Bajo el lema “María nos enseña quien eres tú, Señor”, en consonancia con el lema que durante el año guió la «misión joven» en la diócesis («¿Quién eres Tú, Señor?») se realizó la trigésima peregrinación del Pueblo de Dios de Zárate-Campana, con gran participación popular (según estimaciones de la policía departamental cerca de 15.000 personas) y con carácter interinstitucional. Según voluntarios que realizan la peregrinación desde el inicio, ha sido la más concurrida en estos años. En las columnas de peregrinos a pie que salieron de las diversas ciudades se notó una importante participación de jóvenes, entre los cuales muchos que habían recibido a los «jóvenes misioneros» en las distintas misiones de la diócesis.
Junto con el equipo de sacerdotes y de animadores laicos, diversas instituciones colaboran al unísono para el apoyo logístico, protección, de animación y contención de los peregrinos, tales como la sociedad de Bomberos voluntarios, la Cruz Roja, Caritas, la Policía de la Provincia, la Prefectura, con el apoyo y la supervisión de la Dirección de Culto de la Provincia. El seguimiento de los canales de televisión y las estaciones de radio fue constante, y asimismo la colaboración de algunos municipios con vehículos, médicos, ambulancias y difusión de lo atinente a la tradicional peregrinación popular.
Dos columnas principales salieron para unirse luego y atravesar el territorio diocesano. Desde la ciudad de Zárate, el 21 a las 16 y desde la ciudad de Campana a las 18, debiendo encontrarse ambas en la «rotonda de las Acacias» a las 19 y de allí hasta Luján para llegar aproximadamente entre las 02 y las 06. En el trayecto se suman las peregrinaciones de Baradero, Pilar, Exaltación de la Cruz, Belén de Escobar, Garín y San Antonio de Areco.
En esta peregrinación intervinieron las fuerzas vivas de todas las zonas que intervienen en la peregrinación, dentro de lo cual fue fundamental la asistencia en la organización de la Direccion de Culto de la provincia de Buenos Aires, en especial la ayuda del Sr. Director, Enrique Moltoni y del Lic. Daniel Carlos Santoro. A su vez también la ayuda de los Ministerios de Salud, Transporte, Seguridad, Infraestructura y las Municipalidades de Campana, Zárate que brindaron todo su apoyo en la organización. En especial las departamentales de Zárate-Campana, Exaltación de la Cruz, Pilar y Mercedes, así como también la asistencia durante toda la peregrinación de la Vial de Zárate y de Luján. También fue importante la ayuda fundamental de Defensa Civil, Bomberos Voluntarios, Prefectura Naval Argentina, Cruz Roja Argentina, y otras instituciones que hicieron de la peregrinación una fiesta de fe y de amor a la Virgen.
La peregrinación dio comienzo a las 16:00 desde la plaza Mitre de Zárate en donde Mons. Ariel Perez, cura párroco de Ntra. Sra. del Carmen, bendijo a los peregrinos. Por su parte, a las 18:20 nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga hizo lo propio desde la Plaza E. Costa, de la ciudad de Campana, a la vez que dirigió unas palabras que fueron transmitidas por la radio FM “Santa María” y televisión. Por la noche Mons. Edgardo Galuppo, vicario general, bendijo a los peregrinos salidos desde Escobar. Ya comenzada la peregrinación y pasando por frente de la carcel 21 de Campana dos internos alcanzaron una urna a los peregrinos con las intenciones de todos los internos, para que las mismas fueran llevadas hasta el santuario de Luján. A las 22:00 se sumaron peregrinos de Los Cardales y a las 24:00 los fieles venidos desde Pilar, Areco y los 1000 peregrinos llegados en ómnibus hasta allí desde Baradero.
El día domingo, desde las 02.00 estuvieron los discípulos de Jesús y San Juan Bautista animando a los peregrinos que comenzaba a llegar, y desde las 03.30 el Sr. Obispo y un grupo de sacerdotes diocesanos escucharon confesiones. Dada la afluencia mayor de lo esperado, el Obispo celebró una misa a las 05.00 para quienes habían llegado al Santuario más de madrugada (y que a continuación iban partiendo), y luego presidió la misa central a las 06.00.
En su homilía Mons. Oscar Sarlinga se refirió al Santuario de Luján como «alma del Pueblo Argentino» y a la Virgen como Aquélla que nos muestra a Jesús, que nos dice quién es y cómo lo tenemos que amar, y dejarnos amar por él. Haciendo referencia al Año Paulino, dijo que Saulo, el perseguidor de la Iglesia tuvo un encuentro con Cristo Resucitado, quien lo eligió Apóstol, haciéndole ver Quién era, y que a su pregunta «Quién eres tú, Señor», le mostró la plenitud de su humanidad y divinidad, y al mismo tiempo la continuidad de su Persona en su Cuerpo y Pueblo, que es la Iglesia, respondiéndole: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues». Saulo, el perseguidor de la Iglesia, se transformó así en San Pablo, el Apóstol de las Gentes.
Dijo luego el Obispo que hay dos actitudes fundamentales que nos hacen «ver» a Jesús en la Iglesia, y vivir como familia de Dios y como comunidad de fe. Son, dijo «la gratuidad y la humildad». Refiriéndose a la gratuidad la recordó como «don» por pura gracia, como dice San Pablo: “Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom 6,23) y acotó que “el no creernos que somos nosotros mismos los que hacemos todo, el saber recibir por gracia, el valorar la justa colaboración de nuestra naturaleza humana y nuestra libertad” es lo que nos hace vivir «en y desde la gratuidad del don». “No gloriarnos a nosotros mismos, sino darle gloria a Dios por nuestra fe y obras, como afirma tantas veces San Pablo, quien no se avergüenza de la cruz de Cristo, ya que en Gálatas afirma: “En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gal 6, 14). “Esto nos hace ver el poder de Dios” (cfr1 Cor 1,24), dijo, el cual, como nos enseña Benedicto XVI, “(…) es diferente del poder humano; revela de hecho su amor: “Porque la necedad divina es más divina es más sabida que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres” (ivi v. 25)” (1) .
Al mismo tiempo, dijo Mons. Sarlinga que la sociedad actual tiene una profunda necesidad de redescubrir el valor de la gratuidad, sobre todo porque en nuestro mundo a veces parece triunfar una lógica planteada exclusivamente en función del lucro y la ganancia a toda costa.
Luego, refiriéndose a la humildad, expresó que se trata de «la verdad de la persona, conocedora de su límite y de su grandeza, que viene de la imagen de Dios», y dijo que tantas veces «el orgullo y la soberbia se ven alimentados por el miedo, el temor de ser atacado, como los animales cuando se defienden ante un presunto ataque». Mencionó las letanías de la humildad, atribuidas al Cardenal Merry del Val, al que definió «un hombre espiritual», y que reproducimos a continuación:
Jesús manso y humilde de Corazón, -Óyeme.
(Después de cada frase decir: Líbrame Jesús)
Del deseo de ser lisonjeado,
Del deseo de ser alabado,
Del deseo de ser honrado,
Del deseo de ser aplaudido,
Del deseo de ser preferido a otros,
Del deseo de ser consultado,
Del deseo de ser aceptado,
Del temor de ser humillado,
Del temor de ser despreciado,
Del temor de ser reprendido,
Del temor de ser calumniado,
Del temor de ser olvidado,
Del temor de ser puesto en ridículo,
Del temor de ser injuriado,
Del temor de ser juzgado con malicia
(Después de cada frase decir: Jesús dame la gracia de desearlo)
Que otros sean más estimados que yo,
Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse,
Que otros sean alabados y de mí no se haga caso,
Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,
Que otros sean preferidos a mí en todo,
Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda,
—del Cardenal Merry del Val (1865-1930)
Gratuidad y humildad, son condiciones para la misión, para una dimensión misionera de toda nuestra pastoral y de nuestra entera vida cristiana, prodigada a favor de quienes más lo necesitan, y muy especialmente en estos tiempos. Pidió el Obispo, por fin, que esta peregrinación, que vino «como un río de vida», vuelva a las familias y a las comunidades como «ese mismo río de vida que retorna, fortalecido por el poder de Dios, y la intercesión de la Madre, Nuestra Señora de Luján, como una corriente de bendición para todos».
(1) Benedicto XVI, “El escándalo de la Cruz, sabiduría del cristiano”29 de octubre de 2008.
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