El Rey de Paz fue rechazado por muchos; rechazado por el inicio sistema romano; rechazado por cierta muchedumbre de entre el Pueblo. Misterio de Piedad de muchos; misterio de iniquidad de muchos también, expresado el tormento de la Cruz, patíbulo del sistema romano. Pero desde esa Cruz de Misericordia infinita derramada, vino el triunfo total, el de la Resurrección, el de la Ascensión, el del Envío del Espíritu Santo en Pentecostés, que inauguró el “tiempo de la Iglesia”. Por eso este rojo vivo es el color litúrgico del Descenso del Espíritu, y el color del martirio, del supremo testimonio de ese Amor inmenso.
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