Perteneciente a
(Luego de saludar a las autoridades presentes, entre los cuales se encontraban el Presidente y miembros de
“La inauguración de una nueva escuela católica nos hace reflexionar una vez más sobre la identidad y la misión. En efecto, aquélla está llamada a una renovación profunda y vigorosa, precisamente dentro de la identidad y la fidelidad a una misión, como nos lo muestra la valiosa herencia de una experiencia plurisecular en materia de educación. Por consiguiente, para nosotros, no se trata de abrazar cualquier tipo de modelo de instrucción. Dentro de la libertad religiosa y de conciencia, y también del respeto de las leyes vigentes, en tanto justas, es preciso que hoy la escuela católica que queremos sepa definirse a sí misma de manera eficaz, convincente y actual, penetrada del impulso misionero, con el deber fundamental de la evangelización, dentro de la cual el ser humano (en especial el de tierna edad) recibe el don de la educación integral, la instrucción adecuada, la cultura, pero sobre todo la apertura fundamental al don de la salvación. Es la apertura trascendente de la escuela católica.
Hemos mencionado la escuela católica como lugar de educación integral de la persona humana. Este ideal requiere de un profundo, madurado y claro «proyecto educativo», que hunda sus fundamentos en el mismo Cristo. Esto significa también «sentido de pertenencia», en lo que concierne a la escuela, respecto de
Además, la escuela católica, a pesar de las dificultades que ha conllevado dentro de las vicisitudes que sufrió nuestra sociedad argentina, ha querido seguir siendo corresponsable del desarrollo social y cultural de las diferentes comunidades, en especial de quienes menos tienen. De esas comunidades nuestra escuela forma parte, nunca como un ente aislado sino compartiendo siempre los éxitos y las esperanzas, los sufrimientos, las dificultades y el esfuerzo para un auténtico progreso humano, de una justicia largamente esperada. Es por ello que podemos decir que una escuela católica o de inspiración católica, ha de ser siempre una «Mano Amiga» tendida hacia quien más lo necesita, en especial hacia quien haya perdido las razones de creer o de abrigar esperanza.
Nunca se insistirá lo suficiente en la necesidad de contar con las familias para el proyecto educativo, para lo cual han de alentarse también las dinámicas educativas entre padres e hijos y, muy especialmente, el apoyo sencillo y profundo, lleno de sensibilidad y delicadeza, ofrecido a las familias en mayores dificultades, aquéllas cuya unidad sea «débil» o que hayan sufrido «rupturas».
La escuela católica, poniéndose al servicio de las personas y familias, en especial las menos favorecidas, presta así un valioso impulso a su progreso espiritual y material. La colaboración de las famlias, incluso con sacrificio, en la medida de sus posibilidades, la existencia de cooperadoras escolares y de otros medios de involucramiento en el proceso educativo, permitirá también a la escuela católica la necesaria renovación pedagógica y didáctica. Es el momento, por esto, de agradecer nuevamente el gran esfuerzo prodigado en este sentido por tantos fieles laicos colaboradores, sin olvidar a los consagrados, quienes viven su misión docente como realización de su vocación y de auténtico apostolado.
Desde esta perspectiva, e incluso en nuestra propia diócesis, vemos con satisfacción que hemos recorrido un camino positivo, aún en medio de tantas dificultades de orden organizativo, económico, financiero y jurídico, en el trazado de un proyecto, también integral, en la escuela católica en los últimos decenios. Educar, educar en sentido integral; ayudar a la misión evangelizadora de
En fin, no podemos olvidar la contribución de la escuela católica a la pastoral de conjunto. Más allá de su efectiva pertenencia jurídica (el Obispado, una congregación religiosa, una parroquia, una fundación –como es el caso de esta escuela que hoy inauguramos-; una asociación sin fines de lucro, o como fuere), la escuela católica está dentro de una diócesis , que como porción del Pueblo de Dios unida a su Obispo y con la colaboración de un presbiterio, trabaja por un proyecto pastoral dentro de la pertenencia a
En síntesis, podemos hacer la ecuación: «escuela católica-comunidad de verdadero amor», «mano amiga» tendida hacia quien más lo necesita, acudiendo siempre presurosos, como la sangre a la herida, donde hay una imperiosa necesidad de crear «civilización del Amor». Es hora ya que esta última deje de ser para nosotros un hermoso concepto, y se transforme en una maravillosa realidad, a la que siempre nos ha llamado
+Oscar D. Sarlinga
(El mensaje fue entregado a los miembros de
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