miércoles, 14 de octubre de 2015

ESTE DOMINGO, NUEVA SANTA DE HABLA HISPANA: MADRE MARIA DE LA PURÍSIMA SERÁ CANONIZADA POR EL PAPA FRANCISCO

El domingo 18 de octubre será canonizada en el Vaticano la beata española Madre María de la Purísima de la Cruz, superiora general de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, quien dedicó su vida a atender a los pobres, los enfermos y a los más necesitados.
Es la segunda religiosa de esta congregación en subir a los altares, junto con la fundadora Sor Ángela de la Cruz.
Un gran número de fieles de Andalucía y otros lugares de España peregrinan a Roma acompañados por el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, y numerosas religiosas de la compañía y sacerdotes, para participar en la ceremonia de canonización.
Durante la Santa Misa, que será presidida por el Papa Francisco a las 10.00 de la mañana, también serán proclamados santos Luis y Celia Martin, padres de Santa Teresita del Niño Jesús; y el sacerdote diocesano Vincenzo Grossi, fundador del Instituto de las Hijas del Oratorio.

Breve biografía de la santa

María Isabel Salvat Romero, nombre con el que fue bautizada la nueva santa, nació en Madrid el 20 de Febrero de 1926. Perteneciente a una familia acomodada de la capital española, tomó los votos en 1952, y antes de llegar a Sevilla pasó por los conventos de Estepa y Villanueva del Río y Minas.

Fiel seguidora de Santa Ángela y observadora intachable de las reglas del Instituto, mantuvo intacto el carisma fundacional. Fue elegida Madre general de la Compañía de la Cruz el 11 de Febrero de 1977, pero antes fue maestra de novicias y consejera generalicia.

Austera y pobre para sí misma -«De lo poco, poco», solía decir- hacía vivir a las hermanas el espíritu del Instituto en la fidelidad a las cosas pequeñas. Se entregó a todos los que la necesitaban, especialmente a las niñas de los internados.

Con los enfermos y pobres sobresalía su delicadeza y caridad, los trataba como a nuestros “amos y señores”. Era extremada en atenciones, según las necesidades de cada uno.

Cada mañana, Hermana María de la Purísima se dirigía a “las cuevas” lejos del convento para asistir a las ancianas: lavarlas, curar sus heridas, hacerles la comida, lavarles la ropa etc. En estas asistencias siempre escogía lo más trabajoso y penoso.

Se arrodillaba ante ellas para lavarles los pies, curarles las llagas, poniendo en las heridas el bálsamo de su amor y caridad mientras escuchaba sus penas y se las aliviaba con su cariño y comprensión.

Les enseñaba a rezar y a confiar en el Señor; con su ejemplo hacía crecer en ellas la paciencia y resignación ante el dolor y soledad de sus vidas.

Con su cariño y paciencia fue ganando el corazón de tantas personas que poco a poco las fue acercando al Señor. Su generosidad con los pobres fue extremada, hasta darles, a veces, los alimentos de la Comunidad confiando en que la Divina Providencia no les iba a faltar a las Hermanas.

Trabajó incansablemente por hacer vida el ideal de Santa Ángela de la Cruz: “Hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Cristo”.

En los últimos días de su vida, cuando la cruz de la enfermedad se le hizo sentir de una forma más dolorosa sólo se le oyó decir momentos antes de su muerte: ¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!

Falleció el día 31 de octubre de 1998. En 2009 fue declarada venerable, y en septiembre de 2010 fue beatificada en una multitudinaria ceremonia en el estadio de la Cartuja de Sevilla.

La Santa Sede le ha reconocido dos milagros: la curación de una niña con una cardiopatía congénita y de un cofrade de la Hermandad de la Macarena que despertó después de 12 días en coma.

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