viernes, 28 de enero de 2011

MONS. OSCAR SARLINGA DISERTARÁ SOBRE EL “PRIMER CONGRESO NACIONAL DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA”

EN LA PRÓXIMA JORNADA DE PERFECCIONAMIENTO DOCENTE EL OBISPO MONS. OSCAR SARLINGA DISERTARÁ SOBRE EL “PRIMER CONGRESO NACIONAL DE DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA”
(La jornada de perfeccionamiento docente tendrá lugar en la localidad de MANUEL ALBERTI, en instalaciones del colegio “María Madre Nuestra” el jueves 24 de febrero próximo)

La Doctrina Docial de la Iglesia es un servicio a la humanidad
Desde años atrás se realizan en la diócesis de Zárate-Campana las “Jornadas de perfeccionamiento docente” para los directivos, docentes y personal de los colegios católicos dependientes del Obispado, invitándose también a aquéllos establecimientos de Congregaciones religiosas o Institutos equiparados. El Obispo Mons. Sarlinga ha destacado en distintas oportunidades la importancia de la reflexión acerca de la persona humana, de su inalienable dignidad, y (desde la fe) su realidad de “imagen de Dios”.
De modo previo a su disertación acerca del próximo Congreso Nacional de Doctrina social de la Iglesia (que tendrá lugar, este año, en Rosario, del 6 al 8 de mayo) nos ha ofrecido ahora esta reflexión, readaptada de una parte de su tesis doctoral en Teología, y adaptada a las circunstancias de referencia, acerca de la relación entre persona humana y sociabilidad, el sentido de “cuerpo social” (sin corporativismo) y la analogía del organismo en sentido social, con “la sociedad al servicio de la persona”.

Los Papas de la Doctrina Social de la Iglesia
“La persona, por ser tal, es abierta a la comunicabilidad, y lo es de modo supremo en la vocación trascendente del hombre. La condición de persona humana le viene, pues, de su dignísima condición de imago Imaginis Dei, de la cual dimanan, a la vez, las dimensiones personales que se expresan en la cultura, la moral, la sociedad, la religión, que devienen como «ámbitos de realización» de la persona. Por ello lo social es consecuencial a lo personal y, por otro lado, detrás de todo tema social hay un sentido cultural, y todavía por detrás de éste, y superior a él, como esencial, un sentido religioso[1], razón por la cual con todo derecho podemos afirmar que el hombre, ser humano, es esencialmente religioso.
El carácter consecuencial de lo social respecto de la personeidad no desmerece al primero, pues el ser humano-persona, en su misma unicidad personal, se halla al mismo tiempo orientado, también por naturaleza, a la sociedad. Por consiguiente, el principio constitutivo de la sociedad se apoya sobre un basamento de relación originario y característico entre hombre y sociedad[2], para lo cual es útil la imagen del «organismo», que nos legara la Antigüedad[3]. Ya Séneca había enseñado que «somos todos miembros de un gran cuerpo», porque la naturaleza nos ha engendrado como «parientes» y ha hecho de nosotros «seres sociales»[4]. San Pablo, por su parte, aplicó la analogía del organismo también a la Iglesia, y habló del «cuerpo de Cristo»[5].  Santo Tomás de Aquino insertó, de manera sistemática, la analogía del organismo en su doctrina social: la sociedad es «como un cuerpo», «como un hombre»[6] .
Esto último es importante por la comprensión del principio de la «solidaridad», sobre el que trataremos detenidamente en este escrito, que es radicado contemporáneamente en la personalidad y en la socializad, y formula, al mismo tiempo, una cuestión: mientras el bien común es superior bajo determinados aspectos, bajo otros aspectos y, sobre todo, en último análisis la personalidad conserva el valor superior. De hecho, sería un gran error el acentuar exageradamente la analogía del organismo y abusar, de tal suerte, del principio del bien común, con el consiguiente detrimento de la dignidad y de la libertad de la persona[7], error que se ha deslizado, o acendrado, en el decurso del pensamiento[8]; pero en realidad, hemos de decir que sólo la persona es una sustancia en sí, mientras la sociedad constituye una «unidad de conjunto relacional», de índole ordenada, con relación real y no sólo de razón[9].
El bien común prevalece sobre el bien individual sólo en la medida en la cual un ser humano posee obligaciones hacia un determinado organismo social, en cuanto que es miembro suyo[10]. Y en particular es bueno apuntar que el bien común de un organismo social terreno no posee preeminencia alguna por sobre el orden sobrenatural[11]. La total primacía del orden sobrenatural y de la gracia es clara respecto del orden natural, y, lógicamente, respecto del orden social.
Podemos colegir perfectamente, entonces, que la «socialidad» o carácter social del hombre apunta, en último análisis, a perfeccionar la personalidad, siendo que asume múltiples expresiones «perfeccionadoras» del ser humano[12]. Es la sociedad la que se halla al servicio de la persona, porque sólo el ser espiritual es querido por sí mismo en el plano del universo, mientras todo el resto existe en función suya; y ello no obsta a que, de modo lato, podamos decir que la sociedad persigue también, en cierto sentido, un fin propio[13].
Este razonamiento nos lleva, por su parte, a la razón de ser de la autoridad, estrechamente vinculado a la organicidad social[14]. Toda sociedad orgánica necesita una estructura autoritativa, la cual guíe a los miembros a realizar el bien común, condición esencial para la salud de ese cuerpo social[15]. Es cometido de la autoridad el tomar las medidas requeridas en el interés del bien común y el garantizar la estabilidad de la sociedad y su desarrollo sustentable, existiendo en ello una cierta dependencia de las personas respecto de la autoridad[16], lo cual por supuesto no significa caer en una visión triunfalística de aquélla[17] sino evitar que la sociedad, y en particular el Estado, sea quebrantado en sus propios cimientos, pues la misma autoridad halla su razón de ser en su orientación fundamental al servicio de la persona y de la comunidad[18].  Existe lo que podemos llamar una inter-orientación «persona-sociedad-autoridad». Es característico de la socialidad humana.
En síntesis, la «socialidad» no subsume, superándola, a la persona, sino que apunta, en último análisis, a perfeccionar la personalidad, siendo que asume múltiples expresiones perfectivas del ser humano”.




Notas:

[1] “En realidad, en el corazón de la cuestión cultural está el sentido moral, que a su vez se funda y se cumple en el sentido religioso” (Juan Pablo II, Enc. Veritatis splendor, en AAS 85 (1993) 860-861, n. 98).

[2] De esta doble orientación característica de este ligamen, que constituye la esencia de la sociedad, se sigue que las personas estan ligadas al todo con motivo de su plenitud interior de valores, unidas sin embargo de modo tal que el todo posea su plenitud de valores solo en su ligamen con la plenitud personal de los valores de los miembros.

[3] La filosofía social occidental desde dos milenios, para ilustrar la relación del individuo hacia la sociedad, recurre a la analogía del organismo, un parangón que se usa con ciertas reservas, puesto que, como enseña la historia, puede ser fácilmente interpretado en sentido totalitario.

[4] Séneca, L.A. Senecae ad Lucilium I, XIV, epistula 4, Bononiae, 1927, p. 83.

[5] Lo hizo en un sentido doble: en algunos de sus pasajes, «cuerpo de Cristo» significa la Iglesia como realidad visible, social y orgánicamente articulada (Cf. 1 Cor 12,12-30; Rm 12,4-8). En otros, indica la comunión vital y sobrenatural y misteriosa que liga a los miembros a la Cabeza, y entre sí (Cf. Ef 5,22-23). El Apóstol de las Gentes no emplea la expresión «Cuerpo Místico», que aparece por primera vez en la Escolástica primitiva y que es aplicada a partir del siglo XIII. La imagen es, en cambio, ciertamente de inspiración paulina. En el Concilio Vaticano II fue utilizada junto a la imagen de «Pueblo de Dios». “L’applicazione simultanea dell’immagine paulina di Corpo mistico di Cristo permette ai Padri del Concilio di rendere fin da subito attenti di fronti a possibili interpretación unilaterali: il Popolo di Dio esiste solo come Corpo mistico di Cristo (LG 7,3 e 4) perché solo in Gesù Cristo la storia di salvezza del Popolo di Dio trova il suo compimento e la sua forma radicalmente nuova. Come tale la Chiesa è una realtà sacramentale, e perciò ad un tempo visibile ed invisibile, dell’intima unione con Dio e con gli altri uomini (LG 1)” (E. CORECCO-L. GEROSA, Il Diritto della Chiesa, Sezione quinta, La Chiesa, volume 12, en G. BEDOUELLE [et al.] AMATECA, Manuali di Teologia Catolica, Milano, 1995).

[6] S. Theol. I-IIae, 81 ad 1mum.

[7] A partir del siglo XIX, no obstante, no pocos sociólogos han acabado por interpretar biológicamente la analogía del organismo. Así, Augusto Comte definió la sociología como una «physique sociale» y habló de «anatomie sociale (Cf. J. HOFFNER, La dottrina sociale cristiana, Milano, 1995, p. 36).

[8] También algunos estudiosos cristianos, empeñados en la lucha contra las concepciones individualísticas de la sociedad, se lanzaron a pergeñar equívocas formulaciones, como, Vg., la concepción de la unidad «casi substancial» del genero humano (Cf. M. SCHEEBEN, Handbuch der katholischen Dogmatik, II, 1880, p. 626), o bien la concepción que niega a la comunidad el carácter de substancia pero le reconoce un «ser de naturaleza sustancial» (Cf. D. von HILDEBRAND, Metaphysik der Gemeinschaft, Regensburg, 1955, p. 179). Tales expresiones son azarosas, aunque todavía pueden ser interpretadas in bonam partem. En cambio, otras ideas que conciben a la sociedad como un «ser sustantivo completo en sí mismo», sin la referencia necesaria a la persona, tales como «sociedad igual a ser substantivo», o bien a «substancia completa», no pueden ser consideradas correctas, más aun, son fuentes de grandes problemas en la concepción social, porque dan a la sociedad una tal substancialidad que las lleva a creerse omnipotentes, omini-abarcadoras (Cf. R. KAIBACH, Das Gemeinwohl und seine ethische Bedeutung, Dusseldorf, 1928, p. 44).

[9] La sociedad no existe fuera o independientemente de los «individuos-personas». En el caso de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, la unidad es de naturaleza específica y no comparable a la de otros organismos sociales, pues Cristo hace participar a la Iglesia de su Vida sobrenatural, penetra todo el cuerpo con su virtud divina, nutre y conserva los miembros personales e individuales. Por esta última razón, el cuerpo eclesial recibe el apelativo de «místico», pues excluye que se trate de un cuerpo natural, ya de orden físico, ya de orden moral (Cf. J. HOFFNER., La dottrina sociale cristiana... op.cit., p. 37).

[10] El ser humano es miembro de un organismo social bajo aspectos a veces diversos. El hombre es «alguien», mucho mas que una simple pieza de pertenencia a una sociedad mayor, precisamente por ello es «hombre», «persona», “(...) en absoluto parte del Estado en todo lo que el  -el hombre- es y posee” (S. Theol, I-IIae, Q. 113, 9).

[11] Cf. S. Theol., I-IIae, Q. 113, 9.

[12] “La socialità umana non è uniforme, ma assume molteplici espressioni. Il bene comune dipende, infatti, da un sano pluralismo sociale. Le molteplici società sono chiamate a costituire un tessuto unitario ed armonico, al cui interno sia possibile ad ognuna conservare e sviluppare la propria fisionomia e autonomia. Alcune società, come la famiglia, la comunità civile e la comunità religiosa sono più immediatamente rispondenti all’intima natura dell’uomo, altre procedono piuttosto dalla libera volontà...”.(PONTIFICIO CONSIGLIO DELLA GIUSTIZIA E DELLA PACE, Compendio della Dottrina sociale della Chiesa, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2004, Ed. En lengua italiana, Parte prima, Capitolo terzo, La persona umana e i suoi diritti. III La persona umana e i suoi molti profili. E. La socialità umana, 151, p. 80). La tendencia de los hombres a crear asociaciones con fines económicos, culturales, sociales, deportivos, recreativos, profesionales y políticos, sin olvidar los fines religiosos, es denominada con un término que, históricamente –por su uso en la sociología-  no ha carecido de ambigüedades, a saber, «socialización». Éste posee, empero, un sentido natural, que es su sentido en la doctrina social de la Iglesia: “Tale «socializzazione» esprime parimenti la tendenza naturale che spinge gli esseri umani ad associarsi, al fine di conseguire obiettivi che superano le capacità individuali. Essa sviluppa le doti della persona, in particolare il suo spirito di iniziativa e il suo senso di responsabilità. Concorre a tutelari i suoi diritti» (Ibid.).

[13] De hecho, cuando un organismo social, como un Estado, “(...) se desarrolla en el respeto del orden querido por Dios y florece, ello promueve, así, no sólo el bien de los miembros sino que, en cuanto idea de Dios realizada, sirve también al honor y a la glorificación del Creador” (J. HOFFNER, La dottrina sociale cristiana... op.cit., p. 38).

[14] Tema sobre cuya necesidad la filosofía social cristiana busca a menudo ilustrar con la ayuda de la analogía del «organismo».

[15] De hecho, cuando cada uno sigue sus intereses particulares, en detrimento del bien común, se produce algo semejante a la declinación de la energía vital del organismo. “Muchos individuos pueden vivir en sociedad solamente si uno de ellos preside y tiene a su cargo el cuidado del bien común; muchos individuos tienden, de hecho, de por sí, a muchas cosas, mientras un único individuo persigue un unico fin” (S.Theol., I, 96, 4).

[16] De hecho, el Concilio Vaticano II deplora que hoy muchos, «bajo el pretexto de la libertad, rechacen toda dependencia», pues el mundo moderno tiene necesidad de personas que, “(...) en el pleno reconocimiento del orden moral, sepan obedecer a la legítima autoridad, y sean amantes de la genuina libertad” (CONC. ECUM.VAT. II, Declaratio de libertate religiosa Dignitatis humanae, Sessio IX, 7 dec. 1965, en AAS 58 (1966), pp. 929-941, 8).

[17] “Ogni detentore dell’autorità e soggetto a sbagliare e a mancare ed e soprattutto esposto alla tentazione di abusare del potere. Perciò nell’odierna società democratica l’autorità sottostà al controllo e alla critica, che viene esercitata dai parlamenti, dai tribunali e dalla pubblica opinione, nonchè dai singoli cittadini al momento delle elezioni. Questo non significa affatto avallare una critica esagerata di ogni autorità e di tutto quel che è instituzionale, si tratti della famiglia, della scuola, della Chiesa o dello stato. L’educazione anti-autoritaria, da molti esaltata come una «liberazione» dell’uomo, produrrà dei super-individualisti socialmente disadattati e moltiplicherà le nevrosi. É cosa pericolosa porre il superamento del sistema al posto del superamento di sé stessi” (J. HOFFNER, La dottrina sociale cristiana... op.cit., p. 38).

[18] Acordemente a la afirmación actual en la opinión pública mundial de una nueva aproximación a la Doctrina social de la Iglesia, que consiste en el reconsiderarla en la óptica de toda la misión de enseñar o munus docendi, que la Iglesia desarrolla desde sus orígenes, el pensamiento social de una institución autoritativa como la Iglesia está suscitando en el mundo un renovado interés ante la opinión pública y ante los especialistas.

miércoles, 12 de enero de 2011

CONFORME AL PLAN PASTORAL DE LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA, PROSIGUE DURANTE ENERO LA “MISIÓN JOVEN” CON NUEVOS GRUPOS MISIONEROS

saludo Mons. Marcelo
rosario por las calles
grupo misionero
Como se viene realizando ya hace varios años, durante el tiempo de verano, se intensifica la actividad misionera en la Diócesis, en especial de los grupos de jóvenes. Durante el mes de enero numerosos jóvenes de distintas comunidades han realizado experiencias de misión en distintos puntos de nuestra Iglesia particular.
Por sugerencia de Mons. Marcelo Monteagudo, Delegado de misiones, el grupo de jóvenes “Natividad Joven” de la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor de Belén, de Escobar, misionó el Barrio llamado “Río Lujan” perteneciente a la jurisdicción parroquial de San Luis Gonzaga de Manzanares-Fátima (Pilar). La misión tuvo lugar entre los días 3 al 10 de enero, bajo el lema “Cristo, la alegría de nuestra vida”. Participaron de ella en torno a veinte jóvenes provenientes tanto de la comunidad parroquial de la Natividad como del Colegio Santa María de la misma localidad, con el que se va logrando una inserción del mismo en la vida pastoral. La coordinación del joven equipo misionero la tuvo a cargo el Pbro. Mauricio Aracena, quien permaneció con ellos y realizó la celebración cotidiana de la Santa Misa por las distintas intenciones de la feligresía del barrio mencionado, así como la celebración de unción de enfermos y 16 bautismos, con oportunidad de la clausura la misión. Fue importante la participación de niños y jóvenes del barrio, la visita de las casas de familia, y la participación de laicos adultos de la parroquia de Manzanares y de la Natividad.
Es de destacar también la visita de nuestro obispo Mons. Oscar Sarlinga, quien escuchó la experiencia contada de todos y cada uno de los misioneros, y asimismo de Mons. Marcelo Monteagudo, oportunidad en la cual pudieron compartir dicha experiencia con la con la gente del lugar. El obispo Mons. Oscar hizo mención de los ejes de comunión y misionariedad de nuestro Plan Pastoral, animó a los jóvenes a seguir intensificando la actitud misionera y fundamentalmente realizó una catequesis sobre la pertenencia a la Iglesia y que la misión es fruto de ella.
Al finalizar la misión, los jóvenes de Escobar efectuó un retiro espiritual, predicado por el P. Nicolás Guidi, quien a partir del texto de la Transfiguración marcó la finalidad de la misión en la Iglesia y su continuidad en la vida ordinaria. Es la primera experiencia misionera de este grupo en ese lugar con la intención de proyectarla a lo largo de tres años. Durante los días de la misión los jóvenes visitaban por la mañana las casas del barrio habiendo llegado a visitar unas 33 manzanas y un total de 426 familias quienes recibieron con gran alegría la visita de los misioneros y sobre todo pidieron que se le diera continuación. El cura párroco de Manzanares, Pbro. Hugo Acuña, alentó y acompañó en cuanto pudo este gesto misionero.

entrega de cruces
foto misión
algunos papás y familiares de los misioneros
Por su parte también el Grupo Misionero del Movimiento “Santa María de la Estrella” (STAME) acudió a realizar un gesto misionero en uno de los barrios de la circunscripción parroquial de Nuestra Señora del Carmen de la ciudad de Zárate, llamado “Fátima” (en razón de contar con la iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en las inmediaciones del Hogar de la Paz y la Alegría, de las Hnas. Misioneras de la Caridad). Fueron numerosos los jóvenes (en torno a 60) quienes participaron de esa experiencia que se desarrolló durante los últimos días de diciembre hasta el 7 de enero. El centro de las actividades que realizaron fue la mencionada Vicaría Nuestra Señora de Fátima, en la zona del bajo de la ciudad. Estuvieron acompañados por el P. Jorge Ritacco, quien es el asesor de dicho Movimiento, y por los sacerdotes de la comunidad y el grupo juvenil de la parroquia, y asimismo recibieron la visita del obispo Mons. Oscar Sarlinga y de Mons. Galuppo, vicario general.

Por su parte, en la ciudad de Belén de Escobar, en la jurisdicción de la parroquia de la Natividad, se encuentran misionando en el barrio llamado “Philips” (cerca de la capilla de Santa Clara) los jóvenes de las dos parroquias de Santiago Apóstol y Nuestra Señora de Luján, de Baradero, en número cercano a 15, los cuales recorren las calles del barrio que circunda el cementerio local. Como se ha hecho alusión, la comunidad católica del lugar se congrega en la capilla de Santa Clara, lugar que fue el centro de la misión y de las actividades que se realizan. Junto con ellos está el P. Fernando Fusari, administrador parroquial de la pquia. Ntra. Sra. de Luján de Baradero. La misión se viene desarrollando desde el lunes 3 hasta el jueves 13 del corriente y ha recibido también la visita de Mons. Marcelo Monteagudo, Delegado de misiones. 
En cuanto a los grupos de adolescentes y jóvenes mayores de la parroquia Catedral de Santa Florentina, llevaron a cabo una misión en Villa Lía, partido de San Antonio de Areco (y jurisdicción de la parroquia de San Antonio de Padua), desde el lunes 3 de enero hasta el domingo 9 de enero. El lema fue “Ámense como Yo los he amado”. Durante estos días unos cincuenta jóvenes, acompañados por el Padre Agustín Villa, realizaron distintas actividades apostólicas.  Se alojaron en las instalaciones de la Escuela N° 13 y en los salones pertenecientes a la Capilla San José.
Por  la mañana, se visitaron las casas, se informaba sobre las actividades en la Capilla, la posibilidad de recibir los sacramentos. Por la tarde, un grupo de misioneros se encargaban de trabajar con niños. Los jóvenes visitaron también el Hogar de Ancianos de la Unidad Sanitaria donde viven alrededor de veinte abuelos. Se misionó además la zona rural, donde guiados por miembros de la comunidad de la Capilla y acompañados por el sacerdote se bendijeron  casas.
El día sábado se realizó la Misa por la comunidad para concluir la misión. Durante la misma estuvieron confesando Monseñor Marcelo Monteagudo, Delegado episcopal para las misiones, y el Padre Santiago  Whelan, párroco de la mencionada parroquia de San Antonio de Padua, de San Antonio de Areco. Al finalizar, Mons. Marcelo Monteagudo, el Padre Santiago Whelan y el padre Agustín  Villa bendijeron y entregaron las cruces a un grupo de niños de la “Infancia misionera” que se está formando. Además, cinco niños, visitados esa semana, recibieron el Bautismo y asimismo un joven, que estuvo siempre presente, hizo su Primera Comunión, pues venía preparándose.
Para dar cierre a la misión de verano, en la noche del sábado se llevó a cabo un festival preparado por los mismos jóvenes, con gran participación de la comunidad
Es de destacar la presencia y el acompañamiento de varios de los seminaristas de la diócesis tanto en estas misiones como en otras que se han realizado fuera de la diócesis. Todas estas experiencias han tenido una respuesta muy favorable por parte de la gente de lugar que los recibía. Fueron muy intensas las actividades con los niños y los numerosos sacramentos que se realizaron en ellas. La alegría ha sido reciproca tanto de las personas que fueron visitadas en sus casas o convocadas a los centros de misión al ver el rostro de una Iglesia joven con muchas entusiasmo y ganas de compartir la fe, como de los misioneros que han vivido una fuerte experiencia eclesial y de comunión con Jesucristo.

sábado, 1 de enero de 2011

SERENO, FELIZ Y PRÓSPERO AÑO 2011 ES EL SINCERO AUGURIO DEL OBISPADO DE ZÁRATE-CAMPANA PARA TODA LA FELIGRESÍA Y LOS LECTORES DE NUESTRAS PÁGINAS Y BLOGS

EN LAS VÍSPERAS DEL PRIMER DÍA DEL AÑO SE CELEBRÓ EN LA IGLESIA CATEDRAL DE SANTA FLORENTINA LA SOLEMNIDAD DE “SANTA MARÍA MADRE DE DIOS” Y EL OBISPO TRANSMITIÓ EL MENSAJE DE LA “JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ” DEL PAPA BENEDICTO XVI
Santa María Madre de Dios, en Belén de Escobar

En la noche del 31 de diciembre, en vísperas del inicio del Año 2010, el Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga celebró la misa “de nochevieja” en la iglesia catedral de Santa Florentina, con la concelebración del cura párroco, Pbro. Hugo Lovatto, de Mons. Marcelo Monteagudo, Delegado para las misiones, y de los Pbros. Pablo Iriarte, Nestor Villa y Agustín Villa, con la asistencia del diácono permanente Ricardo Dib. En efecto, la Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María, cuya fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de “María Madre de Dios”, pues ya en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa, en tiempos de las persecuciones, hay graffiti con oraciones y jaculatorias, así como pinturas con este nombre: “María, Madre de Dios”, como lo expresó Mons. Sarlinga en su homilía, y esto “muy anteriormente incluso” a la proclamación del dogma de la “Theótokos” o Madre de Dios en el Concilio de Éfeso, en el año 431.

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS, Theótokos
 El Obispo se refirió a continuación a la relación entre fe y razón, y a la fe y compromiso concreto con la transformación en y por el Amor en la sociedad actual, y en ese contexto hizo alusión al propósito del Papa Pablo VI al inaugurar las “Jornadas mundiales de la Paz” precisamente para el día 1ro. de enero, lo cual hizo en el año 1968. Hizo también alusión Mons. Sarlinga a la referencia de Pablo VI a la Paz como un “nuevo espíritu” que ha de animar a las relaciones entre las personas y los pueblos, y asimismo a “hombres nuevos” que son los que, llenos del Amor de Cristo, el Príncipe de la Paz, pueden colaborar con Dios en la creación de una renovada civilización, la tan mentada “civilización del Amor”. Luego se refirió al Mensaje del Papa Benedicto XVI, centrado en la Libertad religiosa, y puso especial acento en el punto 4to. sobre la familia, y en el punto 10mo. acerca de la contribución de la religión (y de las religiones, en sociedades multi-étnicas, y multi-culturales) en la consecución de la paz, y el afianzamiento de la convivencia en la sociedad civil.

Rostro de la MADRE DE DIOS en su adv. de Ntra. Sra. de Guadalupe
Imagen auténtica de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la diócesis
Al término de la celebración eucarística, el Obispo Mons. Sarlinga y los sacerdotes se dirigieron a la iglesia criptal (e invitaron a la feligresía a hacer lo propio) a los fines de rezar un responso por el eterno descanso del primer obispo de Zárate-Campana, Mons. Alfredo Mario Esposito Castro, junto a su tumba (ante el altar del Sagrado Corazón), dado que este 1ro. de enero se cumplió un año de su fallecimiento.

El Espíritu desciende sobre la Madre de Dios
A los fines de observar cuánto son actuales los presupuestos que llevaron a instituir la primera Jornada mundial de la Paz, en el año 1968, transmitimos a continuación en su integridad el Mensaje correspondiente de S.S. Pablo VI:

MENSAJE DE PABLO VI 1 DE ENERO DE 1968 AÑO NUEVO: DÍA DE LA PAZ MENSAJE POR LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ DE 1968
Nos dirijimos a todos los hombres de buena voluntad para exhortarlos a celebrar el “Día de la Paz” en todo el mundo, el primer día del año civil, 1º de enero de 1968. Sería Nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura.
Nos pensamos que esta propuesta interpreta las aspiraciones de los pueblos, de sus gobernantes, de las entidades internacionales que intentan conservar la Paz en el mundo, de las instituciones religiosas tan interesadas en promover la Paz, de los movimientos culturales, políticos y sociales que hacen de la Paz su idea, de la juventud -en quien es más viva la perspicacia de los nuevos caminos de la civilización, necesariamente orientados hacia un pacífico desarrollo- de los hombres sabios que ven cuán necesaria es hoy la Paz y al mismo tiempo cuán amenazada está.
La proposición de dedicar a la Paz el primer día del año nuevo no intenta a calificarse como exclusivamente nuestra, religiosa, es decir católica; querría encontrar la adhesión de todos los amigos de la Paz, como si fuese iniciativa suya propia, y expresarse en formas diversas, correspondientes al carácter particular de cuantos advierten cuán hermosa e importante es la armonía de todas las voces en el mundo para la exaltación de este primer bien que es la Paz, en el múltiple concierto de la humanidad moderna.
La Iglesia Católica, con intención de servicio y de ejemplo, quiere simplemente “lanzar la idea”, con la esperanza de que alcance no sólo el más amplio asentimiento del mundo civil, sino que tal idea encuentre en todas partes múltiples promotores, hábiles y capaces de expresar en la “Jornada de la Paz”, a celebrarse al principio de cada nuevo año, aquel sincero y fuerte carácter de humanidad consciente y redimida de sus tristes y funestos conflictos bélicos, que sepa dar a la historia del mundo un desarrollo ordenado y civil más feliz.
La Iglesia Católica procurará llamar a sus fieles a celebrar “la Jornada de la Paz” con las expresiones religiosas y morales de la fe cristiana; pero considera necesario recordar a todos aquellos que querrán compartir la oportunidad de tal “Jornada”, algunos puntos que deben caracterizarla; y el primero entre ellos, la necesidad de defender la paz frente a los peligros que siempre la amenazan: el peligro de supervivencia de los egoísmos en las relaciones entre las naciones; el peligro de las violencias a que algunos pueblos pueden dejarse arrastrar por la desesperación, al no ver reconocido y respetado su derecho a la vida y a la dignidad humana; el peligro, hoy tremendamente acrecentado, del recurso a los terribles armamentos exterminadores de los que algunas potencias disponen, empleando en ello enormes medios financieros, cuyo dispendio es motivo de penosa reflexión ante las graves necesidades que afligen el desarrollo de tantos otros pueblos; el peligro de creer que las controversias internacionales no se pueden resolver por los caminos de la razón, es decir de las negociaciones fundadas en el derecho, la justicia, la equidad, sino sólo por los de las fuerzas espantosas y mortíferas.
La paz se funda subjetivamente sobre un nuevo espíritu que debe animar la convivencia de los pueblos, una nueva mentalidad acerca del hombre, de sus deberes y su destino. Largo camino es aún necesario para hacer universal y activa esta mentalidad; una nueva pedagogía debe educar las nuevas generaciones en el mutuo respeto de las naciones, en la hermandad de los pueblos, en la colaboración de los pueblos entre sí y también respecto a su progreso y desarrollo. Los organismos internacionales instituidos para este fin, deben ser sostenidos por todos, mejor conocidos, dotados de autoridad y de medios idóneos para su gran misión. La “Jornada de la Paz” debe hacer honor a estas instituciones y rodear su trabajo de prestigio, de confianza y de aquel sentido de expectación que debe tener en ellas vigilante el sentido de sus gravísimas responsabilidades y fuerte la conciencia del mandato que se les ha confiado.
Una advertencia hay que recordar. La paz no puede estar basada sobre una falsa retórica de palabras, bien recibidas porque responden a las profundas y genuinas aspiraciones de los hombres, pero que pueden también servir y han servido a veces, por desgracia, para esconder el vacío del verdadero espíritu y de reales intenciones de paz, si no directamente para cubrir sentimientos y acciones de prepotencia o intereses de parte. No se puede hablar legítimamente de paz, donde no se reconocen y no se respetan los sólidos fundamentos de la paz: la sinceridad, es decir, la justicia y el amor en las relaciones entre los Estados y, en el ámbito de cada una de las naciones, de los ciudadanos entre sí y con sus gobernantes; la libertad de los individuos y de los pueblos, en todas sus expresiones cívicas, culturales, morales, religiosas; de otro modo no se tendrá la paz -aún cuando la opresión sea capaz de crear un aspecto exterior de orden y de legalidad-, sino el brotar continuo e insofocable de revueltas y guerras.
Es, pues, a la paz verdadera, a la paz justa y equilibrada, en el reconocimiento sincero de los derechos de la persona humana y de la independencia de cada nación a la que Nos invitamos a los hombres sabios y fuertes a dedicar esta jornada.
Así, finalmente, es de augurar que la exaltación del ideal de la paz no favorezca la cobardía de aquellos que temen deber dar la vida al servicio del propio país y de los propios hermanos cuando éstos están empeñados en la defensa de la justicia y de la libertad, y que buscan solamente la huida de la responsabilidad y de los peligros necesarios para el cumplimiento de grandes deberes y empresas generosas: paz no es pacifismo, no oculta una concepción vil y negligente de la vida, sino proclama los más altos y universales valores de la vida: la verdad, la justicia, la libertad, el amor.
Por la tutela de estos valores, Nos los colocamos bajo la bandera de la paz e invitamos a hombres y naciones a levantar al amanecer del año nuevo: esta bandera que debe guiar la nave de la civilización, a través de las inevitables tempestades de la historia, al puerto de sus más altas metas.
A vosotros, venerables Hermanos en el Episcopado, a vosotros, hijos y fieles queridísimos de Nuestra Santa Iglesia Católica:
Dirigimos la invitación que arriba hemos anunciado: la de dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la Paz una celebración particular en el día primero del año civil, el 1deg. de enero del próximo año.
Esta celebración no debe alterar el calendario litúrgico que reserva el primer día del año al culto de la Maternidad Divina de María y al nombre Santísimo de Jesús; antes bien, estas santas y suaves memorias religiosas deben proyectar su luz de bondad, de sabiduría y de esperanza sobre la imploración, la meditación, la promoción del grande y deseado don de la Paz, de que el mundo tiene tanta necesidad.
Os habréis percatado, venerables Hermanos y queridos hijos, con cuánta frecuencia Nuestras palabras repiten consideraciones y exhortaciones sobre el tema de la Paz; no lo hacemos para ceder a una costumbre fácil, ni para servirnos de un argumento de pura actualidad; lo hacemos porque pensamos que lo exige Nuestro deber de Pastor universal: lo hacemos porque vemos amenazada la Paz en forma grave y con previsiones de acontecimientos terribles que pueden resultar catastróficos para naciones enteras y quizá también para gran parte de la humanidad; lo hacemos porque en los últimos años de la historia de nuestro siglo ha aparecido finalmente con mucha claridad que la Paz es la línea única y verdadera del progreso humano (no las tensiones de nacionalismos ambiciosos, ni las conquistas violentas, ni las represiones portadoras de un falso orden civil); lo hacemos porque la Paz está en las entrañas de la religión cristiana, puesto que para el cristiano proclamar la Paz es anunciar a Cristo: “El es nuestra Paz” (Ef 2, 14); el suyo es “Evangelio de Paz” (Ef 6, 15): mediante su sacrificio en la Cruz, El realizó la reconciliación universal y nosotros, sus seguidores, estamos llamados a ser “operadores de la Paz” (Mt 5, 9) y sólo del Evangelio, al fin, puede efectivamente brotar la Paz, no para hacer débiles ni flojos a los hombres, sino para sustituir en sus espíritus los impulsos de la violencia y de los abusos por las virtudes viriles de la razón y del corazón de un humanismo verdadero; lo hacemos, finalmente, porque querríamos que jamás nos acusasen Dios ni la historia de haber callado ante el peligro de un nuevo conflicto entre los pueblos, el cual como todos saben, podría revestir formas imprevistas de terror apocalíptico.
Es necesario siempre hablar de Paz. Es necesario educar al mundo para que ame la Paz, la construya y la defienda; contra las premisas de la guerra que renacen (emulaciones nacionalistas, armamentos, provocaciones revolucionarias odio de razas, espíritu de venganza, etc.) y contra las insidias de una táctica de pacifismo que adormece al adversario o debilita en los espíritus el sentido de la justicia, del deber y del sacrificio, es preciso suscitar en los hombres de nuestro tiempo y de las generaciones futuras el sentido y el amor de la Paz fundada sobre la verdad, sobre la justicia, sobre la libertad, sobre el amor (cfr. Juan XXIII, Pacem in Terris).
Que la gran idea de la Paz tenga, especialmente para nosotros, seguidores de Cristo, su jornada solemne en el comienzo del año nuevo 1968.
Nosotros, los creyentes del Evangelio, podemos infundir en esta celebración un tesoro maravilloso de ideas originales y poderosas, como la de la hermandad intangible y universal de todos los hombres que deriva de la Paternidad de Dios única, soberana y amabilísima, y que proviene de la comunión que, in re vel in spe, nos une a todos a Cristo; y también de la vocación profética que en el Espíritu Santo llama al género humano a la unidad no sólo de conciencia sino de obras y de destinos. Nosotros podemos, como ninguno, hablar del amor al prójimo. Nosotros podemos sacar del precepto evangélico del perdón y de la misericordia gérmenes regeneradores de la sociedad. Nosotros, sobre todo, Hermanos venerabilísimos e Hijos dilectísimos, podemos tener un arma singular para la Paz: la oración, con sus maravillosas energías de tonificación moral y de impetración de trascendentes factores divinos de innovaciones espirituales y políticas, y con la posibilidad que ella ofrece a cada uno para examinarse individual y sinceramente acerca de las raíces del rencor y de la violencia que pudieran encontrarse en el corazón de cada uno.
Tratemos, por tanto, de inaugurar el año de gracia 1968 (año de la fe que se convierte en esperanza), orando por la Paz; todos, en lo posible juntos en nuestras Iglesias y en nuestras casas; es lo que por ahora os pedimos; que no falte la voz de nadie en el gran coro de la Iglesia y del mundo que invoca de Cristo, inmolado por nosotros, dona nobis pacem.
Paulus PP VI