martes, 25 de diciembre de 2012

Monseñor Sarlinga celebró la misa de Nochebuena en la cocatedral de Escobar


Fuente: escobarnews.com

El Obispo Monseñor Oscar Sarlinga celebró la misa de Nochebuena en la iglesia cocatedral de la Natividad del Señor, con oportunidad a la vez de las Fiestas Patronales de esta parroquia escobarense.

En su mensaje navideño, el Obispo de la Diocesis de Zárate Campana indicó que "he pensado mucho en la maternidad divina de María, por ser Ella la Esposa del Espíritu Santo, y como, a partir de su Hijo Jesucristo, sigue engendrando y dando a luz a las almas predestinadas, en el sentido paulino, para que vivamos como creaturas nuevas, creaturas sanadas por la gracia, creaturas de un pueblo mesiánico que es la Iglesia, cada uno de nosotros con una vocación y elección, dentro de la gran vocación natalicia a la santidad".

Y añadió que "Todos somos pecadores, y por consiguiente sujetos a la muerte, y necesitados de la misericordia infinita de Dios; la “Navidad interior”, esto es, el misterio vivido en el corazón, nos ayudará a verlo como “misterio interior, renovador, misterio que nos hace profundizar en el verdadero “discurso de Jesús”, que es la humildad, la de Dios omnipotente que se hace hombre, frágil, hermoso, que nos sonríe desde el Pesebre. Desde esta perspectiva, una Navidad vivida en el misterio de Dios, es “medicinal”, o, como verbalizaba San Agustín, “la primera medicina de la cual tenemos necesidad”.

Seguidamente dijo que "Pienso que sólo desde aquí puede renacer en nosotros una vida buena; sólo desde aquí puede renacer la gracia del perdón, la de perdonar y ser perdonados. Me invito y los invito, en Navidad, el Nacimiento, el acontecer del Niño, a escuchar la amorosa (y lapidaria) frase evangélica: «Si no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los cielos» (Mt 18, 2). Misterio y desafío. Hay mucho afán del poder por el poder mismo; tanta prevaricación de los corazones, tanta inmunda calculación, traición, tanta ingratitud, tanto egoísmo… pero sobre todo, y esto es lo importante, tanta esperanza, tanta luz, tanta bondad".

Asegurando que "Esa luz nos iluminará para ver, con los ojos de la fe (tanto más en el Año de la Fe) que Belén, la que fuera la aldea perdida en el recuerdo en Tierra Santa, ha sido la esperanza por excelencia de un mundo renacido, y sigue siéndolo también para nosotros, hoy, aquí, en las circunstancias concretas de nuestra vida, en la cual Belén deviene nuevamente la Bethlehem, la Casa del Pan, promesa y garantía de la paz y de la justicia del Reino en nuestra vida, de la Mano amorosa de Jesús, el Niño, el Hombre-Dios, el dador del Espíritu que nos consuela en todas nuestras luchas".


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