viernes, 30 de mayo de 2008

Cocatedral Natividad del Señor, Belén de Escobar

EL SANTO PADRE BENEDICTO XVI ASIGNÓ EL RANGO DE IGLESIA COCATEDRAL»
DE LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA A LA IGLESIA DE LA
«NATIVIDAD DEL SEÑOR» en BELÉN DE ESCOBAR

El Santo Padre Benedicto XVI ha designado «CoCatedral» de la diócesis de Zárate-Campana a la iglesia de la Natividad del Señor, de Belén de Escobar. Dicha iglesia pasa a ser, por ende, co-sede del Obispo diocesano. Las razones consideradas fueron substancialmente pastorales y concernientes a la atención religiosa de la circunscripción eclesiástica de Zárate-Campana, cuya jurisdicción comprende los partidos de Escobar, Campana, Zárate, Baradero, Pilar, Exaltación de la Cruz y San Antonio de Areco, y fue creada por el Papa Pablo VI en 1976, mediante la bula «Qui divini consilio».

El nuevo reconocimiento y nombramiento concatedralicio fue efectuado en nombre del Papa por la Congregación Vaticana para los Obispos (que es como el Dicasterio u Organismo de gobierno que se ocupa de los Obispos y las circunscripciones eclesiásticas), mediante decreto protocolado 176/2008 (con fecha del 12 de abril), y esto en razón de las facultades especiales que a dicha Congregación son concedidas por el Sumo Pontífice Benedicto XVI. La concesión se produjo luego de contar con el voto favorable del Excelentísimo Monseñor Adriano Bernardini, Arzobispo titular de Faleri y Nuncio Apostólico en la Argentina.

El mismo decreto en nombre del Papa concede al Obispo diocesano, Mons. Oscar Sarlinga, las facultades de su ejecución (o puesta en práctica), esto es, de decidir acerca de la fecha de su publicación, el anuncio al clero y al pueblo cristiano, y asimismo el acto en el cual se dará por cumplido el encargo, para lo cual nuestro Obispo eligió el día viernes 30 del corriente mes de mayo, en la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, durante la Misa que presidirá en la nueva co-Catedral. Ese día se labrará y firmará el acta oficial.

En cambio, la solemnidad mayor será celebrada en el mes de septiembre, luego de la «misión joven» que piensa realizarse en la ciudad, y que precederá a la celebración de las fiestas patronales diocesanas en mayo del 2009, en la iglesia CoCatedral de la Natividad.

El título mencionado de parte del Vaticano, dispone que: “(…) el mencionado Templo de la «Natividad del Señor» en Belén de Escobar, sea honrado con el título y excelencia de Iglesia CoCatedral, con todos los derechos, honores, privilegios, y asimismo las cargas y obligaciones que son propios de este tipo de Iglesias”.

El Templo designado CoCatedral data de 1908 (cumple, por consiguiente, cien años), y es el más grande de la diócesis, con capacidad para cerca de 900 personas, con 60 metros de largo en la nave central. El interior, aunque necesitado de restauración (como por otra parte todo el templo) está ornado con imágenes y retablos franceses del siglo XIX. Cuenta con una amplia casa parroquial, y un amplios salones de usos pastorales, con gran capacidad tanto en la planta baja, y otro tanto en el piso superior.

En el ámbito de la nueva CoCatedral se realizan, de hecho, gran parte de los encuentros diocesanos, sea de jóvenes, de catequistas, de los distintos movimientos o asociaciones de fieles, u otros que fueren, tanto por la espaciosidad del lugar como también por la privilegiada ubicación geográfica de Belén de Escobar y su fácil acceso por Autopista Panamericana.

En honor a la memoria cívico-religiosa al agradecimiento debido, en el año centenario del Templo, no puede dejar de mencionarse a quien diera origen a Belén de Escobar, Doña Eugenia Tapia de Cruz, considerada su Fundadora, y cuyos restos reposan en la iglesia conCatedral.

Su profunda fe católica fue inspiradora del nombre elegido para la nueva población, pues era devota del Niño Jesús, razón por la cual la primera capilla fue puesta bajo la advocación del« Niño Dios nacido en Belén». Este nombre, además, se originó en la orden religiosa de los Padres Bethlemitas, quienes tenían a su cargo el Real Hospital de Nuestra Señora de Belén, que existió en la región hasta 1779. En 1838, al morir su esposo, don José Antonio Cruz, Doña Eugenia toma a su cargo las tierras y la estancia y, en 1864, compra a sus hijos los derechos sobre la propiedad heredada. Dueña exclusiva del predio, lo hace mensurar, posteriormente, y lo divide en 80 manzanas, fundando, así, el pueblo de Belén, en el lugar conocido anteriormente como "Valle de Santiago" o "Cañada" o "Isla de Escobar". Para ser destinadas a la futura iglesia y casa parroquial, plaza y edificios públicos, donó dos manzanas y, más adelante, la primera capilla de madera, que fue bendecida el 25 de diciembre de 1887. Doña Eugenia Tapia de Cruz falleció el 15 de agosto de 1888.

SIGNIFICADO DE LA «COCATEDRAL» O «CONCATEDRAL»

Ambos términos en castellano son equivalentes y, manifiestamente, significan que la conCatedral es el Templo o edificio religioso con el mismo rango de iglesia Catedral que comparte la sede episcopal con otro templo Catedralicio.

La «iglesia Catedral» primera o principal lo es por razones históricas, o por haber sido la primera que se dio a la diócesis, como es el caso de la iglesia de Santa Florentina, en Campana, que sigue siendo la iglesia principal adjudicada al Obispo. La conCatedral es una concesión en nombre del mismo Santo Padre, hecha por la Santa Sede, y posee todos los derechos y privilegios de las iglesias Catedrales, los cuales tienen un profundo sentido pastoral, en especial en el orden de la liturgia, la catequesis y la caridad activa y operante de la Iglesia católica.

La ubicación de la Catedral (y de la ConCatedral) debe ser central en la diócesis, de modo que sea importante el número de personas que diariamente la visiten, con la conciencia de la capitalidad de este templo entre los restantes lugares de culto de la diócesis, que hagan de ella un lugar privilegiado para convertirla en un "centro de acogida y de perdón" para todo el pueblo de Dios: sacerdotes, religiosos y laicos.

La mayoría de ellas (las conCatedrales) están en Europa, especialmente en España (como las de Santa María, de Cáceres, o las de Gualadajara, Logroño, Castellón, la de San Pedro de Soria y la de Alicante) y en algunas otras naciones de ese Continente (como en Polonia, Francia, Malta, Eslovaquia y Bulgaria), pero también han sido asignadas esas sedes en América Latina, tales como la de Sao Pedro dos Clérigos, en Recife, Brasil, junto con otras en el mismo país, y una en Venezuela. Otras conCatedrales son las de Saint Antoine de Padoue, en Longueuil, Canadá, y la del Patriacado Latino de Jerusalén (Tierra Santa).


TEMAS BÁSICOS SOBRE LA IGLESIA CATEDRAL, QUE SON APLICADOS A LA «COCATEDRAL»

La Iglesia Catedral es el principal templo de la Diócesis y el mas importante, no por razones edilicias sino porque es la cátedra del Obispo, y por ello constituye es el signo de unidad de la Iglesia Particular o Local, donde se cumple el sagrado Ministerio Episcopal del Obispo. Por ello, en cierto modo, es la madre de todas las iglesias de la Diócesis y el centro capital de la vida litúrgica diocesana .

La Catedral y CoCatedral es también signo del magisterio y de la potestad del Pastor de la Diócesis, donde se manifiesta la santificación de las personas, y se da culto y gloria a Dios. Así se refiere el Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos, en el n. 155, respecto de la iglesia Catedral, lo cual también se aplica a la CoCatedral:.

“Entre los templos de la diócesis, el lugar más importante corresponde a la iglesia Catedral, que es signo de unidad de la Iglesia particular, lugar donde acontece el momento más alto de la vida de la diócesis y se cumple también el acto más excelso y sagrado del munus sanctificandi del Obispo, que implica juntamente, como la misma liturgia que él preside, la santificación de las personas y el culto y la gloria de Dios. La Catedral es también signo del magisterio y de la potestad del Pastor de la diócesis. El Obispo ha de proveer para que las celebraciones litúrgicas de la Catedral se desarrollen con el decoro, el respeto de las rúbricas y el fervor comunitario que son apropiados a aquella que es madre de las iglesias de la diócesis” .

Según la legislación canónica vigente, la iglesia Catedral debe ser dedicada con rito solemne y el aniversario de dicha dedicación se conmemora festivamente en todas las demás iglesias de la diócesis. También el altar de la conCatedral ha de ser de piedra, y ha de contar con cátedra episcopal destacada.

LA CELEBRACIÓN EN LA CATEDRAL Y EN LA COCATEDRAL

El Concilio Vaticano II puso las bases necesarias para una reforma litúrgica auténtica. Es importante cultivar sus frutos positivos y corregir los abusos que se hayan introducido en la práctica litúrgicaLa fe viva, que reconoce la presencia del Señor, constituye la primera condición para una celebración bella que culmine con el Amén para gloria de Dios. Estas indicaciones deben también brillar en las celebraciones eucarísticas de la Catedral.

Con este fin, se invita a que en la Catedral (y en la conCatedral) se fomente, de modo ejemplar, una «espiritualidad eucarística» que culmina en la celebración de la Misa pero incluye también la adoración del Santísimo Sacramento fuera de la Misa, las bendiciones eucarísticas, las procesiones con el Santísimo Sacramento (en especial el Corpus Christi), y otras sanas manifestaciones de la piedad popular. Esta espiritualidad será sin duda de lo más fecundo para sostener la vida cotidiana y reforzar nuestro testimonio. Lo mismo dígase de la atención al sacramento de la penitencia, para lo cual en la Catedral y conCatedral debe haber siempre confesores suficientes.

ALGUNAS REFERENCIAS SOBRE LA CATEDRAL
(Y EQUIPARABLES EN LA COCATEDRAL)
EN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO

El Derecho eclesiástico es muy claro respecto a la dedicación de las iglesias Catedrales (y conCatedrales). Dice así: "Dedíquense con rito solemne las iglesias, sobre todo, las Catedrales y parroquiales" (c. 1237).

Lo mismo dice del Altar, que preside el templo y constituye el punto central de la vida que en él acontece: la Sagrada Eucaristía, fuente y cumbre de la Sagrada Liturgia. Dice, también, el Código de Derecho Canónico: "Se deben dedicar los altares fijos, y dedicar o bendecir los móviles, según los ritos litúrgicos" (c. 1237).

Respecto de la celebración presidida por el Obispo, dice el canon 389.
“Presida frecuentemente la celebración de la santísima Eucaristía en la Catedral o en otra Iglesia de su diócesis, sobre todo en las fiestas de precepto y en otras solemnidades”.

El canon 1178 hace referencia a las exequias del Obispo.
“Las exequias del Obispo diocesano se celebrarán en su iglesia Catedral, a no ser que hubiera elegido otra”.

martes, 27 de mayo de 2008

Solemnidad del Corpus Christi en nuestra diócesis


Lunes, 26 de mayo de 2008

Las festividades de la solemnidad del Cuerpo y Sangre del Señor tuvieron sus celebraciones en la ciudad de Zárate, donde la Misa y la procesión con el Santísimo por las calles de la ciudad fueron presididas por el Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, y en Campana, donde fueron presididas por el vicario general, Mons. Edgardo Galuppo. En Zárate se congregó una muchedumbre de fieles, entre los cuales muchas familias, jóvenes y alumnos de colegios, y lo mismo en la ciudad de Campana.

En Zárate, la Misa fue concelebrada por Mons. Ariel Pérez, Cura párroco, Mons. Santiago Herrera, pro-vicario general, Mons. Marcelo Monteagudo, los padres salesianos y los padres Eduardo Mussato, Eduardo Carrozo y Mauricio Aracena. Se encontraban presentes las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta (que tienen su casa de caridad en las afueras de la ciudad, en la ribera del Paraná) y que precisamente ese día cumplían los 30 años de fundación allí.

Durante la procesión se hicieron capillas estacionales en las cuales fueron leídas meditaciones hechas por miembros del consejo pastoral sobre la base del Documento de Aparecida. La bendición solemne final tuvo lugar en el atrio de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, iglesia matriz de Zárate, luego de lo cual el Obispo agradeció afectuosamente la presencia de todos, especialmente el trabajo de los sacerdotes, consagrados, laicos comprometidos y las delegaciones de los colegios.

A continuación la homilía del Sr. Obispo...

HOMILÍA DE MONS. OSCAR SARLINGA
EN LA SOLEMNIDAD DEL «CORPUS CHRISTI» EN LA CIUDAD DE ZÁRATE

Sábado 24 de mayo de 2008

Queridos sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, hermanos y hermanas en el Señor, que tan numerosos han acudido, desde las parroquias y capillas de la ciudad de Zárate, para esta misa del Cuerpo y Sangre del Señor, y la subsiguiente procesión por las calles de la ciudad.

Me alegra sobremanera el que la intención de reactualizar y promover la festividad del «Corpus Christi», haya provenido del Decanato, y que sean justamente las dos ciudades que dan nombre a la diócesis, tanto Zárate como Campana las que hayan comenzado a hacer realidad este anhelo, que también habíamos conversado en 2006 y 2007 con el presbiterio y el consejo pastoral. Para nada es un signo «triunfal» (sería degradante de nuestra parte el buscar triunfalismo alguno, lo cual en el fondo constituiría un modo camuflado de degradar lo sagrado) sino, sí, un signo «presencial» (y por consiguiente desprovisto tanto de «sentimiento de supremacía o predominio» como de «complejo de inferioridad»; vaya de paso la consideración acerca de que este último generalmente es el efecto –y no tanto el contrario- de los dos precedentes).

Signo presencial, es cierto, que para dar más fruto debiera ser también explicado convenientemente en la catequesis, en las misiones populares y en la nueva evangelización en general, pues se trata (junto con Pentecostés) como de la «Fiesta Patronal» de la Iglesia Católica, la Presencia real, activa y operante de Aquél que «habitó entre nosotros», como dice el Evangelio (Jn. 1, 14).

Por eso, junto con el Obispo, con los sacerdotes y consagrados, este pueblo aquí presente quiere dar a la ciudad, en especial a los católicos alejados, o que quizá no se han sentido lo suficientemente confortados por nuestro testimonio cristiano, su mensaje presencial de fe y de caridad. Así, unida a la intención cultual y litúrgica, nuestro propósito se hace pastoral y evangelizador; y nos concede el consuelo, que viene del Espíritu, de encontrarnos como hermanos, saludarlos a Ustedes como fieles de Cristo e hijos en Él, así como darnos mutuamente la ocasión de conocernos mejor, para lo cual no menor es la posibilidad que nos brinda la participación de tantos jóvenes y niños de los colegios.

I
EL SACRAMENTO DE LA CRISTIANA CO-UNIÓN Y CO-MISIÓN

«Comunión» significa también, podemos decir, «co-unión» y «co-misión», en lo cual se encuentra la fuerza de transformación que posee el cristianismo. Por eso el efecto supremo del sacramento de la Eucaristía es llamado «comunión», que es el «cumplimiento acabado de nuestra vida espiritual» (1): es la fuerza de transformación de todas las cosas, en Cristo.

En este sentido, el Papa Benedicto XVI ha subrayado en la celebración del Corpus de este año cómo en la expresión paulina «todos ustedes son uno en Jesucristo» reside la verdad y la fuerza de la transformación cristiana de todas las cosas: “(…) la revolución más profunda de la historia humana, que se experimenta en torno a la Eucaristía”.

“Aquí se reúnen ante la presencia del Señor personas de distintas edades, sexos, condiciones sociales, ideas políticas. La Eucaristía no puede ser nunca un ámbito privado, reservado a personas que se ha elegido en función de la afinidad o la amistad. La Eucaristía es un culto público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo” (2).


Por eso, hermanos y hermanas, luego de la Misa, cumpliendo con esta opción de renovar en la ciudad la procesión del Corpus, hemos tenido la intención de honrar la presencia del «Peregrino Celestial», Jesucristo, al que muchos no conocen, o no han oído de Él, o no se han sentido atraídos por su Palabra y por su Amor, tal vez porque nosotros (que somos su Cuerpo viviente, como Iglesia) no se lo hemos mostrado de modo diáfano con nuestro culto y nuestro testimonio de vida, en parte por la pereza respecto del evangelizar, o por creer que no hace falta la evangelización explícita (que incluye como en un «todo-íntegro») la promoción humana integral). O quizá también porque divisiones y enfrentamientos (que generalmente emergen a partir de nimiedades y las llamadas «cuestiones de piel», o pequeños-grandes rencores, pero que después empeoran) han opacado en algo, o en mucho, la unidad visible de nuestra realidad eclesial.

Es verdad que el recorrido de la procesión es simbólico respecto de una ciudad tan grande, pero en el corazón de fe queremos llevar a Jesús verdaderamente presente, a cada hogar, a cada barrio, para que no caiga en nuestra falta, como fue el caso de las palabras que constan en el Evangelio: “En medio de ustedes está Uno al que Ustedes no conocen” (Jn. 1, 26).

Aquí es el mismo Jesucristo quien se da a conocer, y nos enseña, en el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar, que Él es el Pan vivo bajado del Cielo, no como el que comieron los padres del pueblo elegido en el desierto, y que luego murieron, sino el Pan para la Vida Eterna. Porque el pueblo que huía desde Egipto hacia la Tierra Prometida fue sometido a la prueba y a la tentación de desesperar, pero Dios Providente les envió el maná.

Jesús nos enseña que ese maná venía del Cielo, pero este Pan Nuevo, en cambio, es Él que se da a sí mismo en la Eucaristía, ese sacramento que instituyó en la última Cena, y que constituye el sacramento de la comunión cristiana, el sacramento que hace la unidad de la Iglesia en el Amor. Es el sacramento-principio de vida, idéntico para toros, el mismo Jesucristo que se ofrece a cada uno como el Pan vivo bajado del Cielo, y que hace de los comensales a esa Mesa una sola cosa, un solo cuerpo, unido en el Amor (Cf. 1 Cor. 10, 17).

La solemnidad del «Corpus Christi» nos impulsa a reconocer a Cristo vivo y presente en medio de vosotros; y a reflexionar, si prestamos atención, en cuánto la vida cotidiana y diaria del pueblo, ayudada por el buen ejemplo y el testimonio de los cristianos de veras («aquellos que con simplicidad de fe saben captar las místicas irradiaciones del divino Hermano»), pueda ser como «magnetizada, iluminada, confortada, y, por la gracia, santificada».

II
EUCARISTÍA VIVIDA

Atendiendo a esta última razón expuesta, no queda otra cosa más cierta y sucinta que decir que la Eucaristía es causa maravillosa de la unificación de los creyentes, con Jesucristo y entre ellos. Así lo afirma San León Magno: “No a otra cosa (…) tiende nuestra participación al cuerpo y a la sangre de Cristo, sino a transformarnos en aquello que asumimos” (4).

Transformación, en Cristo. Es la meta. Sería vano nuestro culto si quedara encerrado en un intimismo o en el recinto del templo material. ¡Cómo podría quedar así opacado el efecto de la Eucaristía!. Al culto debido (Cf. 1 Cor. 2, 30-31), como lógica y esencial consecuencia se le debe la «Eucaristía vivida» del Amor cristiano, en todos los órdenes, también en el sentido de nuestra conciencia social (en todos los niveles, también en la relación familiar y vecinal), de la «caridad social» e incluso «caridad política», como la llama la Doctrina social de la Iglesia. No podemos olvidarlo, so pena de caer en la condición de «masa internamente dividida» pues, como justamente lo afirmaba el Papa Pablo VI, “(…) si olvidáramos que la Eucaristía está destinada a nuestra relación humana, junto con nuestra cristiana santificación; está instituida para que lleguemos a ser hermanos; es presidida por el Sacerdote, ministro de la comunidad cristiana, para que, desde el estado de extraños, dispersos e indiferentes los unos a los otros, lleguemos a ser hermanos, iguales y amigos; y ha sido dada a nosotros para que, desde el estado de masa apática, egoísta, o gente dividida o adversaria entre sí, lleguemos a ser un pueblo, un verdadero pueblo, creyente y amoroso, de un solo corazón y una sola alma”(5) .

De tal modo, la Eucaristía celebrada lleva al pueblo cristiano al sentido de una profunda solidaridad, a infundir el carisma de una real y mística unidad, que es la celebración del Sacrificio Eucarístico, el cual, al ser también Banquete (Sacrificio y Banquete van unidos; sólo una mentalidad escindida podría separarlos), produce el efecto de vivir como con un solo corazón y una sola alma (Cf. Hch. 4, 32). ¿Tenemos la suficiente conciencia de esta realidad de fe?. ¿Tenemos el propósito –también los sacerdotes- de poner toda nuestra colaboración para hacer realidad visible tangible, esta realidad de fe?. Será un tema importante para el desafío evangelizador y la «conversión pastoral» a la que proféticamente nos llama el Documento de Aparecida.


III
LA EUCARISTÍA PARA LA CONSTRUCCIÓN EFECTIVA
DE LA «CIVILIZACIÓN DEL AMOR»

A no dudar, entonces, esta comunión de fe, de caridad, de vida sobrenatural, que deriva del Sacramento que la significa y la produce, puede tener un enorme y benéfico reflejo sobre la sociabilidad temporal de los seres humanos; porque hay un sentido primordial y trascendente, hay una Fuerza (con mayúscula) que lo solo humano no puede alcanzar: “A la «Ciudad terrestre» le falta ese suplemento de fe y de amor, que en sí no puede hallar; y que la «Ciudad religiosa» en ella existente, esto es, la Iglesia, puede en no pequeña medida conferirle, sin ofender en nada la autonomía de la«Ciudad terrestre»; inclusive, la justa laicidad puede también conferírsela, por tácita ósmosis de ejemplo y de virtud espiritual!” (6). Son las bases de la ansiada construcción de la «Civilización del Amor». ¿Cuánto más puede aguantar el mundo sin esta reconstrucción?.

Sabemos como el tema y el problema social tiene relevancia hoy, como ayer, en nuestro tiempo y en nuestro país. Sabemos como las ideologías, las políticas, las culturas, las organizaciones tienen como base lo social, y cuánto esto es importante. Ahora bien, ¿nos preocupamos en evangelizar, incluso desde una sana laicidad, lo social?. Los cohermanos nuestros de este tiempo trabajan, se fatigan, sueñan y sufren, para crear la «Ciudad terrestre», como la hemos llamado, y sabemos todos como en este esfuerzo se logran, sí, progresos, muchas veces dignos de admiración, pero también sabemos que hay obstáculos y contrariedades, que derivan en divisiones, luchas continuas e internismos debilitadores, porque en el fondo falta un único y trascendente principio unificador de la sociedad humana, falta la suficiente energía moral para dar a ella la cohesión libre y consciente y al mismo tiempo sólida y feliz; falta no pocas veces el deponer egoísmos o mutuos avasallamientos. Y, en el fondo, incluso en los«creyentes», no pocas veces falta fe. Señor, creemos, pero aumenta nuestra fe… Esta fe no queremos imponérsela a nadie. Hay libertad, y es bueno que así sea. Sobre todo, la libertad religiosa, es el centro de los demás derechos humanos (como la llamaba Juan Pablo II: «quicio de los derechos humanos»).


Queremos repetir, sí, en esta «Fiesta patronal de la Iglesia católica», o mejor todavía, queremos reactualizar en nuestro corazón y en nuestros labios, la triple exclamación del santo Obispo y Doctor de la Iglesia, San Agustín, refiriéndose a la Eucaristía: “¡Sacramento de piedad!; ¡Sacramento de unidad!; ¡Vínculo de caridad!”(7) . Y esto lo haremos con el acompañamiento de la Madre de Jesús Eucarístico, la siempre Virgen María, que nos llevará de la mano en nuestro peregrinar. Ella nos protege y sana muchas de nuestras heridas interiores, con las manos llenas de ese Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo. Espíritu de consuelo y de clemencia, de sanación y paz, que mucha falta nos hace, y que hoy, especialmente, suplicamos al Señor.


+Oscar D. Sarlinga


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1. Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO, S.Theol., III, q. 73, 3.
2. BENEDICTO XVI, Homilía en la Misa del Corpus Domini, Roma, 22 de mayo de 2008.
3. Cf. PABLO VI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Domini, Roma, 17 de junio de 1965. El Papa exhortaba allí a descubrir “(…) la presencia silenciosa, misteriosa y amorosa del Señor: «Habitavit in nobis», habitó entre nosotros, dice el Evangelio (Jn. 1, 14). (…). También aquí Él tiene su morada, inquilino, habitante urbano, como cuantos aquí tienen su vivienda; vuestro compañero, vuestro colega, vuestro huésped, vuestro amigo, que comparte vuestra vida, tácita, escondidamente; pero no interesado por otra cosa que por vuestra vida espiritual; deseoso de ninguna otra cosa que de vuestra conversación, de vuestra comunión con Él. Para que no se diga, aún, como en el Evangelio: "En medio de vosotros está Uno al que no conocéis" (Jn. 1, 26), es que celebramos aquí este culto (…). Reconoced a Cristo vivo y presente en medio de vosotros; y pensad, como la vida cotidiana, profana, pueda ser como magnetizada, iluminada, confortada, santificada por aquellos que con simplicidad de fe saben captar las místicas irradiaciones del divino Hermano”).
4. SAN LEÓN MAGNO, Sermo 63, 7; P.L. 54, 357.
5. Cf. PABLO VI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Domini, Roma, 17 de junio de 1965.
6. PABLO VI, Homilía en la Solemnidad del Corpus Domini, Roma, 17 de junio de 1965.
7. SAN AGUSTÍN, In Io. Tract. 26, 13; P.L. 35, 1613.

martes, 20 de mayo de 2008

CELEBRACIÓN DEL CORPUS CHRISTI EN NUESTRA DIÓCESIS

El próximo fin de semana se celebrará en todo el país la Solemnidad del Corpus Christi, fiesta que recuerda a los fieles su fe en la santísima eucaristía y es una ocasión privilegiada para demostrar su devoción públicamente. Muchas comunidades de la diócesis se unirán a esta celebración con las tradicionales procesiones del Corpus por las calles.

Nuestro Obispo, Mons. Oscar Sarlinga celebrará el Corpus en la comunidad de Zárate a las 16:00hs. Comenzando con la Santa Misa y luego con la procesión con el Corpus por las calles de la ciudad de Zárate.

Así mismo la comunidad de Campana, celebrará el Corpus a nivel ciudad comenzando a las 16:00hs con la Santa Misa en la Parroquia Ntra. Sra. del Carmen, al finalizar la misma se realizará la procesión con el Corpus hasta la Cuasi-Parroquia Ntra. Sra. de Luján y Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

martes, 13 de mayo de 2008

PENTECOSTÉS EN LA CASA DEL CENÁCULO


Junto con una gran cantidad de sacerdotes y fieles laicos, Mons. Oscar Sarlinga celebró la solemnidad de Pentecostés en la Casa de Nuestra Señora de Luján, del Cenáculo, en Exaltación de la Cruz. Fue la oportunidad en la cual dio el sacramento de la confirmación a varios jóvenes de la comunidad. Durante la misa dos miembros renovaron sus votos dentro de la asociación de fieles correspondiente.

La gran cantidad de jóvenes presentes (entre los cuales un ómnibus del grupo juvenil de la catedral de Campana), las familias, que han venido a acompañar a los casi 30 integrantes de la comunidad, que pertenecen a distintos países, expresó un clima de fiesta vivido con piedad y espíritu de fe. La comunidad del Cenáculo es conocida en Argentina como la Fraternidad de Nuestra Señora de Luján, cuya casa (en su sede ubicada en el cruce de las calles Bernárdez y Miguel Cané, en el kilómetro 69 de la ruta 8 -barrio Parque Sakura-) organizó la celebración de Pentecostés, que reunió a fieles y simpatizantes de distintos partidos e incluso de Buenos Aires.


Durante la misa, Mons. Sarlinga dijo la siguiente homilía:

HOMILÍA DE PENTECOSTÉS

EN «IL CENACOLO»

DE EXALTACIÓN DE LA CRUZ


Queridos sacerdotes, queridos jóvenes,


Hermanos y hermanas en el Señor que han venido con espíritu de Fe a esta celebración de Pentecostés, en esta Casa de oración y de paz, Casa de María de Luján,

I.

FESTIVIDAD DE LA IGLESIA MISMA, EN UNA «NUEVA EPÍCLESIS»

Estamos llamados hoy a vivir una renovada «epíclesis», palabra que a muchos no resultará familiar, y que no es otra cosa que la invocación de la presencia del Espíritu Santo, su derramamiento, su efusión, sobre nosotros, como en un renovado Pentecostés, que hoy estamos viviendo. Y bien. Hoy estamos juntos, unidos. Hoy también nosotros queremos ser un «cenáculo» de discípulos fidelísimos, y de misioneros ejemplares del Nombre cristiano. La Liturgia nos congrega en el Nombre de Jesús, el cual se hace presente entre nosotros, pues Él no nos deja huérfanos; y no lo hace puesto que nos ha enviado al Espíritu «Paráclito», el que nos consuela, el Abogado, el que nos fortalece (Cfr. Jn. 14-18, 16, 26; 16, 7). Entramos así, vivencialmente, en el misterio mismo de la Santísima Trinidad, porque en Pentecostés, como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, el Espíritu Santo "se manifiesta, da y comunica como Persona divina (...). En este día se revela plenamente la santísima Trinidad".

Pentecostés es la Festividad de la Iglesia misma, que hoy celebramos y en la cual, a través de la Palabra y de la Eucaristía, nos llenan en nuestro interior las llamas del Espíritu Santo, para arder en un fuego divino del Amor. Porque «dejarse inflamar por el Espíritu Santo», es condición esencial para que se realice un «nuevo Pentecostés». A este respecto, les recuerdo hoy a todos, y especialmente a los queridos jóvenes, esas palabras que dirigió el Santo Padre Benedicto XVI, en su primera visita pastoral, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud del 2005: “Déjense inflamar por el fuego del Espíritu, para que un nuevo Pentecostés renueve los corazones de ustedes. Que por la mediación de ustedes, sus coetáneos de todas las partes de la tierra lleguen a reconocer en Cristo la verdadera respuesta a sus esperanzas y se abran a recibir al Verbo de Dios encarnado, que ha muerto y resucitado para la salvación del mundo”.

II.

NUESTRA MEDIACIÓN, EN LA UNIDAD Y LA MISIÓN

Esa «mediación» constituye hoy, también, nuestra misión. ¿Hemos venido con la disponibilidad de asumirla?. Porque de esa asunción de responsabilidad podrá también depender el que otros quieran «abrirse a recibir el Verbo». Todo «don» conlleva «responsabilidad».

¿Qué significa asumir, además de lo que ya sabemos?. El asumir la misión implica a la vez abrir las puertas del corazón, a fines de dejar entrar el aire sano y fresco. Todos los días necesitamos un «soplo oxigenador», no tanto que apunte principalmente a reformas estructurales (aunque éstas puedan ser también legítimas y aún necesarias) sino por sobre todo con una «renovación espiritual», en el Amor, que nos dé un sentido de «vida nueva», de «renovación de la alegría», el «sentido mismo y primordial» de todo y del todo, que el mundo está perdiendo (aunque desearía interiormente encontrarlo, a quién le cabe duda…).

Es nuestra tarea poner en obra «energías latentes» (la expresión es de Pablo VI) para el Anuncio del Mensaje a todos cuantos entren en contacto con nosotros. Eso es evangelización, la cual, como nos lo recordaba Juan Pablo II, ha de ser «nueva en su ardor, en sus métodos y en sus modos de expresión». Es «nueva» en tanto «renovada», porque en ningún momento de la historia de la Iglesia el Espíritu la ha abandonado; nunca le negó su soplo, antes bien, siempre la ha alentado. Como bellamente afirmaba en una oportunidad el Papa Pablo VI: "El soplo oxigenador del Espíritu ha venido a despertar en la Iglesia energías latentes, a suscitar carismas adormecidos, a infundir aquel sentido de vitalidad y de alegría que, en cada época de la historia, hace joven y actual a la Iglesia, dispuesta y feliz para anunciar su eterno mensaje a los tiempos nuevos"3. Nosotros todos somos rejuvenecidos (sin importar la edad cronológica) si nos disponemos a anunciar el mensaje de salvación.

Dijimos que hoy celebramos la Festividad de la Iglesia misma. Ella, en sí, nació el Viernes Santo, en la Cruz del Señor. Pero se manifestó al mundo en Pentecostés. El Padre y el Hijo nos envían el Espíritu Santo, acontecimiento que marca «el nacimiento eclesial ante el mundo», cuando los Apóstoles, columnas de la Iglesia, fueron "revestidos del poder de lo alto" (Hech 1, 5). Si nos fijamos bien, el gran acontecimiento eclesial presupone el que los Apóstoles y los discípulos permanecían «juntos», con María, la Madre de Jesús. La unidad posee un gran valor. “Permanecer juntos –nos enseñaba el Papa Benedicto- fue la condición que puso Jesús para recibir el don del Espíritu Santo; el presupuesto de su concordia fue la oración prolongada. De este modo se nos ofrece una formidable lección para cada comunidad cristiana. A veces se piensa que la eficacia misionera depende principalmente de una programación atenta y de su sucesiva aplicación inteligente a través de un compromiso concreto. Ciertamente el Señor pide nuestra colaboración, pero antes de cualquier otra repuesta se necesita su iniciativa: su Espíritu es el verdadero protagonista de la Iglesia”. Será éste otro motivo de meditación acerca de «permanecer juntos, como Iglesia, como hermanos en la Fe. Allí estará siempre el Espíritu Divino, según el decir de San Ireneo: “Donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia: el Espíritu es la verdad”.

III.

LA IGLESIA UNIDA Y LA DIVERSIDAD DE LENGUAS EN EL «CAMBIO EPOCAL»

Así las cosas, ¿cómo podríamos pensar que Pentecostés fue un acontecimiento histórico que se dio una vez, y basta, como si sus efectos no se renovaran hoy?. Pentecostés ocurre hoy, aquí, 11 de mayo de 2008. Pentecostés es permanente, es actual, porque el Espíritu Santo, sean cuales fueran las condiciones de nuestra vida, nunca abandona a la Iglesia y a todos y cada uno de los suyos.

En este gran «cambio epocal» que vive nuestra civilización, en la cual pareciera que la Palabra del Señor es poco escuchada, poco recibida en los corazones (o incluso que recibe contradicciones convencidas u organizadas), recordamos, junto con el gran teólogo que fue Henri de Lubac, que «es imposible entender al Espíritu sin escuchar lo que Él dice a la Iglesia»6. Lejos de ser «eclesiocentrismo», esta realidad resulta del sentido de la misión. Faltaríamos a la verdad si no lo proclamáramos.

Y la realidad histórica y religiosa inaugurada en Pentecostés es abierta, universal, «católica». El estupor causado por el cristianismo irradiante entre los pueblos nos lo atestigua: «Todos estuvieron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en diversas lenguas, según que el Espíritu les permitía expresarse (…) y (…) cada los escuchaba hablar en su propia lengua» (Hch 2). La diversidad puede significar también unidad. Existe un comentario judío al Éxodo, refiriéndose al capítulo 10 del Génesis, en el que se traza un mapa de las setenta naciones que, según se pensaba en aquella época, formaban la totalidad de la humanidad. A dichas naciones se las envía al Monte Sinaí para escuchar la palabra de Dios, y fue allí donde la voz de Dios se dividió en setenta, para hacer la unidad: "En el Sinaí la voz del Señor se dividió en setenta lenguas, para que todas las naciones pudieran comprender" 7. Así, también en el Pentecostés que relata san Lucas, la palabra de Dios, mediante los Apóstoles, se dirige a la humanidad para anunciar a todas las naciones, en su diversidad, «las maravillas de Dios» (Hch 2, 11). Si prestamos atención, veremos que aquí está el sentido más profundo del milagro de las lenguas… cada uno conserva la propia, pero todos convergen, en la expresión y en la comprensión, convergen en la misma Verdad, en el Espíritu de Verdad.

Dicho milagro manifiesta la realidad de la diversidad de los pueblos, que por virtud del Evangelio se compagina en armoniosa y fraterna unidad, en el sentido en que se refiere San Pablo en la carta a los Efesios: «Ustedes deben respetarse los unos a los otros con amor –escribe san Pablo- esforzándose por conservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: un solo cuerpo y un solo Espíritu, como en una sola esperanza han sido llamados: uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo, uno es Dios y Padre de todos» (Ef. 4, 2-6). Uno y todos; son los puntos centrales de esta la concepción espiritual traída por Pentecostés, para una manifestación social, mundial, de la humanidad «polarizada en Cristo».

¿Vemos el alcance real de todo esto?. ¡Cuánto para dejar transformar nuestras vidas!. Y, a la vez, qué distancia tan inmensa existe entre entenderlo conceptualmente, y dejarlo penetrar en el corazón. Pero, ¡aquí estamos, Señor!. Somos «uno y todos».

Y lo somos para celebrar Su Gloria: Laudate Dominum omnes Gentes!, ¡Alaben a Dios, todas las familias de los pueblos!. Para la felicidad de la humanidad, para una transformación de la sociedad en el Amor y para el camino hacia la vida eterna.

Con la ayuda de María la Madre de Dios, tan cercana a nosotros en Luján, Estrella de la Evangelización.

+Oscar Sarlinga

La «Comunidad Cenáculo» fue fundada en el mes de julio de 1983 gracias a la intuición de una mujer, sor Elvira Petrozzi, que quiso donar su propia vida en favor de los adictos y de los jóvenes descarriados y que han perdido el sentido de la vida.

La sede principal de la Comunidad se halla en Saluzzo, en Italia. Hoy la Comunidad, la cual, en sentido canónico, es una asociación de fieles, cuenta con 27 hermandades distribuidas en Italia y en otros países (tales como Francia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Brasil, Austria, República Dominicana, E.E.U.U., México y Argentina), y alberga alrededor de 1.800 muchachos y muchachas. Ella desea ser una luz en las tinieblas, un signo de Esperanza, el testimonio que la muerte no tiene la última palabra. Se propone a los jóvenes un estilo de vida simple, familiar, que hace descubrir de nuevo los dones del trabajo, de la amistad y de la Fe en la Palabra de Dios.

No se trata de una comunidad terapéutica, en el sentido corriente del término, sino que el concepto es una escuela de vida, que parte de la idea que el problema de la droga hunde sus raíces en la familia y en los vínculos del afecto del joven. En la Argentina la Casa de Ntra. Sra. de Luján, se encuentra en el partido de Exaltación de la Cruz, en el límite con el partido de Pilar. Jurisdicionalmente se encuentra en el ámbito de la parroquia de la Sagrada Familia, de Los Cardales.

Al finalizar la santa misa los jóvenes de la Comunidad del Cenacolo ofrecieron una cena para todas las personas que se encontraban presente. Así mismo al finalizar la misma realizaron un Via Crucis, en donde representaron todos los misterios de la vida de Jesús desde la Resurrección hasta la Ascensión. En un clima de verdadera fiesta se celebró así el Domingo de Pentecostés en nuestra diócesis.


jueves, 8 de mayo de 2008

FIESTAS PATRONALES DIOCESANAS



SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN

8 de mayo de 2008

(Celebrada por traslado autorizado por el Sr. Obispo el día sábado 3 de mayo, en misa vespertina)

El día sábado 3 de mayo se congregaron en Santiago del Baradero desde las 10 de la mañana en adelante, 270 jóvenes misioneros pertenecientes a distintas parroquias, conforme al proyecto de intensificar y extender la misión interna de la diócesis, con el apoyo principal de la «misión joven», esto es, realizada por jóvenes que asumen su compromiso de ser «discípulos y misioneros», ya sea en la tradicional misión de visita «casa por casa», ya sea en la modalidad «de joven a joven» que ha dado hermosos frutos de transmisión de fe, esperanza y amor cristiano. Así, a lo largo de 2007 y 2008 fueron misionados barrios enteros de Ariel del Plata (Campana), la misma ciudad de Campana (parroquia catedral y cuasi-parroquia de Ntra. Sra. de Luján y San Pedro y San Pablo), Maquinista Savio (incluso con la misión de los seminaristas), la misma Baradero y otras localidades.

El lema convocante de la Fiesta de Nuestra Señora de Luján se dio en el espíritu del Documento final de V Conferencia de Obispos, en Aparecida, Brasil, esto es, «Discípulos y misioneros para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida».

Es el segundo año consecutivo en que, con esta impronta misional, la Fiesta patronal diocesana es precedida del encuentro de jóvenes, organizado por la «Delegación de Pastoral Juvenil» (que llevan adelante el Pbro. Hugo Lovatto y Mons. Ariel Pérez) con el Secretariado Diocesano de Jóvenes, cuyos miembros coordinan las actividades de la juventud católica, que congrega a los distintos movimientos, asociaciones y grupos juveniles de la diócesis. Es digno de destacar el apoyo y la participación de la gran mayoría de las parroquias, y asimismo de la Vicaría episcopal de pastoral (a cargo del Pbro. Justo Rodríguez Gallego), y la «Delegación de Misiones», que está a cargo de Mons. Marcelo Monteagudo.

Mons. Oscar Sarlinga, luego de celebrar la primera fiesta patronal en el atrio de la catedral de Campana, en mayo de 2006, vio, junto con el consejo presbiteral, que era importante dar un sentido más misionero y juvenil a ese acontecimiento, razón por lo cual se tomaron dos disposiciones: la primera, que era conveniente que la fiesta patronal estuviera precedida por una misión juvenil durante el año, especialmente en los lugares más necesitados, y la segunda, que aquélla se celebrara en lugares que, de un modo u otro, estuvieran más alejados o donde la conciencia diocesana tuviera que ser fortalecida. Por esa razón, en mayo de 2007 se celebró la Fiesta de Ntra. Sra. de Luján en la localidad de Maquinista Savio (de 80.000 habitantes, a mitad entre los partidos de Pilar y Escobar) y en este 2008 en Baradero, con motivo de cumplirse los 370 años de la erección canónica de la parroquia, que fue una reducción indígena a cargo de franciscanos, y que es también la más antigua de la provincia de Buenos Aires. El Pbro. Jorge Ritacco, cura párroco de Santiago del Baradero, tuvo esta iniciativa junto con su consejo pastoral, con motivo de honrar la presencia evangelizadora y civilizadora de la Iglesia local (donde fue pastor de almas el célebre Fray Luis Bolaños).

El próximo 2009, precedida de la «misión joven» que tendrá lugar en septiembre de este año 2008, la patronal será celebrada en Belén de Escobar.

En esta Fiesta Patronal de Baradero, luego del primer encuentro con el Obispo, del compartir fraterno y de la adoración eucarística, los jóvenes se unieron a la gran procesión que estaba lista para partir a cuatro cuadras del Templo de Santiago el Apóstol, y que reunía a los feligreses de la parroquia de Ntra. Sra. de Luján, también de Baradero (con su cura párroco, Pbro. Gastón Dedyn). Se hallaban presentes muchos jóvenes y niños de los dos colegios católicos, y una gran multitud, calculada en 4.000 personas, provenientes del mismo partido de Baradero, de las parroquias de los distintos partidos que conforman la diócesis, y que hicieron el trayecto hasta esa ciudad del corredor norte de la Panamericana en ómnibus, o bien acudieron en automóviles. Esto es notable puesto que Baradero se halla ubicado en la punta norte de la diócesis, lindando con la circunscripción eclesiástica de San Nicolás.

Presidió la procesión de cuatro cuadras la Imagen de la Virgen de Luján, llevada a la parroquia homónima de la ciudad en 1957, y cuyo nuevo manto fuera traído a caballo desde el Santuario de Luján por el cura párroco y un grupo de jinetes, oportunidad en la cual se hizo una procesión por las calles del pueblo con la misa presidida pro el Obispo, el pasado año 2007. Al llegar al templo de Santiago el Apóstol, aunque muchos quedaron fuera siguiendo la Misa, el Obispo diocesano junto con numeroso clero presente, tuvieron el recibimiento de los niños, con los colores papales, en un clima a la vez solemne y festivo, y fueron precedidos por la sagrada Imagen de Nuestra Señora de Luján a la que hemos hecho alusión, la cual fue colocada junto al altar mayor.

Durante la Misa, concelebrada por los dos vicarios generales, el pro-vicario general, el vicario episcopal para la pastoral, numerosos presbíteros, con la asistencia de los diáconos permanentes y los seminaristas diocesanos, Mons. Oscar Sarlinga tuvo la siguiente homilía, que si bien dijo espontáneamente, hemos transcripto fielmente, incluso con las notas que de antemano tenía preparadas, y que luego no leyó:


HOMILÍA DE MONS. OSCAR D. SARLINGA EN LA CELEBRACIÓN DE LAS FIESTAS PATRONALES DE LA DIÓCESIS CON OPORTUNIDAD DE LA FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DE LUJÁN SANTIAGO DEL BARADERO

3 de mayo de 2008

(Luego de saludar a las autoridades presentes, entre las cuales se encontraba el Intendente Municipal y el Secretario de Cultura, a los sacerdotes, diáconos, religiosas, seminaristas, dijo nuestro Obispo):

Queridos hermanos:

Hoy celebramos la Festividad de Nuestra Señora de Luján, declarada Patrona de nuestra diócesis, que fue creada por S.S. Pablo VI, de venerada memoria, en este año en el que añadimos la alegría de la celebración de los 370 años de la creación parroquial de Santiago del Baradero, en 1638, luego que en 1625 comenzara la misión, por obra de los Padres Franciscanos, con los pueblos originarios que poblaban estas regiones. Todavía está vivo, incluso, el recuerdo de la presencia en estas tierras del célebre Fray Luis Bolaños, quien entregó su vida al servicio de la transmisión de la Fe y la dedicación a los más necesitados.

I LA FESTIVIDAD

Este acontecimiento diocesano nos reafirma una vez más en nuestro compromiso con la misión, especialmente la misión joven, que llena de alegría nuestro corazón, nuestro empeño en la oración, en la Adoración al Señor de la Mies, nuestra dedicación a un proyecto de vida y a la construcción, real y efectiva, de la civilización del Amor. Por ello es preciso que todos nos unamos para impulsar un ardiente y audaz esfuerzo de evangelización en vuestras comunidades diocesanas, orientado a facilitar en todos los fieles ese encuentro íntimo con Cristo viviente, con la intercesión piadosa de María Santísima, que está en la base y en el origen de nuestro ser cristiano1. Es un proyecto, y un proyecto profundamente pastoral que se inscribe en el gran proyecto para el IIIer. Milenio que nos legara el Papa Juan Pablo II en la «Novo Millenio ineunte», y que los Obispos argentinos hemos querido como plasmar en «Navega Mar adentro».

II. LA VIRGEN DE LUJÁN Y EL PROYECTO FUNDACIONAL EN NUESTRA REGIÓN

Si de proyecto se trata, podemos hablar de un proyecto divino civilizacional, en el sentido de Su designio sobre esta región entera (más o menos abarcante de la actual jurisdicción de la diócesis), que tiene carácter «fundacional». Baradero y Quilmes (al sur de la Ciudad Autónoma) son las dos «reducciones» más antiguas de la actual Provincia de Buenos Aires, donde hubo cura de almas y protección de los habitantes naturales, en un encuentro de culturas que, sin embargo, no estuvo exento también de dolor y sufrimiento.

Remontándonos a la historia, tenemos el año 1535 como el de la primera fundación de Buenos Aires. Nunca se encontraron sus restos y a decir verdad no se tiene certeza histórica del lugar exacto de su fundación. Algunos han mencionado la zona de Escobar, aunque lo único que puede decirse con certeza es que en ese partido han sido hallados restos arqueológicos españoles que fehacientemente pertenecen al siglo XVI (más exactamente en el barrio conocido como «El Cazador»).

Cierto es también que el capitán Luján, gravemente herido, es llevado por su caballo desbocado hacia las márgenes del río que lleva su nombre, no lejos de donde, casi 100 años después (más exactamente en 1630), «una humilde imagen de la pura y limpia Concepción quiso quedarse» a orillas del mencionado río Luján, mediante una accción prodigiosa, o milagrosa, también humilde, con carácter pedagógico. No fue un hecho esplendoroso, como por ejemplo el milagro de Guadalupe, que marcó el signo de unión de pueblos y culturas en la fe; pero no por eso el milagro de Luján fue menos fundacional. Aquí también se dio encuentro de culturas, aquí se dio el milagro de quedarse, de fundar, donde no había sino desolación, cardos y ortigas, en el camino hacia el Alto Perú y el Virreinato de Lima. La Virgen de Luján ha sido Fundadora, y así reza la rayera de la imagen auténtica, custodiada en su Santuario, la cual dice: «Es la Virgen de Luján, la primera Fundadora de esta Villa», Patrona de la Argentina y de esta querida diócesis.

Ha quedado en la memoria de los estudiosos, y quisiera que quedara en la nuestra, que durante el Congreso Eucarístico Internacional de 1934, quien fuera Legado Papal, el Cardenal Eugenio Pacelli (luego Papa Pío XII), visitó el Santuario de Luján y rezó ante la sagrada Imagen. Años después, ya siendo Pontífice, escribió que allí, en Luján, había encontrado «el alma del pueblo argentino». Con ese espíritu celebramos hoy su Fiesta.

III. LA DIÓCESIS, CONGREGADA EN LA UNIDAD

Podemos tener seguridad de una cosa: todo esto, la renovación de la misión y la celebración no podrían ser posibles sin la vivencia del misterio de la unidad de la Iglesia, obra del Espíritu Santo. Al mismo tiempo, aquí, en la Iglesia local, se manifiesta la catolicidad de la misma Iglesia, de manera que, en Cristo y por obra del Espíritu, todos y cada uno de los miembros, todos y cada uno de los elementos eclesiales, nos acrecentamos los unos a los otros y nos comunicamos el don que, a la vez, nos hace tender cada vez más a la plenitud de la unidad y del Amor.

Experimento en esto, permítanme que se lo diga, una gran responsabilidad como vuestro Obispo, recordando las palabras del Papa Benedicto XVI, en la Encíclica «Deus caritas est» en la cual reafirmó que los Obispos tenemos la primera responsabilidad de edificar la Iglesia como «familia de Dios» y como «lugar de ayuda recíproca y de disponibilidad». Ayudémonos los unos a los otros, pues, a construir una pastoral que, como decía Juan Pablo II en la «Novo Millenio ineunte», esté centrada «en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste». Unidos al Santo Padre, unidos como presbiterio, unidos como fieles de Cristo, hay que ayudar cada día más a los fieles laicos a que redescubran la riqueza espiritual de su bautismo, por el cual están «llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del Amor», lo cual iluminará el empeño que pongan en ser «luz y sal», testimonio de Jesucristo viviente en medio de la sociedad humana , haciendo amistad social, progreso legítimo, construyendo sociedad civil, hasta que todo ello, en camino hacia el Cielo, sea transfigurado en Cristo, para la eternidad, en «cielos nuevos y tierra nueva».

Entonces, queridos amigos, y especialmente queridos jóvenes y niños, la paz, la amistad social, el crecimiento humano y cristiano, serán transfigurados en Cristo, en el Cielo. Pidamos a la Santísima Virgen una paz verdaderamente bíblica, que no sea sólo un «pacto» que permita una vida más o menos tranquila, o una mera ausencia de conflictos graves, sino esa Paz que es el estado del ser humano que vive en armonía primero con Dios, también con la naturaleza, consigo mismo, con los hermanos. Pidamos a nuestra Patrona la Paz que es concordia en una vida fraterna, confianza mutua, la suma de los bienes otorgados a la justicia, también en sentido bíblico.

Es lo que pido de corazón para ustedes, para nuestras familias, para nuestra patria, para esta comunidad parroquial de Baradero y su partido, que cumplen 370 años, y para nuestra querida diócesis.

¡Nuestra Señora de Luján!. Ruega por nosotros.

¡San José!. Ruega por nosotros.

sábado, 3 de mayo de 2008

INAGURACIÓN DEL COLEGIO «MANO AMIGA» (Partido del Pilar)



Perteneciente a la Fundación del «Servicio Sacerdotal de Urgencia» con sede principal en Buenos Aires, y encomendada al cuidado espiritual de los Padres Legionarios de Cristo

(Luego de saludar a las autoridades presentes, entre los cuales se encontraban el Presidente y miembros de la Fundación mencionada, la Inspectora General de DIEPREGEP, el vicario general con encargo para la educación católica, R.P. Tomás Llorente Martínez, el pro-vicario general, Mons. Santiago Herrera, los PP. Legionarios de Cristo, representantes del Municipio de Pilar y de diversas instituciones del partido, el Obispo Mons. Sarlinga dirigió a los presentes estas palabras):

“La inauguración de una nueva escuela católica nos hace reflexionar una vez más sobre la identidad y la misión. En efecto, aquélla está llamada a una renovación profunda y vigorosa, precisamente dentro de la identidad y la fidelidad a una misión, como nos lo muestra la valiosa herencia de una experiencia plurisecular en materia de educación. Por consiguiente, para nosotros, no se trata de abrazar cualquier tipo de modelo de instrucción. Dentro de la libertad religiosa y de conciencia, y también del respeto de las leyes vigentes, en tanto justas, es preciso que hoy la escuela católica que queremos sepa definirse a sí misma de manera eficaz, convincente y actual, penetrada del impulso misionero, con el deber fundamental de la evangelización, dentro de la cual el ser humano (en especial el de tierna edad) recibe el don de la educación integral, la instrucción adecuada, la cultura, pero sobre todo la apertura fundamental al don de la salvación. Es la apertura trascendente de la escuela católica.

Hemos mencionado la escuela católica como lugar de educación integral de la persona humana. Este ideal requiere de un profundo, madurado y claro «proyecto educativo», que hunda sus fundamentos en el mismo Cristo. Esto significa también «sentido de pertenencia», en lo que concierne a la escuela, respecto de la Iglesia, pues es dentro de esta identidad eclesial y cultural como realiza su misión de caridad educativa, y, por ende, su servicio social. En este sentido, a través de la educación católica integral, que eleve todas las potencialidades del ser humano, encontramos una dimensión privilegiada de la opción preferencial por los más pobres, y esto desde una raíz cristológica, como nos lo decía el Papa Benedicto XVI en el discurso inaugural de la Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Aparecida.

Además, la escuela católica, a pesar de las dificultades que ha conllevado dentro de las vicisitudes que sufrió nuestra sociedad argentina, ha querido seguir siendo corresponsable del desarrollo social y cultural de las diferentes comunidades, en especial de quienes menos tienen. De esas comunidades nuestra escuela forma parte, nunca como un ente aislado sino compartiendo siempre los éxitos y las esperanzas, los sufrimientos, las dificultades y el esfuerzo para un auténtico progreso humano, de una justicia largamente esperada. Es por ello que podemos decir que una escuela católica o de inspiración católica, ha de ser siempre una «Mano Amiga» tendida hacia quien más lo necesita, en especial hacia quien haya perdido las razones de creer o de abrigar esperanza.

Nunca se insistirá lo suficiente en la necesidad de contar con las familias para el proyecto educativo, para lo cual han de alentarse también las dinámicas educativas entre padres e hijos y, muy especialmente, el apoyo sencillo y profundo, lleno de sensibilidad y delicadeza, ofrecido a las familias en mayores dificultades, aquéllas cuya unidad sea «débil» o que hayan sufrido «rupturas».

La escuela católica, poniéndose al servicio de las personas y familias, en especial las menos favorecidas, presta así un valioso impulso a su progreso espiritual y material. La colaboración de las famlias, incluso con sacrificio, en la medida de sus posibilidades, la existencia de cooperadoras escolares y de otros medios de involucramiento en el proceso educativo, permitirá también a la escuela católica la necesaria renovación pedagógica y didáctica. Es el momento, por esto, de agradecer nuevamente el gran esfuerzo prodigado en este sentido por tantos fieles laicos colaboradores, sin olvidar a los consagrados, quienes viven su misión docente como realización de su vocación y de auténtico apostolado.

Desde esta perspectiva, e incluso en nuestra propia diócesis, vemos con satisfacción que hemos recorrido un camino positivo, aún en medio de tantas dificultades de orden organizativo, económico, financiero y jurídico, en el trazado de un proyecto, también integral, en la escuela católica en los últimos decenios. Educar, educar en sentido integral; ayudar a la misión evangelizadora de la Iglesia, en especial en las zonas donde otra presencia eclesial es difícil o incluso insignificante.

En fin, no podemos olvidar la contribución de la escuela católica a la pastoral de conjunto. Más allá de su efectiva pertenencia jurídica (el Obispado, una congregación religiosa, una parroquia, una fundación –como es el caso de esta escuela que hoy inauguramos-; una asociación sin fines de lucro, o como fuere), la escuela católica está dentro de una diócesis , que como porción del Pueblo de Dios unida a su Obispo y con la colaboración de un presbiterio, trabaja por un proyecto pastoral dentro de la pertenencia a la Iglesia universal.

En síntesis, podemos hacer la ecuación: «escuela católica-comunidad de verdadero amor», «mano amiga» tendida hacia quien más lo necesita, acudiendo siempre presurosos, como la sangre a la herida, donde hay una imperiosa necesidad de crear «civilización del Amor». Es hora ya que esta última deje de ser para nosotros un hermoso concepto, y se transforme en una maravillosa realidad, a la que siempre nos ha llamado la Iglesia”.


+Oscar D. Sarlinga


(El mensaje fue entregado a los miembros de la JuREC por su presidente, el R.P. Tomás Llorente Martínez)