Sencillamente, “renacer” es esencial.
Hermanos, hermanas de nuestra querida diócesis:
Les narro que desde hace años observo un santo estremecimiento durante las letanías cantadas en las celebraciones de ordenación, sea diaconal, sea sacerdotal, y se trata de un estremecimiento que lo es de todo el Pueblo de Dios que participa: “Danos la alegría de anunciar el Evangelio”. Por ello fue un motivo de gozo el saber que las primeras palabras de la exhortación apostólica del Papa Francisco han sido: “Evangelii Gaudium”: el gozo, la alegría del Evangelio, que renueva nuestra vida humana y cristiana, pues de esto se trata, y tanto más lo pido que lo consideremos ante el nuevo año del Señor que iniciamos: ponernos a disposición para ser renovados en la Gracia divina, lo cual significa, lisa y llanamente, “renacer”.
En realidad, renacer es esencial. ¿Puede un ser humano “nacer de nuevo”?.
Renacer es producto del habernos antes vuelto “materia dispuesta” (en modo analógico de decir) al cumplimiento de las promesas (en sentido de plenitud), a la renovación que el mismo Dios quiere realizar en nosotros: Cristo naciente, Cristo Resucitado, se dirige a nosotros para que “creamos”, y lo hace con una potencia que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5).
Renacer implica dejar de “matar” (analógicamente hablando o propiamente) y dejar de hacerse inútilmente matar. Basta de “guerras” entre nosotros: los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). Viva la paz proactiva, constructiva, dinámica, transformadora. Sin esa dýnamis de Paz no se diseña ni se construye. Y la hace Cristo, no otro; ni la hacen las meras tácticas. La hace “la estrategia del Evangelio” que es superadora.
¿Renacer?. Sí. Y sí… si acogemos, si recibimos con confianza el don de la regocijante fe, como la de María Santísima, que fue proclamada bienaventurada por su prima Isabel, “por haber creído en el cumplimiento de lo que el Señor le ha dicho” (Lc 1,45).
Renovada llamada. Es por esto que, ha llamado renovado, somos fortalecidos con renovada vocación a dar testimonio de una pertenencia humanizadora y evangelizadora de manera siempre nueva, con un “caminar” nuevo, con un “diseñar” nuevo, con un “construir” nuevo, de modo que crezca en nuestro interior la visión espiritual del moviente y confortante signo iluminador, que lo es a la vez de María y de la Iglesia: “Un gran signo apareció en el cielo: una Mujer revestida de sol, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap 12,1). María misma constituye el “Signum Magnum” que proseguirá a reflorecer, incluso sin verse ostensible, en nuestro mundo de hoy, aunque quizá no sin algo de dolor; sólo Dios sabe cómo, nosotros vivamos en el realismo de la esperanza, como tantas veces lo hemos clamado.
Ahora bien, nadie renace sin aceptar el espíritu de las bienaventuranzas, para lo cual, como he mencionado, primero hemos de enraizar la actitud profunda de “terminar con las guerras” (interiores, internas, externas, exteriores…. Cf. Evangelii Gaudium 98), terminar con ese germen en cierto modo fratricida que anida en corazones que no se dejan cuidar por la Mano del Padre. Desde el creer, movernos hacia una dimensión existencial del creer, hacia una “fe vivida” (que es caridad), de modo tal de ser bienaventurados, por creer “aún sin haber visto” (Cf Jn 20,19), incluso en medio de pruebas y dificultades, que no nos van a faltar, pero que no nos vencerán, con la ayuda divina. Renovemos, renovemos en nosotros la actitud fundante, de humilde pedido: “Danos la alegría de anunciar el Evangelio”: “La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Jn 16,22) a la que se refiere Evangelii Gaudium.
Entonces, a Año Nuevo, más que de manera maquinal o semimágica (lo cual a ninguna parte buena nos llevaría) la radicación de una renovación está en “orar en espíritu y en verdad” (¡empecemos por allí, por favor! por esa “puerta estrecha” que en realidad es “camino ancho y real” como afirmaba Santa Teresa de Jesús) y en aceptar el convertirnos en creaturas nuevas, por obra de la Gracia; creaturas que, en razón de su renovación aceptada, pasan a vivir de relaciones nuevas entre sí; creaturas que se profesan una “mirada nueva” (Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo; Cf. Evangelii Gaudium 88). Mirémoslo con una “mirada”, también “nueva”.
La mirada. Pasa un poco desapercibido, el tema de la “mirada” pero también proviene de lo esencial. Por ello hemos estado compartiendo la temática, y las imágenes, de “la mirada de la Virgen”. También recoge esa inspiración la Evangelii Gaudium, en el número 287: “Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos el mensaje de salvación, y para que los nuevos discípulos se conviertan en agentes evangelizadores. En esta peregrinación evangelizadora no faltan las etapas de aridez, ocultamiento, y hasta cierta fatiga, como la que vivió María en los años de Nazaret, mientras Jesús crecía: «Éste es el comienzo del Evangelio, o sea de la buena y agradable nueva. No es difícil, pues, notar en este inicio una particular fatiga del corazón, unida a una especie de “noche de la fe” —usando una expresión de san Juan de la Cruz—, como un “velo” a través del cual hay que acercarse al Invisible y vivir en intimidad con el misterio”.
Recibir la Luz de Cristo, para crecer en semejanza de la primera comunidad de creyentes.
Podemos estar seguros de recibir la Luz de Cristo, aunque por momentos pueda estar velada a nuestra vista, o semi-velada. Hermanos, hermanas, en esta solemnidad de María Madre de Dios y a la vez flamante comienzo de un Nuevo Año en medio de nuestros transcurrientes tiempos, auguro, deseo, felicidad y paz para todos ustedes, sus queridas familias, las parroquias y comunidades todas. Nos dé Dios un Año Nuevo 2014 signado por el Amor de Cristo, por la esperanza que no defrauda, y por la fe. Ese Amor lo auguro también y sinceramente para quienes no comparten nuestra fe, no nos conocen, o tal vez no nos quieren tanto.
Que nuestra comunidad diocesana, se convierta cada vez más en semejante imagen de la primera comunidad de los creyentes, la cual, unida a María la Madre de Dios, no tuvo necesidad de ver “físicamente” para creer en el Poder del Resucitado (Cf Jn 4,48), porque ese Poder obraba en ellos.
Y que dicho signo, profundamente enraizado en nuestro espíritu, lejos de quedar fijado en una intimista impresión, nos mueva a trabajar por la Paz de Dios, y la solidaridad realizada y transformadora de nuestros ambientes de vida, en esta Jornada Mundial de la Paz centrada en la fraternidad.
Quiera Dios hacernos rejuvenecer día a día en el Espíritu, y también, cada día, como ha sido nuestro deseo fundante, “nacer de nuevo”. Les pido también recordemos en la oración el día 1ro. de enero a nuestro primer Obispo, Mons. Alfredo Esposito Castro, quien cuatro años atrás, el 1ro. de enero de 2010, partió a la Casa del Padre.
A todos, muy queridos: ¡Feliz, sereno, esperanzado, realista y dinámico Año 2014!. ¡Santo “kairós” de bendición!. El Divino Niño Jesús nos acompañe y guíe.
Con un corazón que los abraza, en el Señor de todos, implorando protección de la Virgen Madre de Dios y Madre de la Iglesia, Madre de la Divina Gracia, María Santísima, y la protección de San José, el glorioso Patriarca a quien también encomendamos el 2014.
+Oscar D. Sarlinga
Obispo de Zárate-Campana.
En Campana, el 30 de diciembre de 2013, con los mejores deseos y augurios de protección de la Madre de Dios para el cercanísimo 2014, ya desde mañana 31 por la noche.
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