lunes, 29 de septiembre de 2008

TOMA DE POSESIÓN DEL PBRO. HUGO LOVATTO COMO CURA PÁRROCO DE LA PARROQUIA DE SANTA FLORENTINA (IGLESIA CATEDRAL)

El día sábado 28 de septiembre, a las 16.30, asumió su oficio de cura párroco de la parroquia de Santa Florentina (iglesia catedral) de la ciudad de Campana, el Pbro. Hugo Lovatto, habiendo sido puesto en posesión por nuestro Obispo Mons. Oscar D. Sarlinga, quien presidió la misa, concelebrada por veinte sacerdotes de la diócesis.

El P. Hugo Lovatto, quien desde días atrás se encontraba ya en la iglesia catedral, ha recorrido distintos ámbitos pastorales y capillas, se ha reunido con grupos, movimientos y agrupaciones de la iglesia catedral y ha manifestado su deseo de servir a la Iglesia, y “dejar la vida” en la misión que se le ha encomendado, de pastorear esa porción del Pueblo de Dios, sin excluir a nadie y prodigándose para con todos.

La Santa Misa fue televisada por el canal local, y asistieron a ella numerosos fieles, entre los cuales muchos jóvenes, también de entre quienes realizaron la «misión Campana» el pasado año 2007. Los padres del neo-párroco, quienes participaron de la misa, trajeron las ofrendas al altar. El Pbro. Hugo Lovatto es a la vez delegado diocesano de la Pastoral Juvenil.

El Sr. Obispo recordó que la parroquia de Santa Florentina continuará contando con un vicario parroquial, el Pbro. Mauricio Aracena, y que, como había sido anunciado, tendrá la gracia de la próxima ordenación diaconal (el 11 de octubre) del acólito Lucas Martínez, el cual, una vez diácono, será adscripto a la iglesia catedral.

Mons. Oscar Sarlinga hizo alusión en su homilía a la necesaria y vital comunión con la Iglesia, y citó al Directorio para la vida y misión de los presbíteros, de la Santa Sede, en lo referente a la comunión traducida en amor efectivo por el pueblo cristiano que se le encomienda al párroco: “Hombre de comunión, el sacerdote no podrá expresar su amor al Señor y a la Iglesia sin traducirlo en un amor efectivo e incondicionado por el Pueblo cristiano, objeto de sus desvelos pastorales. Como Cristo, debe hacerse “como una transparencia suya en medio del rebaño” que le ha sido confiado poniéndose en relación positiva y de promoción con respecto a los fieles laicos. Ha de poner al servicio de los laicos todo su ministerio sacerdotal y su caridad pastoral, a la vez que les reconoce la dignidad de hijos de Dios y promueve la función propia de los laicos en la Iglesia” (Directorio para la vida y misión de los presbíteros, n. 30).

También hizo referencia a la conocida definición de parroquia que brinda el Documento de Puebla, esto es, «comunidad de comunidades» y dijo que en la parroquia, «casa y escuela de comunión» han de darse las notas de la vida cristiana con las que San Pablo exhorta a la iglesia de los Filipenses (la segunda lectura del día), esto es, el amor, un solo corazón, un solo pensamiento (aclaró, sin embargo, que no se trata de «uniformización» alguna, sino de la victoria sobre las letales divisiones y escisiones).

Refiriéndose a la convivencia y trabajo apostólico en común de las distintas asociaciones, instituciones y movimientos dentro de la parroquia, citó una vez más el Directorio, que alude, en esto, directamente a un deber del párroco: “Más concretamente, el párroco, siempre en la búsqueda del bien común de la Iglesia, favorecerá las asociaciones de fieles y los movimientos, que se propongan finalidades religiosas, acogiéndolas a todas, y ayudándolas a encontrar la unidad entre sí, en la oración y en la acción apostólica”.

Mons. Sarlinga exhortó al cura párroco a promover la evangelización y la misión, la caridad social, la buena armonía entre los distintos miembros de la comunidad, respetando sus legítimos carismas y aptitudes, el trabajo apostólico con los jóvenes, el cuidado de los enfermos, el espíritu de la Liturgia conforme a las normas de la Iglesia, la mancomunidad de valores trascendentes y la presencia evangelizadora en los medios de comunicación social. Recordó especialmente el Obispo el deber del párroco de ser ministro de la reconciliación y promover que en la iglesia catedral siempre haya confesores, también con las celebraciones penitenciales en los tiempos fuertes del Año Litúrgico, como son el Adviento y la Cuaresma.

Conociendo las cualidades del Padre Hugo, el Obispo pidió a los fieles que lo quieran y se dejen querer pastoralmente por él, para que en la paz de Cristo pueda ejercitar su misión espiritual con amabilidad y firmeza, con humildad y espíritu de servicio, privilegiando a los que sufren y a quienes padecen la pobreza, tanto material como espiritual.
Por último, le pidió al párroco que alimente a los fieles con la Palabra de Dios, con la predicación como «don de la verdad y del amor», a imagen del Buen Pastor, que no vive reprochando sino que carga a la oveja perdida sobre sus hombros y hace fiesta por su retorno al redil (cf. Lc 15,4-7).

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