sábado, 7 de marzo de 2009

ORDENACIÓN DIACONAL DEL ACÓLITO AGUSTÍN VILLA EN ROMA




La Basílica de San Salvatore in Lauro fue sede de la misa de ordenación diaconal del acólito Agustín Villa, de nuestra diócesis de Zárate-Campana, quien se encuentra terminando sus estudios en la Universidad de la Santa Croce, y su formación sacerdotal en el Collegio “Sedes Sapientiae” de Roma.

La Santa Misa, presidida por Mons. Sarlinga, fue concelebrada por treinta sacerdotes, entre ellos, Mons. Juan Carlos Domínguez, Rector del Collegio “Sedes Sapientiae”, formadores, directores espirituales, profesores, y clero de diócesis y de parroquia, entre los cuales el cura párroco de la parroquia de pastoral de Agustín Villa (Don Paolo, de la arquidiócesis de Udine) y el secretario canciller de dicha arquidiócesis. Tuvo lugar el sábado 28 del corriente. A la celebración asistieron los padres del ordenado, venidos desde Argentina con una especial invitación. Se encontraban presentes todos los seminaristas (86), sacerdotes y seminaristas argentinos, y una numerosa delegación de laicos de la arquidiócesis de Udine, que acompañaron a Agustín en un paso tan trascendente de su vida consagrada.

El Sr. Obispo pronunció su homilía (en italiano), un extracto de la cual reproducimos aqui traducida al castellano:

I. La Llamada:

Estamos aqui hoy presentes en esta magnifica Basilica de Roma, San Salvatore, que cuenta con un hermoso icono del Rostro del Salvador (de alrededor del 1500), y con una imagen de la Ssma. Virgen en su advocación de Nuestra Señora de Loreto (por esa causa “in Lauro”). El Rostro del Salvador nos recuerda el gran programa pastoral que nos legara el Papa Juan Pablo II para el tercer Milenio (en “Novo Millenio ineunte”), que ha de partir de “contemplar el Rostro de Cristo”, programa estupendamente completado por S.S. Benedicto XVI, cuando nos llama a realizar en este tercer Milenio la caridad obrante y transformadora, en su primera encíclica, “Deus Caritas est”.

Jesús inicia su actividad en Galilea. Dice el Evangelio de Lucas que “(…) la potencia del Espiritu Santo estaba con él”. Cuando predica en las sinagogas de judea, la multitud iba hacia él, y quería que se quedara con la gente, no dejandolo partir, pero Jesús les decía: “También en otros lugares debo anunciar el Reino de Dios; para esto Dios me ha mandado”. Precisamente, para esta misíon, recibida a la vez del Padre, Jesús envía a sus discípulos, como cuando llamó a Pedro y a sus compañeros, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que habían quedado maravillados por la extraordinaria cantidad de peces que habían recogido, oportunidad en que Jesús dijo a Pedro aquella frase, que en cierto sentido dijo a cada uno de nosotros, al momento de nuestra llamada (es decir, cuando la Iglesia nos llamó, a través del Obispo, Sucesor de los Apostoles): “No temas, de ahora en mas, seras pescador de hombres”.

II. La respuesta

Hoy mismo, este joven, Agustín, lleva su barca hacia la orilla, abandona todo y sigue a Jesús. La configuracion con Cristo, Siervo de la humanidad, es para siempre, y esta dimension “diaconal” no se pierde nunca, aun más, transforma y renueva enteramente nuestro ser desde el interior, lo renueva tanto como el requerimiento de odres nuevos para el vino nuevo.
Esta es la respuesta de nuestro hermano Agustín: abandonándolo todo, se levantó y comenzó a seguirlo. Entoneces, a partir de hoy es enviado de modo especial a anunciar el Evangelio, a tomar el bien del precioso tesoro de su corazón, que le fue dado por el Señor. Este joven es llamado a manifestar la calidad de un árbol que se conoce por su fruto, frutos de bondad, de alegría y paz, frutos de evangelización, de justicia y caridad, porque, como dice la Escritura, no se recogen higos de los espinos, y no se vendimia la uva de un arbusto salvaje.

III. La fe y la salvación

Querido Agustín:
Has tenido este tiempo privilegiado de formación en Roma. Damos gracias en este momento a tus formadores, al Rector del querido Collegio “Sedes Sapientiae”, Mons. Juan Carlos Dominguez, a los sacerdotes, los profesores de la Universidad, el cura parroco y los fieles de la arquidiócesis de Udine, quienes han dado del tesoro del corazón de ellos, para tu formación humana, espiritual, intelectual, en camino al sacerdocio ministerial.
Hoy llegas al diaconado, y aspiras al sacerdocio. Recuerda siempre, como dice la primera carta de Pedro, que “también el oro, aunque sea una cosa que no dura eternamente, debe pasar a través del fuego, para que se vea que es genuino” (I Pe 1,6). Lo mismo, querido Agustín, ocurre con nuestra fe, que es mucho mas preciosa que el oro. En la fe seremos probados, en especial en momentos de oscuridad de nuestra vida. Ahora, llegando al momento culminante de la fe, esto es, la salvación, y en especial, hoy, en esta misa de tu ordenación diaconal, estas lleno de una alegría grandísima, que no se puede expresar con palabras. Por eso, te exhorto:

Que vivas santamente. Cree profundamente en Dios nuestro Señor, que ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Aléjate siempre de toda forma de mal, no cediendo jamás a la esclavitud de las pasiones oscuras. Sigue la voluntad de Dios y usa bien de los varios dones, de los muchos dones, que el Señor ha volcado sobre ti, sobre tu persona, de modo que siempre sea dada Gloria a El, por medio de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que es nuestro Pastor, por eso nada nos puede faltar (Cf Salmo 22).

Luego prosiguió el Obispo con unas palabras en castellano dirigidas a los padres del ordenando y a los fieles venidos de Argentina. Con esa oportunidad se dirigió a la Virgen Madre de la Iglesia, para que proteja a Agustín y a cada uno de los presentes, y sea luz y Estrella de la Evangelización en cada uno de nuestros caminos.

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