lunes, 27 de julio de 2009

En su homilía, Mons. Oscar Sarlinga llama a «Caritas in Veritate» la encíclica de «La multiplicación de los panes y los peces»

El domingo 26 de julio, el Obispo diocesano Mons. Oscar Sarlinga celebró la misa en la iglesia catedral de Santa Florentina, de la ciudad de Campana. Al momento de la explicación del Evangelio (Jn 6, 1-15), se refirió al sentido del «signo» en el Evangelio de Juan, y en particular el gran signo que se menciona en él: “Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron”. Mons. Sarlinga dijo que esos grandes «signos» los realizó Jesús, por la fe de sus discípulos, y a la vez para fortalecer dicha fe. Felipe, Andrés, tenían fe en Él, en su poder salvador, y el Apóstol Andrés quizá recordó (como lo afirma el Padre de la Iglesia, San Juan Crisóstomo), el episodio significativo obrado por Eliseo, quien alimentó a cien personas con veinte panes[1], siendo como una prefigura del signo de Jesucristo y su poder divino.

Dijo luego el Obispo que al realizarse ese milagro la gente decía: “Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.” Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle Rey, huyó de nuevo al monte Él solo”, pero que Jesús no quería ser hecho un Rey meramente humano y social, sino que mediante su poder, alimentó al pueblo y a la vez iluminó la fe de los discípulos al llevarlos pedagógicamente hacia lo que sería la institución de la Eucaristía[2].
Mencionó a continuación Mons. Sarlinga que tal vez hoy no necesitamos esos «grandes signos visibles», porque los tenemos por la fe, aunque la nuestra tiene que ser fortalecida siempre por el Señor. “Necesitamos sí, de signos concretos de realización de lo que creemos por la fe, de lo que esperamos por la esperanza, de un Amor concreto y de una «nueva imaginación de la caridad», como nos pidió Juan Pablo II en «Novo Millenio ineunte», y esa nueva imaginación pasará, creo por un nuevo modo de compartir, por una economía de comunión, por un humanismo teo-céntrico, trascendente, cristiano, como nos lo ha expresado Benedicto XVI, por un verdadero desarrollo integral, en especial de aquellos que tienen potencialidades pero que, tal vez, por falta de posibilidades, o por el egoísmo enquistado como pecado estructural, no pueden desplegarlas en bien de la comunidad”. La realización de estos ideales, reflexionó, “también constituye como una reviviscencia de la multiplicación de los panes y de los peces”.
Luego de estas reflexiones, dijo el Obispo que la encíclica «Caritas in veritate» del Papa Benedicto XVI –de la cual ya había ofrecido una primera semblanza, que fuera publicada en el infodiócesis de Zárate-Campana, en Aica y en otros medios, merecía ser llamada «la encíclica de la multiplicación de los panes y de los peces», y dijo que ofrecía a los medios locales una gacetilla con una semblanza más breve que la publicada anteriormente, con una referencia especial al «humanismo cristiano vivificado por la caridad y guiado por la verdad» del que habla el Papa, y que todos nosotros tenemos que ponernos a construir, o a proseguir su construcción, c0m0 instrumento de la civilización del Amor y de la Paz (término usado por primera vez por S.S. Pablo VI en 1975).
A continuación, Mons. Sarlinga dijo que el 4 de agosto será celebrada la misa en honor del Santo Cura de Ars, con el tríptico de Aparecida junto al altar de la catedral (en la versión pictórica de la Prelatura de Humahuaca), para recordar que la misión esencial de la Iglesia es evangelizar, y dentro de esta misión se encuentra y encuadra la promoción humana integral, una urgencia para nuestro tiempo. Recordó también que la diócesis se encuentra desde hace tres años «en estado de misión» en las distintas parroquias, pero que el lanzamiento que se hizo con oportunidad de las Fiestas Patronales (el 9 de mayo ppdo.) tiene que entroncarnos, dentro de la comunión de la Iglesia, en la Misión Continental a la que fuimos llamados en Aparecida.
A continuación ofreció la gacetilla de prensa con una visión de la «Caritas in veritate» desde el humanismo cristiano y desde el compartir
“La publicación de la esperada encíclica social de S.S. Benedicto XVI, «Caritas in Veritate» representa un acontecimiento, y diría más, un hito en la reflexión ético-moral, antropológica y social, para los católicos, pero también para todos los hombres y mujeres de buena voluntad que guardan en su corazón la esperanza de una vida mejor para la humanidad. La encíclica es particularmente bienvenida en la situación actual, con sus luces y sombras, con su problemática, sus ansias y sus esperanzas, y en especial en el estado de crisis en los distintos niveles por los que el mundo está atravesando.
El papa Benedicto XVI inicia su encíclica diciendo: “La Caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del autentico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. Tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia, ella da verdadera sustancia a la relación con Dios y con el prójimo. No sólo es el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como son las relaciones sociales económicas y políticas”. Desde el comienzo traza, pues, las líneas de aquél que llama «auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad».
La mayor parte de las veces el tema que resume y constituye como la clave de bóveda de la interpretación del texto se halla en la conclusión. El papa Benedicto XVI afirma como conclusión de su encíclica, «Caritas in veritate»: “(…) la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es el humanismo cristiano que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios”. Con esta frase, el Papa sintetiza y resume toda su encíclica de un gran contenido teológico, social, económico, político, laboral, iluminando al desarrollo y progreso humano actual, mediante reflexiones y respuestas a situaciones concretas. El humanismo al que se refiere, profundamente teo-céntrico, pero al mismo tiempo, en y desde Dios, centrado también en el ser humano, en tanto que éste necesita de la verdad y de la caridad, ambas dos fuerzas, o virtudes, divinas, y consideradas «mayores» al servicio del desarrollo. Por eso, afirma el Papa, el humanismo auténtico no puede excluir a Dios, porque se transformaría en un humanismo «inhumano», una contradicción en sus propios términos.
Partiendo de esta idea, el mismo concepto de humanismo cristiano que va adelante durante el desarrollo de la encíclica resume los grandes temas de la providencia de Dios Padre, la salvación del mundo por medio de su Hijo unigénito, Jesucristo, y la caridad en la verdad, es decir, el amor fraterno o fraternidad humana, como ley fundamental del Cristianismo, para el progreso y desarrollo integral del ser humano y de la humanidad. A partir de estas realidades, encuentra el Papa en la doctrina social de la Iglesia las respuestas a los temas del hambre, miseria, pobreza, guerras, violencia, injusticia, desigualdad, analfabetismo y enfermedades endémicas que padece y sufre.
La relación estrecha, estrechísima, con toda la doctrina social católica, y especialmente con la Populorum Progressio (1969) de S.S. Pablo VI (junto con enseñanzas de Juan XXIII y Juan Pablo II, principalmente), se centra en el concepto clave de «desarrollo humano integral», de justicia distributiva y de justicia social, desembocando en la solución, a través de la virtud de la solidaridad, de los desequilibrios entre países ricos y países en vías de desarrollo.
Muy importante en la encíclica es la valorización de la experiencia del «don», es decir, de lo donado, del sentido de la «gratuidad», que eleva al ser humano a su dimensión integral, incluida también su dimensión económico-social. De esa dimensión trascendente parte el Papa para realizar su análisis acerca de una visión de la economía de mercado que garantice la prioridad de la persona y del trabajador, y que pueda ser enriquecida por los decisivos aportes de una «economía de comunión». En este contexto, analiza las aportaciones positivas del ámbito cooperativo, del «non profit», de la finanza ética, la superación de la tecnocracia (que no significa, por supuesto, menosprecio de los avances tecnológicos) todos los cuales apuntan a ir más allá de la mera lógica del provecho o ganancia por sí mismos, o de un concepto de progreso sin consideración de lo ético, o, más aún, de lo ético-moral.
Al mismo tiempo, esa visión de la economía y de la sociedad permite superar la contraposición «Estado-Mercado», considerada anacrónica, así como lleva a asegurar para aquélla la guía indispensable de la ética cristiana, para la cual, la centralidad de la cuestión antropológica (con el derecho a la vida como pilar). Dígase lo mismo de la cuestión de la globalización vista como necesitada también de guía y de reglas, para lo cual augura el Papa una revitalización de las organizaciones internacionales, las cuales deben estar en condiciones de hacer frente a las emergencias humanitarias. No menor es la relevancia que en la encíclica tienen las temáticas ambientales y energéticas, que deben también ser asumidas y enfrentadas con estilos nuevos de vida, en el que entren la sobriedad y el saber compartir


[1] 1ª Lectura del domingo XVII (2 Rs 4, 42-44).
[2] Cf SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologica, II-II, q. 177, a.1.

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