Primero hay una continuidad en el ser, de la Iglesia. Luego, nos conecta la Fe, en y a través de la oración y la comunión. "Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí". El nexo que nos hace vernos como plenos descendientes de esa comunidad primordial de la iglesia-madre de Jerusalén es la Fe, que “abre horizontes infinitos”. Por eso, porque “abre” (y no cierra) la Fe es llamada «virtud-puerta» (así lo hace Santo Tomás de Aquino, por ejemplo) porque nos abre a todas las demás virtudes, y que nos abre a una vida de virtud y felicidad, de renovación del mundo en el Amor. Esa Fe, que admiramos en San Pablo, y en especial en este Año Paulino, que ha convocado el Santo Padre, el cual al respecto nos dice del Apóstol de las Gentes: en la carta a los Gálatas nos dio una profesión de fe muy personal, en la que abre su corazón ante los lectores de todos los tiempos y revela cuál es la motivación más íntima de su vida. "Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20).
Virgen del Carmen, protectora nuestra |
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