viernes, 21 de marzo de 2014

Es historia sagrada. No salimos "iguales" después de leerla, y tanto menos después de meditarla en el espíritu (gn 37, 3-4. 12-13. 17-28)

Lectura del libro del Génesis.

Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era el hijo de su vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas. Pero sus hermanos, al ver que lo amaba más que a ellos, le tomaron tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo. Un día, sus hermanos habían ido hasta Siquém para apacentar el rebaño de su padre. Entonces Israel dijo a José: “Tus hermanos están con el rebaño en Siquém. Quiero que vayas a verlos”. José fue entonces en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán. Ellos lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se habían confabulado para darle muerte. “Ahí viene ese soñador”, se dijeron unos a otros.

“¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!”.

Pero Rubén, al oír esto, trató de salvarlo diciendo: “No atentemos contra su vida”. Y agregó: “No derramen sangre. Arrójenlo en esa cisterna que está allá afuera, en el desierto, pero no pongan sus manos sobre él”. En realidad, su intención era librarlo de sus manos y devolverlo a su padre sano y salvo.

Apenas José llegó al lugar donde estaban sus hermanos, éstos lo despojaron de su túnica –la túnica de mangas largas que llevaba puesta –, lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba completamente vacía. Luego se sentaron a comer. De pronto, alzaron la vista y divisaron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad, transportando en sus camellos una carga de goma tragacanto, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: “¿Qué ganamos asesinando a nuestro hermano y ocultando su sangre? En lugar de atentar contra su vida, vendámoslo a los ismaelitas, porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne”. Y sus hermanos estuvieron de acuerdo. Pero mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata, y José fue llevado a Egipto.

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

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