4, 32), y que estén dispuestas a dar testimonio del amor y la alegría que el Espíritu Santo infunde en los corazones de los creyentes (cf. Hch 2, 42)[1]. Tengámoslo también presente en nuestro camino común, en nuestro itinerario en la fe, y, por qué no, en la aplicación de nuestro proyecto pastoral diocesano, que estamos elaborando desde las bases, desde los consensos profundos y evangélicos, y sobre todo desde la “pasión por la Iglesia” que ha de caracterizarnos, en un estado de “misión permanente” o de “dimensión misionera de toda la pastoral”. Como todo proyecto en y desde Cristo, exige conversión del corazón.

Convertirnos según el Amor de Cristo, contemplando su Rostro: aquí está lo que sostiene todo gran Proyecto Pastoral; luego, las concreciones son necesarias, iluminadoras, orientadoras. El Papa Pablo VI nos hizo unas más que oportunas consideraciones al respecto en su célebre exhortación “Evangelii nuntiandi”, cuando nos dijo que la fecundidad apostólica y misionera, más que el resultado –principalmente- de programas y métodos pastorales, sabiamente elaborados y «eficientes», es el fruto de la oración comunitaria incesante[2]. Como es manifiesto, una cosa no quita la otra, pero hay una jerarquía de verdades. Oración y acción consiguiente, como del árbol bueno surge el fruto bueno.

Domingo de Pasión, o de Ramos, es, pues, Domingo misional. Si queremos misión, vamos a las raíces. El Papa Juan Pablo II nos lo había enseñado, refiriéndose a la Misión: antes de ser acción, decía, la misión de la Iglesia es testimonio e irradiación[3]. Perder esta preeminencia equivale, creo, a descarrilar en nuestro itinerario. Fue por esa irradiación por la cual el cristianismo “arrasó” en sus inicios, en medio de un mundo pagano y tantas veces perseguidor, cuando, como escribe Tertuliano, los paganos se convertían, viendo el amor que reinaba entre los cristianos: «Vean –dicen– cómo se aman entre ellos»[4].

“Vean cómo se aman entre ellos”. Teniéndolo en cuenta, podríamos proponer otro interesante tema de reflexión, increíblemente actual, acerca de la innegable existencia de ciertas manifestaciones de neo-paganismo en nuestras sociedades del mundo hoy (y que no han dejado de penetrar, en distintos niveles, nuestros ambientes pastorales). Me parece que faltaríamos a la honestidad, creo, si dejáramos de plantearnos en nuestro espíritu un interrogante: ¿Cuál es la irradiación que, de verdad, estamos proyectando sobre nuestros ambientes?. ¿En qué estado se encuentra la irradiación humanizadora y evangelizadora que, como cristianos, como “luz y sal”, les debemos a nuestras sociedades actuales?. Pero esta pregunta surgirá en nuestras conciencias si antes hemos tomado conciencia “real” de “las ovejas perdidas” del rebaño encomendado, dicho esto en sentido del Evangelio, y sin aplicar aquí un criterio meramente numérico. Sin descuidar el ver primero cuántos también se acercan cada día, ¿cuáles son las causas del alejamiento de muchos? (principalmente en esto último pensaba el Papa Juan Pablo II cuando nos propuso por primera vez, para nuestra América Latina, la «nueva evangelización», nueva en su ardor, nueva en sus métodos, y nueva en sus modos de expresión).

Acerca de cuánto responderemos por ellas, las “ovejas perdidas” (en especial quienes tenemos cura de almas)[5], sólo Dios lo sabe; creemos en su Misericordia y en su Justicia infinitas. Nosotros pongamos Amor, pongamos Verdad, pongamos Esperanza; hagámoslo desde la oración y la acción, con un propósito más firme al meditar en la Pasión de Jesucristo.

III

JESÚS EXHALA SU ESPÍRITU; LA IGLESIA ADQUIERE ALMA EVANGELIZADORA

«Recibirán la fuerza del Espíritu Santo»

Domingo de Pasión es Domingo del Espíritu. Si la Iglesia no tuviera Alma (que es el mismo Espíritu Santo), quedaría sin misión ni razón de ser alguna. Pero la tiene; es el Espíritu de Amor. El mismo Espíritu inspiró la “profesión de fe” del centurión romano: “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39). Fue el primer ser humano que, viendo expirar a Jesús, lo confesó como Hijo de Dios. Más aún, fue cuando lo vio expirar, en ese momento, cuando el centurión fue penetrado por la evangelización, y a continuación él mismo evangelizó, confesándolo de tal modo, delante de otros.

Porque, el evangelizado, evangeliza; es decir, se convierte en evangelizador y, precisamente por ello, en factor de promoción humana integral. El que evangeliza en serio, es porque está evangelizado. Fue una importante enseñanza de la ya citada Evangelii nuntiandi: “El que ha sido evangelizado, a su vez, evangeliza. Esta es la prueba de la verdad (…) de la evangelización: es impensable que un hombre haya recibido la palabra y se haya dado al Reino, sin que llegue a ser, a su vez, alguien que da testimonio y que anuncia[6].

El antiguo dicho: “Obras son amores, y no buenas razones”, dice una verdad. Pero mayor aún es la verdad de la Escritura, de labios de San Pedro: “Listos siempre para responder a quien fuera que pida razón de la esperanza que hay en ustedes”(1Pt 3,15). En este orden, el del laicado joven que es signo de Esperanza, tendrá lugar este año, del 15 al 20 de julio, la XXIII Jornada Mundial de la Juventud 2008, bajo el lema: «Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos» (Hch 1, 8). Nos unimos al Santo Padre Benedicto XVI y a todos los jóvenes, en la preparación misional para dicha Jornada, que tendrá lugar en Sydney, siguiendo también nosotros su hilo conductor, que es el Espíritu Santo y la misión[7].

Los jóvenes han recibido esa fuerza de lo Alto aquí también, en esta iglesia local de Zárate-Campana, tan rica en potencialidades humanas y cristianas, y también heterogénea…Estoy muy contento, como Pastor diocesano (y no podría dejar de decirlo), de la cantidad de grupos juveniles misioneros que han querido formarse, y han aceptado el desafío de la Misión dentro de esta propia diócesis (que ha experimentado una gran inmigración del interior del país, y de países vecinos, una razón más, entre otras numerosas, para lo cual todos hemos debido “redescubrir” la necesidad de misionarla)[8].

Gracias de nuevo por haber recibido con fe el llamado del Obispo junto con su Consejo presbiteral (de lo cual han sido testimonio elocuente las dos “Misas de envío misional”, en 2006, en Pilar, y en 2007, en Baradero). Los han alentado a la vez, queridos jóvenes, no pocos sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos de nuestras parroquias, asociaciones y movimientos. Incluyo aquí, por supuesto, a las delegaciones diocesanas competentes (en especial, sin menoscabar a nadie, sino agradeciendo a todos, la Delegación de Pastoral Juvenil, con su secretariado, y la Delegación de Misiones, con su e animación misionera). Los frutos han superado incluso las potencialidades humanas de que disponíamos.

IV

SALUDO FINAL

Por eso, al inicio de esta Semana Santa 2008, también en nuestra iglesia local, en comunión con el Papa, con un servidor, y con toda la Iglesia universal, es la fuerza de Cristo, de su Espíritu, junto con la intercesión materna y la mediación de María, la que nos hace “subir a Jerusalén”, para anunciar que la Iglesia está viva y que quiere ser anunciadora y fiel, con un sufrimiento madurado en la Cruz.

Él, Jesucristo, “(…) deberá padecer y resucitar de entre los muertos el tercer día” (Lc 24,46). Mientras esperamos ver esa Gloria, podríamos vernos tentados a llegar a avergonzarnos de Él (¡es una tentación siempre al acecho!). Queremos, con renovada Esperanza, comprometernos una vez más a proclamarlo, con humildad, con Fe (Cf Rm 1, 16) y a ponernos al servicio de una humanidad dramáticamente necesitada del Amor, para construir una civilización más digna de Dios y del hombre, más como la merecemos por ser hijos del Padre.

Les deseo de corazón que tengan una Feliz Semana Santa, vivida con la Gracia del Señor, reactualizando en sus vidas la Última Cena, la Cruz Pascual, la Resurrección Gloriosa, con Paz y unidad familiar. Ofrezco la oración por todos y cada uno, y en especial por quienes más sufren, por los enfermos y abandonados, y por quienes más lo necesitan.

Con afecto y bendición,

+Oscar Sarlinga



[1] BENEDICTO XVI, Mensaje del Santo Padre a los Jóvenes del mundo con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud 2008, dado en Lorenzago, el 20 de julio de 2007, n. 5.

[2] Cf. PABLO VI, Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, 75

[3] Cf. JUAN PABLO II, Enc. Redemptoris missio, 26.

[4] Cf TERTULIANO, Apologético, 39, 7.

[5] Nos enseñaba Juan Pablo II: “Los obispos, por consiguiente, están llamados a ser semejantes al «Hijo del hombre», quien «ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 10), como dijo Jesús durante su visita a la casa de Zaqueo. Esta es la esencia misma de su vocación misionera” (JUAN PABLO II, Audiencia General, Ciudad del Vaticano, miércoles 28 de octubre de 1992, n. 5). Por supuesto que la afirmación es válida para los presbíteros, estrechos colaboradores de su ministerio episcopal, de carácter sacramental. .

[6] PABLO VI, Exh. apost. Evangelii nuntiandi, 24.

[7] BENEDICTO XVI, Mensaje del Santo Padre a los Jóvenes del mundo con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud 2008, dado en Lorenzago, el 20 de julio de 2007, n. 1.

[8] Han misionado dentro de la propia diócesis, entre 2006 y 2007, el grupo misionero de la parroquia de Maquinista Savio, el grupo juvenil de la iglesia catedral de Santa Florentina (junto con el movimiento de “Partida”), el Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana, los jóvenes del Movimiento de Partida de las distintas parroquias, la Acción Católica, el grupo misionero del movimiento Santa María de la Estrella (de Pilar), los jóvenes de la Legión de María, los de Villa Rosa (Pilar) los jóvenes de la parroquia de San Vicente de Paul (de Ariel del Plata), los jóvenes de Nuestra Señora del Carmen, de Zárate, de la parroquia del mismo nombre, de Campana, el grupo misionero Juan Pablo II de Santiago Apóstol, de Baradero, los jóvenes del grupo en formación de Nuestra Señora de Luján (Zárate), los de Santa Teresa de Jesús (Garín), de Jesús Misericordioso (Garín) y de la cuasi-parroquia de Nuestra Señora de Luján y los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (Campana), los distintos grupos misioneros de colegios donde actúan los Misioneros de San Juan (con sede en Pilar), el grupo “Koinonía” (de la parroquia de Manuel Alberti), el grupo Arnoldo Jansen (del Instituto Verbo Divino, de Pilar), los jóvenes de la parroquia Beata Teresa de Calcuta (Zárate) -que se encuentra en formación-, los jóvenes de Ntra. Señora de Caacupé (de Pte. Derqui), el grupo juvenil de la parroquia de Exaltación de la Cruz (Capilla del Señor), los jóvenes del Colegio “Aníbal Di Francia” (Campana) y jóvenes de la parroquia de la Sgda. Familia, de Los Cardales, así como también de “La Posada de la vida” (Pilar). En distintas ocasiones fueron acompañados por grupos misioneros de la diócesis de San Isidro, de la parroquia de San José Obrero, de Mercedes, y del grupo de jóvenes del Focolar Zona Norte, así como de jóvenes misioneros de Del Viso. Los mismos grupos misioneros también han acudido a otras provincias o regiones, y asimismo algunos jóvenes de distintos colegios han efectuado misiones fuera de nuestra diócesis.

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