sábado, 25 de diciembre de 2010

EL OBISPO MONSEÑOR OSCAR SARLINGA CELEBRÓ LA NOCHEBUENA EN LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE BELÉN DE ESCOBAR Y ALLÍ TRANSMITIÓ SU MENSAJE DE NAVIDAD

EN NOCHEBUENA TUVIERON LUGAR LAS FIESTAS PATRONALES DE LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR, EN BELÉN DE ESCOBAR (ZÁRATE-CAMPANA)
Imagen del Belén en iglesia co-catedral de la Natividad del Señor
Templo co-catedralicio de Belén de Escobar

La iglesia de la Natividad del Señor, co-catedral de la diócesis de Zárate-Campana, tiene el día de sus fiestas patronales en Navidad. Este año fue considerada patronal la misa de Nochebuena, para lo cual el 17 de diciembre comienza una novena de oración, reflexión y acción apostólicas, bajo el lema “La Iglesia crece cuando vive en comunidad”. Cada día de la novena está inspirado en uno de los puntos del documento de la Vta. Conferencia General del Episcopado de Latinoamérica y del Caribe, en Aparecida. El 24 por la noche el Obispo Mons. Oscar Sarlinga celebró la Misa de Gallo, con la concelebración del cura párroco, Pbro. Daniel Bevilacqua, y de los sacerdotes colaboradores de la jurisdicción parroquial, Pbro. Mauricio Aracena, Pbro. Nicolás Guidi, Pbro. Alfredo Antonelli, vicario parroquial, y Mons. Marcelo Monteagudo, Delegado para las misiones y Representante legal del colegio “Santa María” de Escobar. Ha sido la ocasión en que nuestro Obispo transmitió su mensaje y homilía la diócesis de Zárate-Campana y a la feligresía de Escobar, así como los augurios de un feliz año nuevo 2011, ya tan cercano.

El pesebre

HOMILÍA DE MONS. OSCAR SARLINGA EN LA NOCHEBUENA DE 2010
Iglesia concatedral de la Natividad del Señor
Belén de Escobar

I
LA LUZ RENACIENTE PARA ILUMINAR NUESTRA SOCIEDAD ACTUAL
La nuestra es una humanidad y una sociedad en la que no faltan luces, causales de un sano optimismo (que hemos de basar en la virtud y en el don de la esperanza), aunque también existen motivos de obscurecimiento, de índole moral, cultural, socioeconómica, y, en nada menor, espiritual. Hoy es Nochebuena, es la noche más buena porque víspera del Nacimiento, la Natividad o Navidad, ocasión para clamar, para “anunciar”(Cf. Lc. 4, 18, ss) que “éste es el día que hizo el Señor, y que por eso, nos alegramos y regocijamos” (Cf Ps. 117, 24). Es el Nacimiento del Señor Jesucristo, que nos trae con toda la fuerza de su verdad, de su gracia, el mensaje y la realidad de liberación, en primer lugar, liberación del pecado y sus consecuencias. Liberación, por ende, de nuestras obscuridades, de toda angustia, de toda zozobra, liberación que lo es, al mismo tiempo,de los límites autocomplacientes con los que podríamos congratularnos, y que nos harían permanecer en una cómoda mediocridad, en el orden espiritual y en todos los ámbitos de la vida. La Luz, que brilla en las tinieblas (Cf Jn 1,5) renaciente en nuestros corazones ha venido, en cambio, para iluminar nuestras vidas personales y nuestra sociedad actual.
Es Navidad, realidad a la vez humilde e inmensa, humana y divina. La única Persona del Verbo une dos naturalezas, la divina y la humana. Esta última, hecha a imagen de la divina (Cf. Gen. 1, 26-27). La divina, eterna, infinita. El niño nacido, en su misma humanidad, es también imagen inefable, inenarrable de Dios invisible (Cf Col. 1, 15; 2 Cor. 4, 4). En su divinidad, es Dios que se hizo Hombre. Se trata aquí, fijémonos, del inefable misterio del Niño nacido, Hombre y Dios, como lo expresa San Agustín: «natusestChristus (. . .) de Patre, Deus; de Matre, homo», ha nacido Cristo; de Padre, Dios, de Madre, hombre , de modo tal que Él viene a nosotros como fuente y culmen de nuestra historia humana, uniendo lo celestial y lo terreno (Cf Ef. 1, 10) y dándonos, así, pleno acceso a la salvación (Cf Lc. 3, 6).
El Papa Benedicto XVI, en una homilía navideña en el año 2001, en que se refirió a San Gregorio di Nissa y a San Anselmo de Canterbury, desarrolló el tema a partir de un versículo del evangelio de Juan: “Puso su tienda en medio de nosotros” (Jn 1,14) , y explicaba cómo San Gregorio aplicaba esta palabra de la “tienda” a nuestro cuerpo (y a nuestro espíritu) expuesto al dolor y al sufrimiento, y San Anselmo lo aplicaba asimismo al cosmos, al mundo, lacerado por el pecado del hombre. Fue la ocasión para que el Papa aludiera a este mundo nuestro, herido también por el abuso de las energías, por la explotación indiscriminada de éstas, por la contaminación y por todo lo que arruina la armonía, el equilibrio, la belleza y la salud de la naturaleza. Será ésta una renovada ocasión de meditar en cuidar “la Casa grande” en la que vivimos, nuestro mundo de hoy, y de cuidar particularmente de cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Es cuidar de recuperar nuestra dignidad, cada día.
II
RENACER, DESPERTARSE, LEVANTARSE, RECIBIR UN IMPULSO RENOVADO POR LA LUZ DE NAVIDAD
Necesitamos un impulso “renovador desde dentro”, verdaderamente liberador. Como cristianos, una somnolencia nos puede afectar, incluso acosar, diríamos. A esa somnolencia a la que nos referimos, puede sucederle el letargo, e incluso la postración (causada casi siempre, y en el fondo, por el miedo). Necesitamos un impulso renovador, y queremos recibirlo en fidelidad a la Iglesia, en comunión dentro de ella, con el Papa, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, el cual “(…) es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los Obispos como de la muchedumbre de los fieles” y con todos nuestros hermanos y hermanas. Lo que necesitamos es un impulso nuevo capaz de crear “tiempos nuevos de evangelización” (y civilización), arraigándonos, como Iglesia que somos, todavía más en la fuerza profética y poder perennes de Pentecostés , para ser de verdad “un solo corazón y una sola alma”(Cf Hech. 4, 32).
En tanto Iglesia particular de Zárate-Campana nos hemos puesto como gran meta el afianzar la herencia del Gran Jubileo por el que entramos en el IIIer. Milenio, puesto nuestro corazón en Jesucristo, el que hace “nuevas todas las cosas” (y a cuyo Corazón hemos consagrado la diócesis el 9 de mayo de 2009 en la iglesia concatedral de Belén de Escobar). Lo haremos sólo si somos humildes y si estamos dispuestos al desafío de la unidad. Ese «sentir con la Iglesia» ha sido comprendido en nuestro Plan Pastoral, conscientes de la esencial necesidad, sobre todo, de vivir más y mejor el Evangelio de Jesucristo , porque sólo así viviremos la “novedad” perenne del Evangelio. A este respecto, Benedicto XVI nos refería, en su encíclica “Deus Caritas est”: “(…) ahora nos toca recoger la herencia jubilar, tomar conciencia de que lo importante no es tanto hacer “programas nuevos”, sino vivir la novedad permanente del evangelio…” . Para realizarlo, hay que despertar de la somnolencia que puede afectarnos, siguiendo la exhortación, hoy más viva que nunca, de San Agustín: «Despiértate, hombre, porque por ti Dios se hizo hombre» . Despertarse y levantarse, para ponerse a caminar; lejos de nosotros la “postración espiritual”, es tiempo de caminar.
III
LA BÚSQUEDA DEL NIÑO QUE HA NACIDO HACE RENACER EN LA IGLESIA EL “CORAZÓN MISIONAL”
El Amor que surge del Corazón de Cristo nos asocia a nosotros, como hermanos y hermanas, en la gran familia humana amada y salvada por Él, que es la Iglesia, en la cual puede y debe nacer “una nueva manera de ser como seres humanos”, pues hemos sido hechos hijos de Dios, y por consiguiente “hermanos”. ¿Qué necesidad hay del odio, de la intriga, de la violencia, o del indeferentismo?.Nuestras familias, nuestra sociedad, merecen una renovación obrada por el Amor; los más pobres y excuidos, los enfermos, los necesitados, los que han perdido el sentido de la vida y de la auténtica felicidad, también lo merecen. Si a la Iglesia la cimienta Cristo mismo con su Amor, podemos y debemos esperar que un mundo mejor va a renacer, y, de hecho, en cierto sentido nace cada día; tengamos esperanza . Tengamos realismo y esperanza, puesta en obra, esta última, para un humanismo trascendente, digno de Dios y digno del hombre, que abrace a todos y a cada uno en una gran fraternidad, en la justicia largamente esperada, en la amistad social .
Para nosotros que somos fieles de Cristo, si queremos contribuir, colaborar a la profunda renovación que conlleva ese humanismo trascendente, es preciso asumir, como nos enseñaba la inolvidable exhortación EvangeliiNuntiandi, que “(…) no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos” .
En esa línea, el “corazón misional” de la Iglesia tiene particularmente en Navidad un objetivo: mostrar dónde está el Pesebre, con el “Niño que nos ha nacido”, para, desde allí, colaborar a la transformación de los corazones, primero, y de la sociedad actual. ¿Obstáculos existen?. Muchos, hay muchos obstáculos que son manifiestos, pero el más importante de ellos no siempre lo es tanto, tan manifiesto, digo, y se trata de la soberbia, personal, o, en cierto sentido, grupal o colectiva. En esto hemos de mirarnos nosotros mismos, bien dentro, pues puede anidar en repliegues interiores de nuestro espíritu. Por el contrario, la humildad nos corrige de esa falla fundamental, la cual impide a quien la padece (o la cultiva) el lograr ese encuentro con “Cristo Revelador”,quien se manifiesta a los humildes de corazón y a aquéllos que lo buscan movidos interiormente por el Espíritu de Amor .
Consideremos cómo se manifestó el Salvador del mundo, con humildad, casi sin que los hombres de su tiempo lo advirtieran, como si hubiera querido que, inspirados quienes lo esperaban como por un movimiento interior, hubieran tenido que “ponerse a buscarlo”. Para buscar al Niño pequeño y para encontrarlo, era preciso “inclinarse”, como lo hicieron los “anawim”, los “pobres de Yahweh”, en lenguaje bíblico. El inclinarnos para encontrar el supremo Bien -en este sentido bíblico mencionado- nos da dignidad, nos dignifica, lejos de constituir una abajadoraindignidad o sujeción. Sinos ponemos a su búsqueda, aunque de entrada no lo divisemos, el Niño nos saldrá al encuentro, nos tomará de la mano y nos conducirá, incluso como a la oveja perdida, si es necesario (Cf Lc. 15, 5). Nos conducirá al redil de su justicia y su felicidad, si confiamos en Él, tengamos fe y confianza en dejarnos guiar. El Niño se hará para nosotros “Puerta de nuestra salvación”, “Puerta de la Vida”, y “Puerta de la Paz”, como llamó Juan Pablo II a Jesucristo en un Mensaje de Navidad .
No tengamos miedo. Es el momento, en esta Nochebuena, de hacer resonar en nuestros oídos del alma la voz de San Pablo cuando nos dijo: «Alégrense en el Señor, se lo repito, ¡alégrense!» (Fil 4, 4; 2, 18; 3, 1). Creámosle al Ángel presente en el Pesebre, a la voz angélica que ha entonado el mensaje de esa inmensa alegría que espanta de nosotros el miedo y la postración: «¡No teman!. He aquí que les anuncio una gran alegría, que será para todo el pueblo: hoy les ha nacido en la ciudad de David un salvador, que es Cristo el Señor» (Lc. 2, 10-11).
Quiera el Señor darnos que estas celebraciones navideñas confirmen en nosotros, como fieles cristianos, nuestra plena, cordial, amorosa y firme adhesión a Cristo Jesús, el Señor. ¡Creemos en Él!. Creemos, y le pedimos que aumente nuestra fe. Él sólo es nuestro Salvador y el Salvador del mundo (Cf Hech 4,12), el que nació para nosotros (Cf Lc. 2, 11), el que vino por cada uno de nosotros (Cf Gal. 2, 20).
PONEMOS NUESTRA RENOVADA NATIVIDAD EN MANOS DE LA VIRGEN MADRE
A los fines de poner en las mejores manos todo lo que hemos considerado anteriormente, dejémosle un gran lugar en nuestra vida a la intercesión de Aquélla a quien todas las generaciones llamarán por siempre Bienaventurada, la Virgen María. Sí, Bienaventurada por haber creído en el cumplimiento de lo que se le había dicho de parte del Señor, por haber creído en Su Palabra (Cf Luc. 1, 45).
En esta Nochebuena bendita, que María, la Mujer creyente, la Madre de Dios y la Madre de la Iglesia, junto con San José, nos protejan y guíen, en estas fiestas patronales de la iglesia concatedral de Belén de Escobar, con augurio de bendiciones para el cercano año 2011, y en todos los momentos de nuestra vida.

+Oscar, obispo de Zárate-Campana

Video de la Misa de Noche Buena y Fiesta Patronal de la Natividad del Señor,
por justin.tv

1º parte

miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL OBISPADO DIO DIFUSIÓN AL PROGRAMA DE LA NOVENA DE LAS FESTIVIDADES DE LA IGLESIA CO-CATEDRAL DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR, EN BELÉN DE ESCOBAR

LA FESTIVIDAD PATRONAL TENDRÁ LUGAR EN NOCHEBUENA, 
PUES "NATIVIDAD DEL SEÑOR" ES LA FIESTA DE "NAVIDAD"

Imagen del Belén en la iglesia co-catedral de la Natividad del Señor en Belén de Escobar
La Misa de Nochebuena será presidida por el Obispo Mons. Oscar Sarlinga, y concelebrada por Mons. Marcelo Monteagudo (Delegado de las Misiones y Representante legal del colegio "Santa María" de Belén de Escobar) por el Pbro. Daniel Bevilacqua (cura párroco de la Natividad del Señor) y por los Pbros. Mauricio Aracena, Nicolás Guidi y Alfredo Antonelli.

Bajo el lema "La Iglesia crece cuando vive en comunidad", el próximo 17 de diciembre comienza la novena de la Iglesia Cocatedral. Cada día de la novena esta inspirada en uno de los puntos del documento de la V Conferencia General del Episcopado de Latinoamerica y del Caribe, en Aparecida. A continuación presentamos el programa.

24 de diciembre 21.00 horas Santa Misa de Nochebuena y fiestas patronales de la Natividad del Señor

jueves, 9 de diciembre de 2010

CELEBRACIONES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN y BODAS DE PLATA DE LA PARROQUIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN, DE MAQUINISTA SAVIO (ESCOBAR-PILAR)

En la diócesis de Zárate Campana todas las parrqouias celebraron a la Inmaculada Concepción de María. En la jurisdicción de la iglesia catedral de Santa Florentina tuvo lugar la tradicional procesión náutica, con la presencia de Mons. Edgardo Galuppo y el Pbro. Hugo Lovatto. Por la tarde tuvo lugar en la iglesia catedral la celebración de las segundas comuniiones solemnes, en eucaristía presidida por Mons. Santiago Herrera. Rector del Seminario. El Sr. Obispo Mons. Oscar Sarlinga presidió la eucaristía, por la mañana, en la comunidad "Cenacolo" y por la tarde recibió a la procesión en Maquinista Savio, de la que participaron 4.000 personas, y que culminó en el gran ginmasio parroquial puesto que la capacidad del templo se vio desbordada. Fue la ocasión de celebrar las bodas de plata de la parroquia de la Inmaculada Concepción, de esa localidad que abarca sectores de los partidos de Escobar y de Pilar, y que fue erigida en 1985. En con la multitud que colmó el gimnasio se encontraban fieles de todas las capillas y centros pastorales de la jurisdicción, religiosos, religiosas, un grupo de seminaristas diocesanos, los diáconos permanentes Rev. Heredia y Rev. Cerrano y los sacerdotes que concelebraron con el Obispo, a saber: Mons. Justo Rodríguez Gallego, cura párroco, Mons. Edgardo Galuppo, vicario general (y ex-cura párroco de Maquinista Savio), Mons. Marcelo Monteagudo (delegado para las misiones), Mons. Daniel Ferrari (presidente de la comisión judicial de la diócesis), el Pbro. Nicolás Guidi, el Pbro. José de Estrada y el Pbro. Alfredo Meóniz.
Predicación del Obispo en la Misa de la Inmaculada Concepción en Maq. Savio

Momento de la predicación en la Misa de la Inmaculada Concepción en Maq. Savio

Nuestro Obispo Oscar tuvo la siguiente homilía:

HOMILÍA DE MONS. OSCAR SARLINGA EN LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

MAQUINISTA SAVIO (PARTIDOS DE ESCOBAR Y PILAR)


8 de diciembre de 2010, en las “Bodas de Plata” de la parroquia de la Inmaculada Concepción
Queridos hermanos sacerdotes, autoridades civiles, diáconos permanentes, seminaristas, religiosos, religiosas, hermanos y hermanas todos
Proclamamos una vez más a María, con todo nuestro corazón, la Bienaventurada, la Feliz, porque ha creído. Luego de la procesión realizado, que ha sido casi una peregrinación, a lo largo de quince cuadras, con tanta feligresía proveniente de las distintas capillas y centros pastorales, celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción, en las “bodas de plata” de esta parroquia, joven, de esta región, también joven y tan poblada.

I. LO QUE FUE OBRANDO LA VIRGEN INMACULADA EN MAQUINISTA SAVIO

En efecto, tierras de antigua cristiandad no podrían ser éstas, porque no lo son de antigua población, y  tampoco han pertenecido a esos centros de la más antigua evangelización de la zona, como el histórico Pilar viejo, o, ya más en el interior de la diócesis, Santiago del Baradero (del siglo XVII) o San Antonio de Areco y Capilla del Señor, ambas poblaciones del siglo XVIII. Con el sucederse de la historia, y porque nada escapa al designio providente de Dios, Él quería que la Inmaculada tuviera su templo en esta región, que estaba llamada a ser un lugar populosísimo de la Provincia de Buenos Aires, y que deviniera, con el tiempo, una jurisdicción parroquial de la diócesis de Zárate-Campana, a la que creó S.S. Pablo VI en 1976.
Según palabras registradas de un testigo directo, de la familia Nieto, en los recientes orígenes de Maquinista Savio se tenía ya desde el inicio la intención de construir una capilla, para lo cual la consecución del terreno acabó materializándose en 1958, ubicado aquél, precisamente, en la división territorial de los partidos de Escobar y Pilar, del lado de la acera de este último. Aunque parezca especial, una calle que separa ambos partidos hace que el actual templo se ubique en la acera correspondiente a Pilar. Por entonces, la familia Beliera donó el terreno para la escuela, y la familia Nieto el de la iglesia, que era un proyecto. Faltaba el templo. En 1980 el cura párroco de Garín, Padre Perna, manifestó la intención de construir dicho templo, más allá de las diferencias entre  los límites de los partidos en el que el predio donado se ubicaba. Fue así como en 1981 se edificó la capilla, “Inmaculada Concepción”, con el aporte de donaciones locales y uno significativo de que llegó de los católicos alemanes, gestionado por el Padre Florencio de Del Viso. En 1985 el entonces Obispo diocesano, Mons. Alfredo Mario Espósito, la erigió como parroquia.
Por aquí pasaron, pues, el Padre Perna, el Padre Florencio, el Padre Elías, el Padre Sposaro, el Padre Edgardo Galuppo, el P. Hugo Acuña, y por cierto el P. Justo Rodríguez Gallego quien, junto con los laicos colaboradores, puso un sentido de misionariedad, de comunión y paz. Fue de importancia el aporte pastoral de la diócesis de Toledo a estas tierras, con la voluntad de configurar una parroquia misionera y solidaria, y en esta historia vivida, historia sagrada, continuó, pues, como lo he dicho, Mons. Justo Rodríguez Gallego, junto con sus colaboradores laicos, habiendo concluido el templo parroquial, el cual tuve la dicha de consagrar solemnemente, el 8 de mayo de 2006, hace exactamente 4 años. El Obispado quiso donar el altar, lugar de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana, desde donde es construida y fortalecida, en y por Cristo, la comunidad parroquial. En muy sucinta historia, me comprenderán ustedes, ésta es historia vivida de la comunidad católica de Maquinista Savio, es historia guiada por la mano Providente del Padre, y por la poderosa intercesión de María, la Inmaculada Concepción, la Esposa del Espíritu Santo, la Madre de Jesucristo nuestro Dios y Señor.

II.  LA INMACULADA CONCEPCIÓN, “KEKHARITOUMÉNE” MADRE DEL MESÍAS SALVADOR

Sí, hermanos todos que forman esta multitud reunida en este gran gimnasio, estamos hoy aquí en esta parroquia de la Inmaculada Concepción para manifestar, exclamar, declamar, nuestro amor a María Santísima, Madre de Dios y de la Iglesia, Madre de cada uno de nosotros, pues el Evangelio, asegurándonos que la Virgen es Madre de Dios (Cf Lc 1,26ss) nos ofrece la base granítica, a la que no puede rozar la menor sombra de duda, para dar a María el honor debido y la efusión de un sentimiento afectuoso que, como amoroso eco, se resume en el Hijo, en Cristo. Ella, María, es la “llena de gracia” (Lc 1,28), la Kekharitouméne, la cual nos ha dado a Jesucristo, razón por la que cada uno puede ver cuánto el ejemplo de la Virgen,  su intercesión, su protección, nos ayudan grandemente, como fieles suyos, a renovarnos interiormente y a reconciliarnos con Dios y con los hermanos, así como a huir del pecado y de sus consecuencias.
Y la “Inmaculada Concepción”, más que una “advocación”, o “título” de la Virgen, es lo que Ella misma es. La Virgen misma es la Inmaculada Concepción, porque Ella, la Virgen, es la obra maestra de la redención obrada por Cristo. Por la potencia de su amor y de su mediación única y universal, Cristo ha obtenido que la Madre fuera preservada del pecado original; por ello María ha sido totalmente redimida por Cristo, ya antes de ser concebida, en razón de la misión que le reservaba el Padre(1), el ser Madre del Mesías Salvador.

III. EN LA PARROQUIA SE REALIZA TAMBIÉN LA IMAGEN DE LA IGLESIA COMO PUEBLO MESIÁNICO

Es la ocasión, por esto, de redescubrir también hoy, nosotros, a la Iglesia como Cuerpo del Salvador, como Pueblo peregrinante de Jesucristo, el Ungido del Padre, nacido de María Virgen.
La Iglesia es pueblo mesiánico(2) porque, con el don recibido, el «sentido de la fe» procedente de la unción del Espíritu, se hace “pueblo profético” que exhorta con amor y con mansedumbre a todos los hombres a la conversión. También la parroquia tiene ese sentido profético, y también ella posee la misión de ser un centro del “profetismo de la esperanza”, esa esperanza en que todo cuanto ha sido sembrado en 25 años sea cultivado y produzca cosecha abundante, conforme a la voluntad de Dios, que da a uno a sembrar, a otro el cosechar (Cf Jn 4,37).
Para dar testimonio de esa índole mesiánica que tenemos como Pueblo, necesitamos esperanza. Me refiero a la esperanza teologal, más que a las meras “expectativas” o “ganas” o “tendencias” con las que a veces nuestras mentes pueden confundirse, al no escapar del todo al secularismo imperante. La esperanza verdadera es la que “renueva”, porque es Dios mismo quien dijo “Yo hago nuevas todas las cosas”; es Él, con su Gracia, el que tiene el poder de hacernos “nacer de nuevo”, y por eso la esperanza nos hace renacer, y por eso también la enseñanza de la Iglesia reactualiza la palabra que Dios Padre, en el Hijo Jesús (el Verbo) “dice” desde el origen del mundo, y que el Espíritu de Amor reactualiza hoy y hace comprensible, en el tiempo, y en los tiempos nuestros, creaturas históricas, y que podemos hoy resumir en estas tres bíblicas exhortaciones: “escucha”, “recuerda”, “conviértete”. En esto radica la base de la pastoral de una parroquia, a través de “la escucha de la fe”, de la catequesis, y de la misión que de allí procede. 
La esperanza, queridos hermanos e hijos, promueve al mismo tiempo una dinámica evangelizadora y promotora de la dignidad humana, de tal modo que hace desarrollar y crecer una interrelación mutua de caridad, de participación, de colaboración, de mutua ayuda, al modo como vemos en la comunidad eclesial del libro de los Hechos (Cf Hech 18,1-4). De tal modo que, movidos por el Espíritu, vivamos unidos los unos a los otros en la humildad, sin sobreestimarnos a nosotros mismos, o creernos los detentores de lo absoluto, del conocimiento, de los poderes, por pequeños que estos sean si los miramos a una escala global; lo malo es cuando a esos poderes los queremos acaparar, y esto sin espíritu de servicio. Por eso es tan importante en una parroquia la corrección fraterna(3) y el ponernos siempre a la escucha, como María, el estar en relación con todos, y en especial con los más pobres, con los pequeños, los sencillos, a la manera como  lo refiere San Pablo, es decir, no creyéndonos llenos de sabiduría, “sino con el amor gratuito”(cf 1 Cor 13).
Es con este espíritu como ha de ser comprendida la colaboración y el diálogo, y de ese modo se sientan las bases para “edificar” la Iglesia como pueblo de Dios, como obra agradable a Dios, que asciende “con suave fragancia”, como sacrificio, y que a la vez desciende “como bendición” sobre nuestro pueblo, porque, como ha dicho el Señor a través del profeta Jeremías: “Yo encontraré mi gozo en hacerles el bien” (Jer 32,41).
 ¡Si tuviéramos más conciencia, psicológica y moral, de cuánto necesitamos colaborar, cada uno según su vocación, elección, misión,  a “edificar” la Iglesia!

IV. EN LA INMACULADA SE REFLEJA LA BELLEZA INFINITA

Por último, hermanos y hermanas, oímos hablar tantas veces de relativismo y secularismo; son desafíos que hemos de asumir en una nueva evangelización. Me referiré sólo a una de las manifestaciones de aquéllos, y quiero decirles que existen tantas falsas luces que atraen nuestra atención, nuestra fascinación, tantas pseudo-bellezas que nos encandilan en este mundo en que ni todo ni mucho es como aparece; pseudo-bellezas que en realidad terminen obscureciendo nuestra mirada, y pueden enceguecernos, tales como la fascinación del poder por el poder mismo, el ansia de predominio, la hipocresía que nos deja bellos por fuera (en el mejor de los casos) y feos por dentro, el abuso, el mal uso del sexo, el no poner importancia más que en nuestro propio interés por encima del bien común; son como “luces fatuas”, como pseudo-faros que atraen enfermizamente nuestras potencias y nuestras facultades, pero que en el fondo y al final nos dejan tristeza, una nada interior y un horrendo vacío en nuestra vida.
Y hoy, en la solemnidad de la Inmaculada, ¿no sería acaso la oportunidad de responder a una cuestión semejante, de gran actualidad pastoral, esto es, cómo reproponer en manera adecuada a María a nuestro pueblo, desde la perspectiva de la belleza que atrae nuestras potencias?. Desde la oración y en ella, querríamos hoy también proponer la “vía de la belleza” de María, la que Ella tiene como Esposa del Espíritu Santo, como “toda hermosa” (tota pulchra), como ideal supremo de perfección al que ningún artista ha logrado plasmar en plenitud, como “la Mujer revestida de sol” (Ap 12,1), en la cual los rayos purísimos de la belleza humana se conjugan con los rayos luminosos, soberanos, de la belleza sobrenatural. Sí, también la contemplación de la “Toda Hermosa” nos ayudará en nuestro camino de fe, porque Ella es hermosa porque “Kekharitouméne”, porque llena de gracia, llena del Espíritu, cuya Luz que no tiene fin brilla con incomparable esplendor. La belleza de María nos ayudará a concentrar nuestra mirada y quitarla de las luces fatuas que terminan obscureciéndonos, haciéndonos seres obscuros u obscurecidos, por lo menos. ¡Qué renovada espiritualidad puede surgir de la vía de la belleza!. Se lo auguro a todos ustedes, se lo deseo de corazón, redescubrir, con María, la belleza de la imagen de Dios en nosotros, en la familia, en la comunidad, en la lucha diaria por el bien común.
El Señor conceda a todos, Pastores y fieles, la firmeza y suavidad de la fe, la fuerza de la esperanza y la caridad amorosa, y que la gracia divina esté con ustedes en estas Bodas de Plata de la parroquia, y siempre, como nos lo deseó San Pablo: «la gracia esté con todos aquellos que aman a Nuestro Señor Jesucristo con amor inmutable» (Ef. 6, 24).


Notas:
1 CF BENEDICTO XVI, Audiencia general, Aula Pablo VI, Ciudad del Vaticano, Miércoles 7 de julio de 2010
2 Cf. CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 9.
3 Cf CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Lumen gentium, 37.

domingo, 5 de diciembre de 2010

LA DIÓCESIS DE ZÁRATE-CAMPANA SE PREPARA A CELEBRAR A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA VIRGEN

El próximo 8 de diciembre, juntamente con la tradicional procesión náutica en el Paraná de las Palmas, se celebran las Bodas de Plata de la parroquia de la Inmaculada Concepción en Maquinista Savio (localidad entre Escobar y Pilar) y el 5to. aniversario de la presencia de la comunidad "Cenacolo" de recuperación de tóxico-dependientes (en la Casa de Nuestra Señora de Luján, en Exaltación de la Cruz-Pilar). El Obispo Mons. Oscar Sarlinga presidirá las dos últimas celebraciones mencionadas, respectivamente a las 19 y a las 11.
Francisco de Zurbarán, la Inmaculada Concepción

Jesús, concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de María Virgen

    1. El Nombre de "Jesús” significa “Salvador”. Este mismo Jesús, que vivió treinta años en Nazaret, en Galilea, es el Hijo Eterno de Dios, “concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de María Virgen”. Lo proclaman los Símbolos de la Fe, el Símbolo de los Apóstoles y el niceno-constantinopolitano; lo han enseñado los Padres de la Iglesia y los Concilios, según los cuales, Jesucristo, Hijo eterno de Dios, es “ex substantia matris in saeculo natus” (cf. Símbolo Quicumque, DS 76). La Iglesia, pues, profesa y proclama que Jesucristo fue concebido y nació de una hija de Adán, descendiente de Abraham y de David, la Virgen María. El Evangelio según Lucas precisa que María concibió al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo, “sin conocer varón” (cf. Lc 1, 34 y Mt 1, 18. 24-25). María era, pues, virgen antes del nacimiento de Jesús y permaneció virgen en el momento del parto y después del parto. Es la verdad que presentan los textos del Nuevo Testamento y que expresaron tanto el V Concilio Ecuménico, celebrado en Constantinopla el año 553, que habla de María “siempre Virgen”, como el Concilio Lateranense, el año 649, que enseña que “la Madre de Dios... María... concibió (a su Hijo) por obra del Espíritu Santo sin intervención de varón y que lo engendró incorruptiblemente, permaneciendo inviolada su virginidad también después del parto” (DS 503).

    2. Esta fe esta presente en la enseñanza de los Apóstoles. Leemos por ejemplo en la Carta a de San Pablo a los Gálatas: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer... para que recibiéramos la adopción” (Gál 4, 4-5). Los acontecimientos unidos a la concepción y al nacimiento de Jesús están contenidos en los primeros capítulos de Mateo y de Lucas, llamados comúnmente “el Evangelio de la infancia”, y es sobre todo a ellos a los que hay que hacer referencia.

    3. Especialmente conocido es el texto de Lucas, porque se lee frecuentemente en la liturgia eucarística, y se utiliza en la oración del Ángelus. El fragmento del Evangelio de Lucas describe la anunciación a María, que sucedió seis meses después del anuncio del nacimiento de Juan Bautista (cf. Lc 1, 5-25). “ fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María” (Lc 1, 26). El ángel la saludó con las palabras “Ave María”, que se han hecho oración de la Iglesia (la “salutatio angelica”). El saludo provoca turbación en María: “Ella se turbó al oír estas palabras y discurría qué podría significar aquella salutación. El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y llamado Hijo del Altísimo... Dijo María al ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón? El ángel le contestó y dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por eso el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 29-35). El ángel anunciador, presentando como un “signo” la inesperada maternidad de Isabel, pariente de María, que ha concebido un hijo en su vejez, añade: “Nada hay imposible para Dios”. Entonces dijo María: “He aquí a la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 37-38).

    4. Este texto del Evangelio de Lucas constituye la base de la enseñanza de la Iglesia sobre la maternidad y la virginidad de María, de la que nació Cristo, hecho hombre por obra del Espíritu. El primer momento del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios se identifica con la concepción prodigiosa sucedida por obra del Espíritu Santo en el instante en que María pronunció su “sí”: “Hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38).

    5. El Evangelio según Mateo completa la narración de Lucas describiendo algunas circunstancias que precedieron al nacimiento de Jesús. Leemos: “La concepción de Jesucristo fue así: Estando desposada María, su Madre, con José, antes de que conviviesen se halló haber concebido María del Espíritu Santo. José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto. Mientras reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 18-21 ).

    6. Como se ve, ambos textos del “Evangelio de la infancia” concuerdan en la constatación fundamental: Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de María Virgen; y son entre sí complementarios en el esclarecimiento de las circunstancias de este acontecimiento extraordinario: Lucas respecto a María, Mateo respecto a José.
Para identificar la fuente de la que deriva el Evangelio de la infancia, hay que referirse a la frase de San Lucas: “María guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón” (Lc 2, 19). Lucas lo dice dos veces: después de marchar los pastores de Belén y después del encuentro de Jesús en el templo (cf. 2, 51). El Evangelista mismo nos ofrece los elementos para identificar en la Madre de Jesús una de las fuentes de información utilizadas por él para escribir el “Evangelio de la infancia”. María, que “guardó todo esto en su corazón” (cf. Lc 2, 19), pudo dar testimonio, después de la muerte y resurrección de Cristo, de lo que se referí la propia persona y a la función de Madre precisamente en el período apostólico, en el que nacieron los textos del Nuevo Testamento y tuvo origen la primera tradición cristiana.

    7. El testimonio evangélico de la concepción virginal de Jesús por parte de María es de gran relevancia teológica. Pues constituye un signo especial del origen divino del Hijo de María. El que Jesús no tenga un padre terreno porque ha sido engendrado “sin intervención de varón”, pone de relieve la verdad de que Él es el Hijo de Dios, de modo que cuando asume la naturaleza humana, su Padre continúa siendo exclusivamente Dios.

    8. La revelación de la intervención del Espíritu Santo en la concepción de Jesús, indica el comienzo en la historia del hombre de la nueva generación espiritual que tiene un carácter estrictamente sobrenatural (cf. 1 Cor 15, 45-49). De este modo Dios Uno y Trino “se comunica” a la criatura mediante el Espíritu Santo. Es el misterio al que se pueden aplicar las palabras del Salmo: “Envía tu Espíritu, y serán creados, y renovarás la faz de la tierra” (Sal 103/104, 30). En la economía de esa comunicación de Sí mismo que Dios hace a la criatura, la concepción virginal de Jesús, que sucedió por obra del Espíritu Santo, es un acontecimiento central y culminante. Él inicia la “nueva creación”. Dios entra así en un modo decisivo en la historia para actuar el destino sobrenatural del hombre, o sea, la predestinación de todas las cosas en Cristo. Es la expresión definitiva del Amor salvífico de Dios al hombre, del que hemos hablado en las catequesis sobre la Providencia.

    9. En la actuación del plan de la salvación hay siempre una participación de la criatura. Así en la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo María participa de forma decisiva. Iluminada interiormente por el mensaje del ángel sobre su vocación de Madre y sobre la conservación de su virginidad, María expresa su voluntad y consentimiento y acepta hacerse el humilde instrumento de la “virtud del Altísimo”. La acción del Espíritu Santo hace que en María la maternidad y la virginidad estén presentes de un modo que, aunque inaccesible a la mente humana, entre de lleno en el ámbito de la predilección de la omnipotencia de Dios. En María se cumple la gran profecía de Isaías: “La virgen grávida da a luz” (7, 14; cf. Mt 1, 22-23); su virginidad, signo en el Antiguo Testamento de la pobreza y de disponibilidad total al plan de Dios, se convierte en el terreno de la acción excepcional de Dios, que escoge a María para ser Madre del Mesías.

    10. La excepcionalidad de María se deduce también de las genealogías aducidas por Mateo y Lucas.
    El Evangelio según Mateo comienza, conforme a la costumbre hebrea, con la genealogía de Jesús (Mt 1, 2-17) y hace un elenco partiendo de Abraham, de las generaciones masculinas. A Mateo de hecho, le importa poner de relieve, mediante la paternidad legal de José, la descendencia de Jesús de Abraham y David y, por consiguiente, la legitimidad de su calificación de Mesías. Sin embargo, al final de la serie de los ascendientes leemos: “Y Jacob engendró a José esposo de María, de la cual nació Jesús llamado Cristo” (Mt 1, 16). Poniendo el acento en la maternidad de María, el Evangelista implícitamente subraya la verdad del nacimiento virginal: Jesús, como hombre, no tiene padre terreno.
    Según el Evangelio de Lucas, la genealogía de Jesús (Lc 3, 23-38) es ascendente: desde Jesús a través de sus antepasados se remonta hasta Adán. El Evangelista ha querido mostrar la vinculación de Jesús con todo el género humano. María, como colaboradora de Dios en dar a su Eterno Hijo la naturaleza humana, ha sido el instrumento de la unión de Jesús con toda la humanidad.