viernes, 8 de agosto de 2008

FESTIVIDAD DE SAN CAYETANO EN ZÁRATE-CAMPANA

Mons. Sarlinga

Esta vez fue la capilla de San Cayetano, en Escobar, perteneciente a la parroquia de San Juan de la Cruz (e iglesia de Nuestra Señora de Iratí) la que recibió la visita del Obispo, Mons. Oscar Sarlinga, el 7 de agosto de 2008. Las celebraciones, que se sucedieron durante el día, tuvieron su centro en la procesión de las 15 y sucesiva misa patrona, durante la cual, luego de saludar a los sacerdotes concelebrantes, que fueron Mons. Santiago Herrera, Pbro. Atilio Rosatte, Pbro. Daniel Bevilacqua y P. Benjamín Pereyra, y a la comunidad presente, tuvo lugar la homilía en la cual el obispo se refirió a «Cayetano de Thiene, confiado en la Providencia, Patrono del trabajo».

Mons. Oscar Sarlinga, en su recuerdo de la renovación de la vida de San Cayetano, a ejemplo de los Apóstoles, pidió «priorizar siempre la caridad y la unidad, como la primera comunidad cristiana, junto con los Apóstoles, que eran un solo corazón y una sola alma en el Amor» y destacó que, como lo dice la oración colecta de la misa del día, «San Cayetano quiso revivir en él y sus hermanos aquella ardiente caridad de la comunidad apostólica». Expresó también que la conversión puede tener, según el grado de nuestra respuesta, también sus grados de profundidad, y que «mientras no se aprenda a dar de lo propio, es decir, dar hasta el fondo, en una experiencia profunda del compartir que viene del amar» no se tendrá una auténtica conversión, la cual, dijo, «siempre significa darse por entero».

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Acotó que «darse por entero» lleva consigo también «poner la otra mejilla» lo cual, cuando de verdad se realiza conforme al Evangelio, lejos de significar «un signo de debilidad, cobardía o inoperancia, manifiesta con esplendor lo que realmente es, el signo evangélico de la humildad y de la piedad para con el otro». «Nos cuesta poner la otra mejilla –expresó-; lo entendemos conceptualmente pero cuesta, porque significan una unión con Cristo humillado en su Pasión. Como todo tesoro que cuesta, nos trae la riqueza espiritual de la piedad y la clemencia». «Nuestro tiempo ha perdido mucho las virtudes de la piedad y de la clemencia; creo que sería propio de una renovación del cristianismo el procurar que brillen con nueva luz», dijo.

Mencionó el Obispo a continuación la gracia divina obró en la vida interior de Cayetano, vida que se vio trasuntada en su correspondencia con la religiosa Laura Mignani (1517-1520), en la que el santo narra la celebración de la misa en el altar de la Lanza que atravesó el costado de Cristo, y de la Verónica, en la Basílica de entonces, en San Pedro, en el Vaticano, así como junto al Pesebre, en Santa María la Mayor. De una de sus visiones surge que se lo represente a menudo con el Niño Jesús en brazos. «Su vida mística en nada le impidió, sino todo lo contrario, a una actividad caritativa e incluso social, tanto en la fundación de un banco para los más pobres, como en la reorganización del hospital de la Misericordia, en Vicenza, o el «hospital nuevo de Incurables», en Venecia. La atención de los sifilíticos fue una de sus dedicaciones, dijo Mons. Sarlinga, más aún, una prioridad espiritual, para con «aquellos que se encontraban desesperados o desahuciados, aquellos dejados de lado, a los que la misma sociedad antes había apañado».

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Recordó el Obispo que «el ejemplo piadoso, clemente y a la vez vigoroso de San Cayetano es ideal para el mundo de hoy, como lo ha sido el de todo ese reguero de santos de la época, como San Ignacio de Loyola, o San Juan de Ávila. Ellos nos han expresado una entrega total al servicio de la causa del Evangelio, lo, junto al bien obrado desde la fe, produce asimismo la juventud perenne del alma, del psiquismo y del buen obrar, sobre todo frente a la decrepitud en materia espiritual y el sinsentido de la vida que suelen avanzar en nuestro mundo de hoy».

Por último, pidió Mons. Sarlinga que «todos eleváramos una oración sincera por la justicia y la paz en nuestra tierra argentina» y para que «nuestro pueblo tenga pan y trabajo, aquellos instrumentos de la Providencia divina, que fundan una verdadera cultura de la paz, y una paz vivida en solidaridad».

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En esta ocasión el Obispo comunicó a la comunidad que es restablecida la parroquia de San Juan de la Cruz, en la iglesia de Nuestra Señora de Itatí, con jurisdicción también sobre la zona (incluido San Cayetano), sobre el barrio El Cazador (que es un centro pastoral) y otros, siendo su nuevo pastor será el Pbro. Daniel Bevilacqua. Agradeció al Pbro. Atilio Rosatte, cura párroco de la Natividad del Señor, sus esfuerzos y trabajo por la atención pastoral de esa circunscripción de la populosa ciudad de Escobar que ahora se restablece como parroquia.

En la ciudad de Campana también tuvo lugar la procesión y misa del santo, en la capilla homónima que pertenece a la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen, de los PP. Rogacionistas. Allí Mons. Edgardo Galuppo presidió la eucaristía, junto con estos padres religiosos y el P. Bernardo Hughes, responsable de la atención pastoral del lugar.

Cayetano de Thiene, junto con el obispo Juan Pedro Carafa, de la diócesis de Chieti en el Abruzo, con Paolo Ghislieri y Bonifacio dei Colli solicitaron a la Santa Sede permiso para vivir en comunidad como «clérigos regulares», es decir, como hombres de iglesia, dedicados al ministerio sagrado, profesando al mismo tiempo, los votos religiosos. El papa Clemente VII autorizó la fundación el 24 de junio de 1524 y el 14 de septiembre sucesivo, los cuatro fundadores emitieron su profesión sobre el sepulcro del primer papa en la Basílica Vaticana.

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El santo murió en Nápoles el 7 de agosto de 1547, y, puesto que la mayor parte del tiempo había permanecido en aquella ciudad, allá quedaron sus restos, en la iglesia de San Pablo el Mayor, donde se veneran todavía hoy en un nuevo sepulcro que fuera renovado en junio de 1965. Fue beatificado por Urbano VII en 1629 y canonizado por Clemente X en 1671.

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